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viernes, 26 de enero de 2018

La maldición de Pandu


Hace poco estaba leyendo el Mahabhárata y una de sus historias me pareció tan curiosa y divertida que no pude evitar empezar a tuitearla. En cuanto me di cuenta se había convertido en un hilo que no dejaba de crecer. Como me daba pena dejarla allí olvidada he querido rescatarla para el blog. No es una entrada al uso, aunque le he dado algo de estructura (sin editar el contenido) el lenguaje y la construcción la dictan los 280 caracteres de Twitter. Aún así creo que conserva su chispa también en este formato, aunque eso mejor los juzgáis vosotros.
¿Que qué es el Mahabárata? Según Wikipedia el Mahabhárata es "la gran epopeya mitológica de la India”. Narra los conflictos entre dos ramas de una familia real, agrupadas en torno a los cinco hermanos Pándava y sus primos los noventa y nueve Káurava. Su enemistad y sucesivos enfrentamientos, que desembocan en una gran batalla final, es el hilo conductor de la historia.
Nadie sabe en realidad cómo de antiguo es el Mahabharata. Puede tener veinte, treinta o hasta cuarenta siglos. Sus 100.000 versos lo convierten en uno de los poemas épicos más largos del mundo, ocho veces más extenso que la Ilíada y la Odisea juntas y cuatro veces más que la Biblia. Pero al mismo tiempo es una obra donde el romance, los celos, la aventura e incluso lo absurdo se dan de la mano para crear una historia desbordante de imaginación.
Hoy os traigo mi versión, cargando algo más la parte humorística en un texto no exento de él, de la historia de la maldición del príncipe Pandu, y cómo esta acabó llevando al nacimiento de los Pándava que serán los auténticos héroes del Mahabhárata.



El mayor entretenimiento del príncipe Pandu era salir por ahí con sus ejércitos a subyugar países vecinos, cosa que se le daba bastante bien. Un día, cansado de subyugar, decidió tomarse unas vacaciones en la montaña acompañado de sus dos jóvenes y hermosas esposas.
Al principio la cosa fue bastante bien; los días pasaban entre risas, cazando y folgando, folgando y cazando. Pero la desgracia acechaba cerca. La desgracia y una pareja de ermitaños, marido y mujer, que tenían la costumbre de meditar durante gran parte del año para tomarse un descanso de vez en cuando. Descanso que pasaban, en efecto, folgando, que se ve que el aire de la montaña era bastante revitalizante.
Pero claro, si te pasas el año entero meditando luego el folgar normal y corriente te sabe a poco, así que tras unos días dale que te pego al ermitaño le dio por probar si eso de folgar como animales estaba tan bien como sonaba y metamorfoseó a los dos en ciervos. Y oye, debía estar realmente bien, porque le pillaron el gusto y decidieron quedarse unos días como ciervos folgando de acá para allá por la montaña.
Pandu a punto de llevarse el disgusto de su vida.
Hasta que un día se cruzaron con el joven príncipe Pandu en plena cacería. Pandu no se atuvo a la costumbre que prohibía cazar a animales folgantes y atravesó con una flecha al ciervo macho, que inmediatamente se transformó de nuevo en ermitaño, que con su último estertor le dijo: "¡No valía, estaba folgando! Me has cortado el rollo y yo te voy a cortar el tuyo. Escucha mi maldición: la próxima vez que yazcas con mujer morirás. ¡Chúpate es...!"
Y con esas palabras (más o menos), el ermitaño expiró. Como podéis imaginar, Pandu se lo tomó regular. Volvió a contarles su desgracia a sus esposas, Kunti y Madri, y les pidió que se volvieran a la corte, que él se quedaba en la montaña, que si no podía folgar ya no quería ser príncipe ni nada. Kunti y Madri le acompañaron en el llanto y las quejas por su mala cabeza. Pero se negaron a volver: si él quería vivir en la abstinencia, ellas, sus dos jóvenes, hermosas y deseables esposas, le acompañarían para que no sufriese en soledad.
Total, qué podía salir mal.
Así que se allí se quedaron los tres, decididos a acabar su vida como ermitaños y sin volver a comerse una rosca. (Así que ya sabéis niños y niñas, si un día os cruzáis con dos animalitos en plena faena ni se os ocurra molestarlos, no vayáis a acabar en una montaña aguantando la calentura por el resto de vuestra vida.)

Al principio fue bastante duro pero, a pesar de lo que estáis pensando, Pandu, Kunti y Madri lograron contener sus juveniles impulsos y se entregaron a una vida de castidad y meditación en la montaña. Al cabo de algo más de un añito Pandu se dio cuenta de que, a fuerza de meditar, ya apenas pensaba en folgar. Pero claro, allí perdidos en la montaña y sin muchas más cosas que hacer le dio por darle al coco y empezó a agobiarse. La razón es que su abuela le había enseñado de pequeñito que si un hombre moría sin descendencia no podría entrar en el cielo. Es decir, que si folgaba, malo, y si no, también.
Agobiado Pandu le comentó a sus cuitas a otro de los ermitaños de la montaña (podríamos llamarlo Probe Miguel, ya que era feliz allí y hacía tiempo que no salía). Probe Miguel confirmó lo que le había contado su abuela, pero le dijo que en realidad lo importante era educar al hijo, que en caso de necesidad podía ser otro el que fecundara a su esposa, y que bueno, ya que lo dices, yo no tengo nada pendiente para hoy, y que por un colega ermitaño lo que sea, eh, lo que sea.
Pandu fue muy contento a contarle su idea a Kunti, que era la mayor de sus esposas. Kunti dijo que ni mijita, que ella al Probe Miguel no se acercaba ni con un palo. Pero que se si tanto empeño tenía había una alternativa mucho mejor. Resulta que cuando era joven un hombre sabio se había alojado en casa de su padre y que, agradecido por lo bien que la muchacha lo había cuidado, le había enseñado un mantra que le permitía convocar a un Deva (dios) a su voluntad.
Lo que se ahorró contarle fue que en su momento lo usó para convocar al Deva del sol, sólo para descubrir que el mantra del hombre sabio era, en efecto, para convocar a un Deva, pero sólo si tenías intención de confraternizar con él. Confraternizar muy íntimamente.
Pandu acogió la idea encantado. Un día se llevó a Madri a visitar a unos colegas ermitaños (no al Probe Miguel, que vete tú a saber por qué ya no le recibía con tanta alegría) y Kunti aprovechó para convocar al Deva de la justicia. Y allí mismo hicieron justicia. Y un bebé.
Pandu se puso contentísimo con su primogénito, y se dispuso a enseñarle todo lo que sabía (empezando por no cazar animales cuando están en faena). Tanto le gustó su faceta de padre que, al cabo de un año, le dejó caer a Kunti que igual era al momento de saludar a algún otro Deva. Kunti, que guardaba buen recuerdo de las anteriores dos visitas (¿He dicho dos? Qué va, no habrás escuchado bien, cari) se prestó encantada, esta vez llamando al Deva de los vientos, con el que hizo de... todo. Y otro bebé.
Y otra vez al cabo de un año que el feliz padre empieza a dejar caer que no hay dos sin tres, y que mira que lindos están, que son la alegría de la montaña. Total, que Kunti otra vez a convocar a un Deva. Esta vez eligió al Deva supremo, que para que una vez al año que le da una alegría al cuerpo no es plan de cortarse. Tan poco se cortó que Kunti dijo hasta aquí hemos llegado, que lo de los Devas está muy bien, pero que su cuerpo mortal no iba a aguantar otro homenaje como esos.
Pero tanto insistió Pandu en seguir aumentando la familia, que al final Kunti admitió usar el mantra una última vez, pero para que lo disfrutara Mandri, que al tiempo dio a luz a gemelos. Aunque le hubiera gustado tener alguno más, Pandu fue muy feliz criando a sus cinco hijos junto con Kunti y Mandri.

Pasaron quince años llenos de alegrías y satisfacciones, hasta que, finalmente, pasó lo que tenía que pasar. Estaba Pandu dando un garbeo por la montaña cuando llegó junto a un río donde Mandri estaba a punto de darse un baño. Dieciocho años hacía que Pandu no había visto a un mujer desnuda, así que os podéis imaginar su reacción. Sin poder contenerse se lanzó sobre Mandri a dejar salir dieciocho años de celibato. Y aunque Mandri intentó detenerlo, acabó pensando que al fin y al cabo quizás después de tanto tiempo la maldición habría perdido su poder.
Y no.
Podríamos decir que fue un polvo de morirse.
Así acabó sus días el bueno de Pandu, con una sonrisa en los labios, dejando tras de sí a cinco jóvenes que acabarían siendo los protagonistas de uno de los más grandes textos míticos de la antigüedad. Pero eso ya es otra historia.

lunes, 26 de junio de 2017

La espada de Cheru

Hoy os traigo la traducción de la leyenda de la espada del dios Cheru, según aparece en Asgard and the gods; tales and traditions of our northern ancestors de Wilhelm Wägner, uno de los libros con los que me inicié en la mitología nórdica. Fue editado en 1886 y es de dominio público (pinchad en el título para ir a su página de Archive.org). Cheru o Heru era el dios de la guerra de los Cherusci o Queruscos, una de las tribus germánicas contemporáneas al Imperio Romano (que participó en la batalla del bosque de Teotoburgo, donde Roma perdió tres legiones). Cheru se identifica con el Tyr de la mitología nórdica.



La espada de Cheru se creó en la misteriosa forja de los enanos, cuyas exquisitas obras eran celebradas por dioses y hombres. Los hijos de Iwaldi, que habían hecho la lanza de Odín, y Sindri, que había forjado a Mjölnir, habían unido sus esfuerzos para crear la maravillosa arma que sostendría el destino de reyes y naciones.
Los celosos maestros de la forja habían trabajado duramente bajo tierra, donde Sokwabek se alzaba bajo la corriente del río, hasta terminar la reluciente espada, que fue entregada al poderoso dios Cheru.
La espada brillaba en la cima del santuario cada mañana al despuntar el alba, arrojando su luz, brillante como una llama, a gran distancia. Pero un día su lugar se encontró vacío y la sonrosada luz de la mañana se limitó a alumbrar el altar, ausente el dios.
Sacerdotes y nobles buscaron el consejo de la mujer sabia. Esta fue su indescifrable respuesta:
Las tres nornas (Pasado, Presente y Futuro)
hilando los destinos de hombres y dioses
a los pies de Yggdrasil, por L.B. Hansen
(via Wikimedia Commons).
"Las nornas vagan por los caminos de la noche; la luna ha escondido su rostro. Ellas tejen los hilos, fuertes y poderosos, de dioses y hombres, que nadie puede romper. Uno hacia el este, otro hacia el oeste y uno hacia el sur; el hilo negro hacia el norte. Ellas hablaron a Cheru: 'Ve, escoge al gobernante, al señor de la Tierra; dale la espada de dos filos para su propio dolor'. Él la tiene, él la sostiene en sus manos, pero llegará la hora en que el dios Cheru la recupere".
Extrañados ante la oscura profecía, los hombres suplicaron una explicación, pero la doncella de la torre guardó silencio. A partir de aquí es la historia quien nos muestra el trascurso de los acontecimientos y arroja la única luz posible sobre el acertijo.
Vitelio, el prefecto romano del Bajo Rin, cenaba pasada la medianoche en su casa en Colonia, disfrutando más de los placeres de la mesa que de toda la gloria y todas las coronas del mundo. Cuando le comunicaron que un desconocido, con importantes noticias de Germania, quería hablar con él, se levantó impaciente. Su deseo era despacharle lo antes posible, pero al entrar en la antesala se encontró en presencia de un hombre de apariencia tan distinguida que fue incapaz de tratarlo con descortesía. Lo hubiera tomado por uno de los inmortales de no ser porque su vida indulgente no hacía mucho que había destruido su fe en la religión de sus ancestros.
El desconocido le dio una espada de hermosa factura, diciendo:
—Toma este arma y guárdala con cuidado; úsala bien y te traerá la gloria y el imperio. ¡Ave César Augusto!

jueves, 23 de junio de 2016

Ragnarök, el ocaso de los dioses

(Puedes bajarte esta entrada en PDF, EPUB o MOBI)

Llega la hora de cerrar esta larga serie dedicada a los dioses vikingos. Y como no hay mejor forma de acabar que por el final, vamos precisamente a esto, al final. Pero no a un final cualquiera, sino a EL FINAL. El final de todo; el Ragnarök o destino de los dioses. Los acontecimientos que llevarán no sólo a la desaparición de los habitantes de Asgard, sino de nuestro propio mundo.
Una de las curiosidades de la mitología nórdica es que los dioses son perfectamente conscientes de que este momento llegará. Las profecías indican incluso cómo morirá cada uno de ellos. Esto le da un toque fatalista que resulta un contrapunto muy llamativo con los toques de humor que también aparecen en sus leyendas.
Me he dedicado a contar la historia adornando un poco la narración, pero sin cambiar los hechos. Podéis encontrar la versión original en los Eddas, aunque en la Wikipedia en inglés hacen un resumen bastante bueno. Ah, y todas las imágenes son de Wikimedia Commons.
Pero bueno, ya me estoy enrollando demasiado. Empecemos.



En todas las épocas hay siempre voces que alertan del fin del mundo: lleva lloviendo cuarenta días ¡es el fin del mundo!; la peste negra ¡es el fin del mundo!; hay armas nucleares ¡es el fin del mundo!; el programa que controla el arsenal de EEUU se ha vuelto inteligente y está creando robots con la cara de Schwarzenegger... Espera, esa última creo que se ha colado.
Nuestra historia está plagada de épocas oscuras que no han impedido que la humanidad continuara su camino. Quizás por eso nosotros, ingenuos habitantes de Midgard, no seremos conscientes de nuestro destino hasta que sea demasiado tarde. Porque está escrito que llegará una época de odios y enfrentamientos que superará a todas las anteriores. Serán días de espadas y hachas, de tormentas y lobos. Las guerras se generalizarán, degeneraran las costumbres y los hermanos yacerán unos con otros.
Y justo cuando el último optimista se asome a la ventana y diga (poco antes de que su vecino le invite a ver de cerca cómo de afilada está su hacha): "Bueno, al menos ya no puede ir a peor", justo en ese preciso momento se desatará el Fimbulvetr, el terrible invierno. Tres años de hielo, frío y nieve que acabarán las últimas esperanzas de la humanidad.
En su travesía diaria Sol contemplará el sufrimiento de los hombres y llorará por ellos. Su caminar se volverá menos firme y, como está profetizado, tanto ella como su hermano Mani (Luna) serán alcanzados por los lobos que los persiguen desde el inicio de los tiempos. Serán devorados y su sangre caerá sobre la tierra helada. 

Los lobos a punto de alcanzar a Sol y Mani (fuente).

Desaparecerán las estrellas, temblará la tierra, se derrumbarán las moradas de los hombres, se romperán todos los sellos y lo que ha estado atado volverá a ser libre. Libres quedarán el gran lobo Fenrir y el terrible perro Gram, que guarda la entrada del inframundo. Libre será la gran serpiente Jörmundgander, que se agitará en su prisión del fondo del océano levantando olas que anegarán la tierra. Y libre quedará Loki, padre de Fenrir y Jörmundgander, clamando por su venganza.

lunes, 8 de febrero de 2016

Frigg (y las mujeres de largas barbas)

Con Frigg acabo el repaso a los dioses que dieron lugar a los nombres ingleses de los días de la semana. A esta diosa está dedicado el día de Frigg, Frige's Day o  Frīġedæġ en inglés antiguo. Frigg es la diosa de la fertilidad, el amor conyugal, la maternidad y las artes domésticas y reina de los Aesir. Única con derecho a sentarse en el Hlidskjalf junto a su esposo Odín, desde donde contemplan los nueve mundos. Reside en su propio palacio, el Fensalir, la más espléndida de la moradas de Asgard, donde reúne a los esposos que han tenido vidas virtuosas en la Tierra para que disfruten de su compañía después de la muerte. En sus ratos libres teje con su rueca las nubes que adornan el cielo, rueca que los vikingos situaron en el cielo en lo que nosotros consideramos el cinturón de Orión.

FriggSpinning
Frigg hilando las nubes, por John Charles Dollman (Wikipedia).

Con todo este currículo uno esperaría que Frigg tuviera un papel más importante en las sagas, pero su rol en ellas se define a partir de su papel como madre (es Frigg quien desvela a Loki el secreto que lleva a la muerte a su hijo Baldr) o esposa. Su relación con Odín es buena, pero dista de ser perfecta. En el Lokasenna Loki le echa en cara que compartiera cama con los dos hermanos de su esposo. Aunque cuando sucedió Odín llevaba tanto tiempo ausente de Asgard que le habían dado por muerto; sus hermanos Vili y Ve se dividieron sus pertenencias, compartiendo los favores de la diosa hasta el retorno de Odín.

En otra ocasión Frigg profanó una estatua de Odín arrancándole parte de su oro para construirse un collar. Cuando Odín descubrió el robo colocó a la estatua a la puerta del templo donde estaba, hechizándola de forma que fuera capaz de hablar para acusar al culpable en el momento en que éste pasara ante ella. Temiendo verse descubierta Frigg buscó a quién estuviera dispuesto a destrozar la estatua a cambio de concederle sus favores. Cuando Odín descubrió la doble traición montó en cólera y abandonó Asgard durante un tiempo.

Aun cuando su convivencia era buena Frigg y Odín eran demasiado orgullosos como para no aprovechar cualquier oportunidad de intentar quedar por encima del otro. Un ejemplo es el Grímnismál que ya os traje por aquí, en el que los esposos se encaprichan cada uno de un hijo del rey Hrauthung, desatándose una competición que en seguida se vuelve sucia.

Otra de estas ocasiones, con la que aprovecho para despedir a la diosa y al ciclo de los días de la semana, es la que acabó dando el nombre a una de las tribus bárbaras de las que se repartieron el antiguo Imperio Romano.

lunes, 4 de enero de 2016

El Thrymskvida: de cómo Thor perdió su martillo y las andanzas que afrontó para recuperarlo

El Thrymskvida es un estupendo ejemplo de que adorar a un dios no significa que no puedas reírte a su costa. Este mito nórdico cuenta la difícil situación en que quedó Thor tras perder su martillo Mjolnir, y los sacrificios que tuvo que hacer para recuperarlo. También es una de las leyendas en las que Thor y Loki comparten aventuras, una muestra de que las películas de policías opuestos trabajando juntos es una idea que no es algo de nuestros días.

Lo que os voy a contar es mi versión personal del Thrymskvida. En lo fundamental sigue los hechos que aparecen en la Edda prosaica, pero me he permitido adornar un poco las situaciones incluyendo algo más de humor. No considero que esto altere el mito original; más bien continúa una tradición en la que las historias se transmitían oralmente, y donde cada narrador incorporaba su toque personal.



Thor en medio de un duro día de trabajo.
Via Wikimedia Commons.
Nuestra historia comienza con Thor volviendo a casa tras un duro día de labor arrasando aldeas y aplastando cráneos en Jotun, el mundo de los gigantes de hielo. Hoy en día podría parecernos algo salvaje, pero en aquella época eso de ir por ahí aplastando cráneos era una ocupación de la que un dios podía sentirse orgulloso. Ese había sido un día especialmente bueno (o malo, si eras un gigante de hielo), uno de esos días en que a Thor llegaba a dudar de que incluso su impresionante fuerza alcanzara para aplastar un cráneo más. Agotado, el dios decidió echarse a descansar. No había nada que temer; habría que recorrer muchos kilómetros para encontrar un gigante que conservara su cráneo intacto.
Asó una de las cabras que tiraban de su carro, con la tranquilidad de saber que a la mañana siguiente habría vuelto a la vida a partir de sus huesos. Esto resulta muy útil cuando sales de correrías, pero tiene el riesgo de que al cabo de un tiempo la carne de cabra se te empiece a repetir. Extendió su capa en el suelo y soñó con aldeas llenas de gigantes desprevenidos.

Al despuntar la mañana un descansado Thor enjaezaba de nuevo a sus cabras, una de las cuales le miraba con una expresión de mudo resentimiento (la otra también). No fue hasta que terminó de recoger sus cosas cuando se dio cuenta de que su martillo no estaba donde creía haberlo dejado al acostarse. El cansancio debía haber confundido su recuerdo, pensó mientras buscaba alrededor. Una hora, varios gritos y un par de docenas de árboles arrancados después a Thor no le quedó más remedio que aceptar la realidad: había perdido a Mjolnir.

Cuando logró apartar las imágenes de un ejército de gigantes avanzando hacia un indefenso Asgard, Thor se esforzó en decidir cuál debía ser su siguiente paso. La vergüenza le impedía avisar al resto de los dioses, pero había que hacer algo. Y rápido. Pero, ¿el qué? Lo cierto es en cuanto le sacaban de aplastar cráneos se bloqueaba, y esta era una situación en las que una mente ágil era más útil que un fuerte brazo.

Una mente ágil.

Claro.


jueves, 5 de junio de 2014

Thor, el protector de la humanidad: de cómo obtuvo su martillo

Siguiendo nuestro recorrido por los días de la semana llegamos al jueves, día que los romanos dedicaron al dios Júpiter (Jovis díes) y que los antiguos ingleses convirtieron en el Thunor's Day o día de Thor, que derivó al actual Thursday. Como este dios da bastante juego he decidido dividir la entrada en dos. Hoy os hablaré un poco sobre la figura de Thor y cómo consiguió su famoso martillo Mjolnir. Para una segunda parte quedará cómo lo perdió y lo que tuvo que hacer para recuperarlo. En ambas leyendas tendrá especial protagonismo el dios Loki, con el que comparte varias sagas. Como es costumbre cerraremos con el destino que espera a Thor en el Ragnarok.


El protector de los hombres


Cuando, resguardados en sus hogares, los antiguos vikingos oían el rugir del trueno sabían que podían estar tranquilos, Thor había llegado para salvarlos. Él era el encargado de defender el reino de los hombres, Midgard, de los ataques de los gigantes del hielo, que para los pueblos del norte tomaban la forma de tormentas, ventiscas y otros fenómenos meteorológicos violentos. Este rol de protector de la humanidad hizo de Thor una de las principales deidades del panteón nórdico, superado solamente por Odín, el padre de todos.

Hijo de Odín y de Fjörgyn, la personificación de la tierra, representa la unión entre esta y el cielo, simbolizado en el rayo que va de uno a otro. Era esposo de Sif, la del pelo dorado, aunque también estuvo unido, entre otras, a la giganta Jarnsaxa. De esta unión fue fruto Magni que, junto con su hermanastro Módi (también hijo de Thor aunque se desconoce el nombre de la madre), tendrá gran importancia cuando llegue el ocaso de los dioses.

Aunque las leyendas no suelen pararse a describir a los dioses, parece que Thor era pelirrojo, con barba, de semblante serio, bastante fornido y con frecuentes arrebatos de mal genio. Salvo alguna excepción en que optó por usar la cabeza, su forma de actuar era bastante directa: si alguien molestaba, martillazo; si me han mirado mal, martillazo; si tengo la más ligera impresión de que se han burlado de mí, martillazo. Digamos que era más de pegar primero y preguntar después.

Una muestra del mal genio de Thor: en el funeral de Baldr mandó de una patada a la pila funeraria al enano Litr sólo por cruzarse en su camino cuando estaba enfadado (fuente).

miércoles, 7 de mayo de 2014

Odín, el padre de todos, y la leyenda de Grímnismál

Seguimos con el repaso a las versiones nórdicas de los dioses que dieron nombre a los días de la semana inglesa. Hoy es turno del Wednesday, palabra que tiene origen en el Woden's Day o día de Woden, equivalente anglosajón del Odín nórdico. Como se está convirtiendo en costumbre primero hablaré un poco sobre el dios en general, para luego centrarme en contaros una de sus leyendas, tal y como yo la imagino. Terminaremos con el destino aguarda al dios cuando llegue el Ragnarok.



El padre de todos


Con este apodo, el padre de todos, es como suele aparecer citado Odín en las sagas nórdicas. La razón no es que fuera el padre de bastantes dioses, incluyendo algunos de los más conocidos como Thor, Tyr o Baldr (cada uno de una madre distinta), sino porque también es uno de los tres dioses que crearon la raza humana al inicio de los tiempos.

Odín es un dios de la guerra, al que se encomendaban los vikingos antes de entrar en combate, pero también es el dios de la sabiduría, el sacrificio o la poesía. Entre sus aficiones está liderar la cacería salvaje y, sobre todo, acudir a los campos de batalla donde decide, a partir de los gestos de valor de los héroes, a qué bando conceder la victoria. Aunque cierta vez el dios Loki le echó en cara anteponer sus inclinaciones personales al mérito de los combatientes.

Odhin by Johannes Gehrts
Odín retratado por Johannes Gehrts
con sus cuervos, lobos y lanza (fuente).
Finalizado el combate se retira seguido por las almas de los guerreros, recogidos por su séquito de valkirias, camino del Valhalla. En este gigantesco salón los guerreros se divertirán luchando entre ellos y disfrutando de grandes banquetes hasta que sean convocados para unirse a los dioses en la batalla final contra gigantes y criaturas del mal, el Ragnarok.

Odín ocupa el lugar de honor en Asgard, el mundo de los dioses, en un trono situado junto al de su esposa Frigg. Desde allí vigila los hechos de hombres, dioses y gigantes con la ayuda de sus dos cuervos, Hugin (pensamiento) y Munin (memoria). Además también cuenta con Sleipnir, un veloz caballo de ocho patas, y con los lobos Geri y Freki (voraz o codicioso). Entre sus posesiones más preciadas están el anillo Draupnir, que cada nueve días se divide en ocho más y Gungnir, una lanza que cuando se arroja nunca falla su blanco, y tan sagrada que los juramentos que se hacen sobre ella no pueden violarse.

Uno de los rasgos más destacados del dios es que es tuerto; sacrificó uno de sus ojos para beber de la fuente que custodiaba el gigante Mimir. A cambio recibió el don de la sabiduría y la capacidad de preveer el futuro (aunque según la leyenda el conocimiento del futuro de Odín puede deberse también a consultas a oráculos). Este don se convierte también en una maldición, ya que Odín es consciente de que llegará el fin de su raza en el Ragnarok.

Odin disguised as a Traveller
Odín caracterizando como Gandalf caminante
en una representación de 1914 (fuente).
Al margen de su vertiente guerrera no es raro que Odín prefiera utilizar el ingenio, el disfraz y la mentira para salirse con la suya. Le gusta caracterizarse como un viajero que recorre las tierras de hombres y gigantes apoyado en su callado, luciendo una gran barba blanca, envuelto en una capa azul y tocado con un sombrero, una imagen en la que Tolkien reconoció haberse inspirado para crear a Gandalf el Gris.

Así es como aparece, por ejemplo, en la leyenda que os traigo hoy, el Grímnismál. Originalmente un poema que pone en boca de Odín un repaso a la cosmogonía nórdica y la organización de Asgard para terminar con un repaso de los nombres que ha tomado el dios. Un tema un poco árido pero que gana interés por añadidos posteriores en los que se cuenta en qué situación se hallaba Odín al recitar el texto. Lo que os cuento a continuación es una versión bastante libre que, aunque respeta los hechos fundamentales, incluye mi propia interpretación de las motivaciones de los dioses, siendo un ejemplo de lo peligroso que es que los dioses se aburran y de como una riña conyugal en el cielo puede acabar influenciando a los reyes de la tierra.




Grímnismál, o como los caprichos de los dioses marcan el destino de los reyes


Odín era un dios bastante activo. Cuando no estaba recorriendo los campos de batalla con sus Valkirias, se disfrazaba para visitar el mundo de los hombres o burlar a algún gigante. Hasta que llegaba el invierno. Entonces los caminos se volvían difíciles, la mar peligrosa y los hombres dejan a un lado sus diferencias en espera de mejor tiempo. Incluso los gigantes se limitaban a enviar tormentas de hielo, y su hijo Thor ya le había dejado muy claro que él solo se bastaba para ocuparse de eso, gracias.

Y Odín se aburría. Siempre tenía la opción de pasar por el Valhalla a ver a los muchachos. Compartir fanfarronadas con los héroes era divertido. Durante un rato. Incluso él tenía un límite al número de veces que podía escuchar cómo tal o cual guerrero derrotó práctimente solo a tal o cual ejército. Eso a pesar de que muchas de esas historias solían acabar antes de tiempo cuando alguien se levantaba gritando que él había estado allí y lo recordaba de otra forma, y que si quería se lo demostraba ahora mismo, lo que solía dar paso al tradicional lanzamiento de jarras y a la no menos tradicional pelea multitudinaria que acababa con el suelo sembrado de moribundos en espera de ser mágicamente curados para continuar la fiesta un día más.

martes, 25 de marzo de 2014

Tyr, el dios manco de la guerra

Continuamos el repaso a los dioses de la semana inglesa. Hoy nos detendremos en Tyr, la versión nórdica del dios de la guerra germánico Tiw, cuyo Tiw's Day se convirtió en el Tuesday anglosajón. Tras una pequeña introducción os contaré la leyenda sobre cómo Tyr perdió su mano derecha, para terminar comentando brevemente el trágico destino del dios (al final del texto tenéis unos botones para salvar la entrada como pdf o epub por si os resulta más cómodo leerlo en vuestra tablet o libro electrónico).


Un dios antiguo

 

Al adaptar los nombres de los días romanos los pueblos germánicos identificaron a Tiw con Marte, pero Tiw/Tyr era algo más que eso. También fue el dios de la justicia, el honor o el sacrificio. Parece que se trataría de uno de los dioses más antiguos e importantes (Tyr significa dios en noruego arcaico), que fue siendo desplazado por la cada vez mayor popularidad de Woden/Odín, que en las sagas nórdicas se convertiría en el padre de Tyr. Esta pérdida de favor se tradujo en que Tyr aparece escasamente nombrado en dichas sagas, a pesar de ser considerado como uno de los dioses principales y merecedor de uno de los doce lugares de honor en Asgard

Cosa curiosa para un dios de la guerra, Tyr es manco de su mano derecha, la de la espada. La historia de cómo el dios perdió su mano es una de las más populares de la mitología nórdica, y una de las pocas donde Tyr tiene algo de protagonismo. Aun así su papel es menor al lado de su verdadero protagonista, una de las bestias más famosas y terribles para los vikingos, el gigantesco lobo Fenrir.


De cómo Tyr perdió su mano

 

Nuestra historia comenzó como un rumor que circulaba por Asgard, el mundo donde residían los dioses. Se decía que últimamente a Loki se le veía mucho por Jötunheim, el mundo de los gigantes, y que incluso se había encaprichado de una giganta. Al principio Odín no prestó atención a las habladurías, ni siquiera cuando escuchó que el dios había tenido tres hijos con la giganta Angrboda. Loki era así, y él mismo había tenido algún escarceo con gigantas en el pasado. Pero cuando se enteró del aspecto de las criaturas empezó a preocuparse seriamente.

Aunque pronto dedicaremos una entrada a hablar del padre de los dioses hay una cosa que deberíais saber de él: es tuerto. Bueno, en realidad lo importante no es que le falte un ojo, sino cómo lo perdió. Lo sacrificó a cambio de poder beber de la fuente de la sabiduría, obteniendo la capacidad de vislumbrar el futuro. Uno podría pensar que este es un poder estupendo, que ya nos gustaría tenerlo nosotros. Pero eso sería siempre que lo que vieras no fueran imágenes de cómo el mundo se encamina hacia su destrucción en una gigantesca batalla final donde perecerán tus seres queridos, claro.

En estas trágicas visiones tenían un papel destacado unas criaturas que coincidían con la descripción que le habían dado de los hijos de Loki y Angrboda. Odín se había jurado hacer cuanto pudiese por cambiar lo profetizado, o al menos atenuar sus consecuencias, y esta podía ser una buena oportunidad. Reunió a un grupo de AEsir (los dioses de Asgard) y les mandó que trajeran ante él a las criaturas.

En efecto eran tal y como se rumoreaba: una serpiente y un lobo, llamados Jörmundgander y Fenrir, que aun siendo muy jóvenes superaban en tamaño y ferocidad a cualquier otro miembro de su raza. Pero si estas gigantescas bestias resultaban impresionantes, mucho más terrible era su hermana Hel, que podría haber sido una hermosa muchacha si la mitad de su cuerpo no tuviera el aspecto de un cadáver a punto de corromperse.

Los hijos de Loki, por Emil Doepler (fuente).

domingo, 9 de marzo de 2014

El sol, la luna y los lobos del cielo

Como os comenté en mi última entrada he querido aprovechar la explicación sobre qué dioses hay detrás de los nombres de los días en inglés para iniciar una serie contando algunas de sus leyendas. Esta primera entrega está dedicada a dos hermanos que, aunque no son propiamente dioses, están identificados con el sol y la luna, los astros que acabaron dando nombre al Sunday y al Mo(o)nday.


Los primeros días


Cuando los dioses crearon Midgard, el que habría de ser hogar de los hombres, este se hallaba sumido en la oscuridad. Para remediarlo sembraron la bóveda celeste de chispas tomadas del mundo de fuego de Muspellsheim.

No se trata del Muspellsheim sino del volcán del Nyiragongo, pero da bastante el pego.

Pero para las dos chispas más brillantes tenían planeado otro destino: habrían de recorrer el cielo sobre grandes carros llevando la luz a su paso. A la mayor la llamaron Sol. Su brillo y el calor que desprendía era tan fuerte que hubieron de crear un gran escudo para evitar que consumiese a los caballos encargados de tirar del carro (aunque la leyenda no dice nada al respecto, uno sólo puede desear que la idea se les ocurriera antes del primer intento). Esto no fue necesario para la segunda chispa, bautizada Mani, cuyo brillo era más suave.

Una vez terminados los carros y aparejados los caballos, sólo faltaba encontrar quien se encargara de conducirlos a través del firmamento. No parece que ninguno de los dioses estuviera dispuesto a ocuparse de una tarea que, reconozcámoslo, no dejaba de ser un poco monótona, y que además no dejaba ninguna opción de tomarse días libres. Así que empezaron a buscar quien pudiera hacerse cargo del trabajo.

jueves, 27 de febrero de 2014

Los dioses de la semana inglesa

Nadie sabe a ciencia cierta por qué la semana tiene siete días, pero independientemente de cuántos fueran había que ponerles nombre. Todavía recuerdo cuando me enteré de que en castellano provenían de los dioses romanos y me pasé varios días discurriendo qué dios había prestado su nombre al Domingo (ese tipo de pequeños problemas que dejaron de tener sentido con el advenimiento de Internet).

Sin embargo hasta hace bastante poco no me ocurrió que algo similar debía haber ocurrido con los días de la semana en inglés. A pesar de la obviedad de que todos acabasen en day nunca me pregunté ¿día de qué, o de quién? Hasta que hace un par de años descubrí que estos nombres están relacionados con los antiguos dioses germánicos.

Y como la mitología es uno de mis hobbies, ¿por qué no hacer un pequeño repaso a los dioses que homenajea la semana inglesa y, de camino, contar alguna pequeña historia sobre cada uno? O, más bien, de sus equivalentes en la mitología nórdica, mejor conocida. Así surgió la idea de hacer una serie de entradas. La primera, ésta que estáis leyendo, contando a qué dios germánico homenajea cada día de la semana y en qué dios nórdico se convirtió. Posteriormente vendrán entradas dedicadas a cada uno de ellos, incluyendo alguna de sus leyendas asociadas.

lunes, 28 de octubre de 2013

En la víspera de noviembre, de Lady Wilde (leyenda irlandesa)

November Eve es una de las leyendas incluidas en Ancient Legends, Mystic Charms, and Superstitions of Ireland, de Lady Francesca Wilde (1821 - 1896). La traducción la he hecho yo mismo y aquí podéis encontrar su versión original. 




Fairy song
A fairy song, illustración de Arthur Rackham.
Se considera una muy mala idea entre los habitantes de la isla salir durante la víspera de noviembre a ocuparse de cualquier asunto, pues es cuando las criaturas mágicas tienen sus reuniones y no les gusta que las vean o las observen. Y todos los espíritus acuden junto a ellas y les ayudan. Pero los mortales deben quedarse en en casa, o sufrir las consecuencias, pues las almas de los muertos tienen poder sobre todas las cosas en esa noche del año, y celebran una fiesta con las hadas y beben vino tinto de las copas de las hadas, y bailan la música de los duendes hasta que la luna se oculta.

Hubo un hombre de pueblo que se quedó hasta tarde una víspera de noviembre pescando, y no pensó en duendes hasta que vio un gran número de luces agitándose, y una multitud pasando deprisa con cestas y sacos, todos riendo y cantando y divertiéndose mientras marchaban.

—Sois una alegre pandilla —dijo—, ¿hacia dónde os dirigís?

—Vamos a la feria —dijo un pequeño anciano que llevaba un elegante sombrero con una cinta dorada alrededor—. Ven con nosotros, Hugh King, y tendrás la más deliciosa comida y la más deliciosa bebida que hayas visto jamás.

—Y llévame esta cesta —dijo una pequeña mujer pelirroja.

Así que Hugh la agarró y fue con ellos hasta que llegaron a la feria, que estaba abarrotada con una multitud como no había visto en la isla en toda su vida. Y bailaban y reían y bebían vino tinto en pequeñas copas. Y había flautas, y arpas, y pequeños zapateros arreglando zapatos, y las cosas más hermosas del mundo para comer y beber, como si estuvieran en el palacio de un rey. Pero la cesta era muy pesada, y Hugh estaba deseando dejarla y poder ir a bailar con una pequeña belleza de largo pelo rubio que reía frente a él.

—Bueno, deja aquí la cesta —dijo la mujer pelirroja—, ya que veo que estás muy cansado —y la cogió y quitó su tapa, y de ella salió un pequeño anciano, el duende más feo y contrahecho que imaginarse pueda.

—Ah, gracias, Hugh —dijo el duende educadamente—, por haber cargado conmigo tan bien. Soy de miembros débiles, de hecho no tengo nada que pueda llamarse piernas. Pero te pagaré bien, mi buen amigo. Acerca las manos —y el pequeño diablo dejó caer sobre ellas oro, oro y más oro, brillantes guineas doradas—. Ahora vete —le dijo— y bebe a mi salud, y pásalo bien, y no tengas miedo de nada que veas u oigas.

Y le dejaron solo, salvo por el hombre con el sombrero elegante y el fajín rojo alrededor de su cintura.

—Espera un poco —dijo—, pues el rey Finvarra y su esposa se acercan a ver la feria.

Según hablaba se escuchó el sonido de un cuerno, y apareció un carruaje tirado por cuatro caballos blancos, y de él bajó un espléndido y solemne caballero vestido completamente de negro y una hermosa dama con un velo plateado sobre su cara.

—Este es el mismísimo Finvarra y la reina —dijo el pequeño anciano. Pero Hugh estuvo a punto de morirse el susto cuando Finvarra preguntó:

—¿Quién ha traído a este hombre?

Y el rey frunció el ceño y le miró tan sombriamente que Hugh casi se desmayó de miedo. Entonces todos rieron y rieron tan alto que todo pareció temblar y agitarse con el sonido de las risas. Y los bailarines se acercaron y bailaron alrededor de Hugh, e intentaron cogerle de las manos y hacerle bailar con ellos.

—¿Sabes quienes son estas gentes, y los hombres y mujeres que bailan alrededor tuya? —preguntó el anciano—. Míralos bien, ¿los habías visto antes?

Y cuando Hugh miró vio una muchacha que había muerto el año anterior, y luego otro y otro de sus amigos que sabía que habían muerto hacía mucho, y entonces vio que todos los bailarines, hombres, mujeres y muchachas, eran los muertos en sus largos sudarios blancos. E intentó escapar de ellos, pero no pudo, porque se arremolinaron a su alrededor y bailaron y rieron y lo agarraron por los brazos, e intentaron arrastrarlo al baile, y sus risas parecían atravesar su cerebro y matarlo. Y cayó ante ellos, como atrapado por el sueño, y no supo nada más hasta que le encontraron a la mañana siguiente acostado dentro del círculo de piedra de un fuerte de las hadas sobre la colina. Era evidente que había estado entre criaturas mágicas, nadie podía negarlo, ya que sus brazos estaban negros por el toque con las manos de los muertos cuando habían intentado arrastrarlo al baile. Pero ni una pizca del oro rojo que le había dado el pequeño diablo pudo encontrarse en su bolsillo. Ni una sola moneda dorada. Todo se había perdido para siempre.

Y Hugh regresó triste a su casa, porque ahora sabía que los espíritus se habían reído de él y lo habían castigado por haber molestado sus celebraciones de la víspera de noviembre, esa noche entre todas las del año en que los muertos pueden dejar sus tumbas y bailar a la luz de la luna sobre la colina, y los mortales deben quedarse en casa y no atreverse nunca a contemplarlos.


FIN

miércoles, 23 de octubre de 2013

El barco de los gigantes

Una tradición de Frisia del Norte cuenta que los gigantes también poseían una nave colosal, llamada Mannigfual, que navegaba constantemente alrededor del Océano Atlántico. Tal era el tamaño del barco que se decía que el capitán recorría su cubierta a caballo. El aparejo era tan extenso y los mástiles tan altos que los marineros que subían como jóvenes bajaban convertidos en hombres canosos, tras descansar y alimentarse en habitaciones dispuestas y aprovisionadas para este fin entre los enormes aparejos y poleas.

Por algún percance sucedió que el piloto una vez dirigió esta inmensa nave hacia el Mar del Norte, y queriendo regresar al Atlántico lo antes posible, pero sin atreverse a dar la vuelta en un espacio tan pequeño, puso rumbo hacia el Canal de Inglaterra. Imaginad la consternación general a bordo cuando vieron hacerse el paso más y más estrecho conforme avanzaban. Cuando llegaron al punto más estrecho, entre Calais y Dover, apenas parecía posible que el buque, llevado por la corriente, fuera capaz de forzar su paso. El capitán, con gran presencia de ánimo, ordenó rápidamente a sus hombres que enjabonaran los lados del navío, añadiendo una capa extra a estribor, donde se alzaban amenazantes los escarpados acantilados de Dover. Apenas se habían terminado de cumplir sus órdenes cuando el navío entró en el estrecho corredor y, gracias a las precauciones del capitán, se deslizó a través suya sin peligro. Sin embargo las rocas de Dover rascaron tanto jabón que desde entonces han permanecido blancos, y las olas que rompen contra ellas todavía tienen una particular apariencia espumosa.

Kriedefelsen an Englandküste
Acantilados blancos de Dover, fotografía de By JoyMamaMohrle (Own work) [CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons.
Fuente: El texto es una traducción propia de un fragmento de Myths of Northern Lands de H.A. Guerber.

miércoles, 15 de mayo de 2013

La nuera y la muerte

Hoy os traigo una curiosa (y breve) leyenda de la mitología Banyarwanda, que culpa de la existencia de la muerte en el mundo a una nuera de mal corazón. La encontré en el ebook El origen del mundo - Las Culturas Del África Subsahariana (hay más datos sobre la autoría en la nota al final de la entrada).


"En la mitología de los banyarwanda el dios creador y el apoyo de toda la gente banyarwanda fue Imana, visto como un dios generoso y piadoso. Los banyarwanda vivían en los viejos distritos de Ankole y Kigezi, bordeando Ruanda. Su territorio es muy montañoso y frío. Él gobernó sobre todos los seres vivos y les dio la inmortalidad, dando caza a un ser conocido como «Muerte». Según cuenta la leyenda banyarwanda, la Muerte era un animal salvaje y despiadado que representaba el estado de la muerte. Mientras Imana estaba de caza, todo el mundo se resguardaba o escondía, de manera que la Muerte no encontrase a nadie a quien cazar o en quien refugiarse. Pero un día, mientras cazaba, una anciana se arrastró hasta su huerto para recoger algunas verduras. La Muerte se escondió rápidamente bajo su piel y fue conducida al interior de la casa de la mujer, escondida en ella. La mujer murió por culpa de la Muerte. Tres días después del funeral de la anciana, su nuera, que la odiaba, vio grietas donde había sido enterrada, como si fuese a salir y volver a la vida. La chica rellenó las grietas con más tierra, golpeó el suelo con un pesado mortero y gritó: «¡Quédate muerta!». Dos días después, hizo lo mismo al ver más grietas en la tumba de la difunta. Tres días más tarde no había ninguna grieta donde verter tierra. Esto significó el final de la posibilidad para el ser humano de volver a la vida. La Muerte se había convertido en algo siempre presente. Otra leyenda dice que Imana castigó a la mujer dejando que la muerte viviera con el hombre."

Matt Hudson.



Nota:  El ebook de donde he sacado la leyenda es uno de los que venían preinstalados en un lector Papyre que se compró mi santa. En total eran siete libros breves, cada uno dedicado a la cosmogonía de una serie de pueblos distintos, todos ellos de autor anónimo. La verdad es que me extrañaba que alguien se molestase en recopilar leyendas de diversas partes del mundo y no dejase su nombre (ni, por supuesto, sus fuentes). 

Al buscar más información sobre la leyenda encontré una página dedicada a Imana en la Wikipedia en inglés, que reproducía casi exactamente el mismo texto que acabáis de leer atribuyéndoselo a Matt Hudson (de hecho he aprovechado para cambiar algunos términos que no habían quedado bien en la traducción original). Desgraciadamente no he sido capaz de encontrar mas información sobre este autor, ni de determinar si no sólo el texto es suyo, sino si también es el autor de todo el ebook, o incluso de toda la serie.

No sé si los creadores de Papyre seguirán incluyendo estos libros en sus modelos, pero me parece una gran falta de consideración hacia sus autores que los incluyan como anónimos y no citen las fuentes de los textos.

domingo, 27 de enero de 2013

La cacería salvaje (guía de supervivencia)

Si un día paseando por el campo escuchas el ulular del viento hacerse cada vez más fuerte, y en la distancia se acumulan nubes negras, lo mejor será que corras a buscar refugio. Porque probablemente tengas razón y se trate de una tormenta. Y tú estás preparado para soportar unas cuantas gotas, con tus botas de montaña impermeables y tu chubasquero nuevo (quítale la etiqueta ya, ¿de verdad piensas devolverlo luego?). Tal vez aciertes y eso que se acerca con el viento no sean más que nubes de lluvia. Tal vez.

Una lástima que no tengas a tu lado un antiguo vikingo (ya sé lo difícil que salir con vikingos: son muy poco puntuales y siempre olvidan sus citas. Quizás un estudiante de Erasmus noruego podría valernos en su lugar. Uno grande, si puede ser). Él te diría que estos fenómenos pueden ser los heraldos de un peligro aún mayor. Así que huye, vuelve corriendo a tu casa o, si no encuentras ningún refugio, arrójate al suelo y no levantes la cabeza oigas lo que oigas: a tu encuentro se dirige la cacería salvaje.

No, no es Gandalf guiñando un ojo.
Se trata de Odín, el errante,
de Georg von Rosen (Wikipedia).
Los pueblos del norte sabían que ese ruido es el eco de lejanos gritos de caza, y si dejas que te alcancen verás (¿no te había dicho que no levantases la cabeza?) que lo que habías tomado por nubes en realidad es una hueste de espíritus en pos de su presa, dirigidos un anciano tuerto montado en un caballo de ocho patas. Y si Odín se da cuenta de que estás ahí probablemente te invite a unirte a ellos en su cacería, de la que, si tienes suerte, quizás regreses. Ya sé que no suena muy bien, pero hazme caso, es una oferta que no puedes rechazar.

El objetivo será un gigantesco jabalí o una manada de caballos salvajes. Aunque, dependiendo del humor de Odín, puede que te toque perseguir a doncellas de blancos senos o ninfas de los bosques. Lo que es seguro es que más vale que te lo tomes en serio y hagas méritos ante el resto de los cazadores, pues sólo así te dejarán marchar al acabar la jornada. Eso, claro está, si no te ha partido en dos alguna presa no muy convencida de su papel en la obra, o has caído de tu montura y han pasado sobre ti el resto de jinetes (no te quejes, te avisé que no levantaras la cabeza).

sábado, 19 de enero de 2013

Los amigos del gato (leyenda africana)


Hace unas semanas, al pasar por la cocina, vi como mi Santa se afanaba en crear otra de sus estupendas tartas, esta vez decorada con animales de África. "Si le pones una jirafa entonces es como la leyenda de los amigos del gato", le comenté, y allí sobre la marcha surgió la idea de hacer dos entradas en paralelo, tarta y cuento a la vez. Aunque, como es habitual, ella fue mucho más eficiente que yo y la he tenido esperando mientras terminaba de escribir esta antigua leyenda africana, que nos explica cómo comenzó la relación entre la humanidad y los gatos. Para alegrar el relato he incluido fotos de detalles de la tarta, que podéis ver completa al final del cuento.




Nuestra historia empieza donde suelen hacerlo las leyendas: hace mucho, mucho tiempo. Estamos en la sabana africana. Amanece y los primeros rayos de sol nos revelan a un pequeño gato bebiendo en una charca solitaria. Está encogido, desconfía, levanta la cabeza tras cada sorbo y no vuelve a bajarla hasta estar seguro de que no hay ningún peligro cerca. No era fácil ser un gato: la comida es poca y los riesgos muchos. Nuestro amigo no es feliz con esta vida llena de sobresaltos. Pero claro, que otra opción tiene un pequeño gato de...

¡Croac!

¡Alarma! ¡Agacharse! ¡Uñas! ¿Qué ha sido eso? Se prepara para la huida, busca a su alrededor al autor el rugido que le ha sobresaltado.

¡Croac!

Un momento, eso no es un rugido, eso parece más...

¡Slurp!¡Croac!

Una enorme rana descansa sobre un montón de tierra que aflora del agua. Parece ajena al mundo que la rodea, pero entonces hay un restallido y la lengua vuelve a la boca llevando una libélula. El gato se acerca a la orilla lanzando miradas nerviosas a su alrededor y la llama:

—¡Psssssss!

La rana se vuelve lentamente, parece no encontrar nada que merezca su atención.

¡Croac! ¡Slurp!¡Croac!

 —¡Eh, tú! —insiste— ¡Aquí!

—Ya sé que estás ahí. Lo que no sé es por qué quieres interrumpir mi desayuno.

—Mira, déjalo, solo quería ayudar —mientras se marcha deja caer un consejo—. Con tanto ruido vas a acabar atrayendo a un cazador.

—Bah, cazadores... Se ve que no sabes con quién estás hablando.

El gato detiene su retirada. No deja de ser un gato, y aún es muy joven para saber lo que se dice de ellos y la curiosidad.

—¿No tienes miedo de los cazadores?

—¿Debería? —y se responde a sí misma—. No. Soy la reina de esta charca. Estos son mis dominios y en ellos actúo —¡slurp!— como se me antoja.

El gato no puede evitar sentirse fascinado por la calma que transmite ese pequeño animal, ajeno al miedo que siempre guía sus pasos. Entonces le asalta una idea genial.

—¿Puedo quedarme contigo? —la rana entorna los ojos, extrañada— Sin duda una gran reina como tú podría enseñar muchas cosas un pobre gato.

Y de camino podría disfrutar de tu protección, termina la frase en su cabeza. Su descarado halago parece hacer mella en la rana que detiene, por primera vez desde que empezó la conversación, su cacería.

—Ciertamente, ciertamente... ¿Por dónde podríamos empezar? ¿Te gustan las libélulas? Bueno, todo es acostumbrarse. De momento puedes quedarte ahí y contemplarme mientras termino el desayuno. Sabes, esto de cazar bichos voladores no es tan fácil como pudiera parecer, hace falta...

El gato asiente y finge prestar atención mientras deja que su cuerpo se relaje por primera vez en... no sabría decirlo. Mucho tiempo. Se estira para recibir mejor los rayos de sol. El lugar es un poco húmedo, pero puede acostumbrarse.

domingo, 28 de octubre de 2012

Kathleen, leyenda irlandesa (con una segunda interpretación)

Una muchacha de Innis-Sark tenía un joven y agradable novio que falleció en un desgraciado accidente, dejándola llena de tristeza.

Un atardecer, mientras lloraba desconsolada a un lado del camino, se acercó a ella una dama completamente vestida de blanco, que le tocó la mejilla diciéndole:

—No llores, Kathleen, tu amado está bien. Mira a través de esta guirnalda de hojas y lo verás. Está en buena compañía, y lleva una corona dorada en la cabeza y un fajín escarlata en la cintura.

Así que Kathleen cogió la guirnalda y miró a través de ella. En efecto, allí estaba su amado en medio de un gran grupo que bailaba sobre una colina. Estaba pálido, pero más bello que nunca, con la corona dorada ciñéndole la cabeza, como si le hubieran hecho príncipe.

Kathleen soñando con su amado.
(En realidad es una ilustración de Edward y George
Dalziel para una edición de 1865 de Cenicienta).
—Aquí dijo la dama, tengo una guirnalda mayor. Tómala, y cada vez que quieras ver a tu amado arranca una hoja y quémala. Se levantará una gran humareda y caerás en trance. Mientras estés en él tu amado te llevará a su lado a la colina de las hadas, donde podrás bailar con él toda la noche sobre la hierba. Pero no reces ni te persignes mientras esté brotando el humo o perderás a tu amado para siempre.

Desde ese momento se obró un gran cambio en Kathleen. Dejó de rezar y de asistir a misa, y ya nunca se persignaba. Pero cada noche se encerraba en su cuarto y quemaba una hoja de la guirnalda. Cuando surgía el humo caía en un profundo sopor. En esos momentos, aunque su cuerpo estuviera tendido en la cama, en realidad ella estaba lejos, en la colina de las hadas bailando junto a su amor. Era muy feliz en su nueva vida, y quería saber nada de curas, rezos o misas. En sus viajes ahora también estaban todos sus conocidos que habían muerto, que le daban la bienvenida ofreciéndole vino en pequeñas copas de cristal, pidiéndole que volviese pronto y se quedarse con ellos y su amado para siempre.

La madre de Kathleen era una buena mujer, honrada y piadosa, que se preocupó mucho del cambio de humor de su hija. Sospechando que había sido encantada por las hadas empezó a vigilarla. Una noche en la que Kathleen, como era habitual, se encerró en su cuarto, su madre se acercó sin hacer ruido y espió por una grieta de la puerta. Vio como Kathleen tomaba la guirnalda de su escondite, arrojaba una hoja al fuego y se levantaba una gran humareda, cayendo su hija sobre la cama en un profundo trance.

La mujer no pudo guardar silencio por más tiempo, pues había reconocido la obra del diablo. Cayó de rodillas y rezó en voz alta:

—¡María, madre, aleja los malos espíritus de esta niña!

E irrumpió en la habitación haciendo el signo de la cruz sobre la muchacha dormida, que inmediatamente se incorporó gritando:

—¡Madre! ¡Madre! ¡Los muertos vienen por mí! ¡Están aquí! ¡Están aquí!

Su cuerpo se agitaba con fuertes sacudidas. La pobre madre mandó a buscar al cura, que roció a la joven con agua bendita mientras rezaba por ella. Luego tomó la guirnalda de su lado y la maldijo. Instantáneamente las hierbas se convirtieron en polvo y cayeron al suelo formando un montón de cenizas. En ese instante Kathleen se tranquilizó, y pareció que los espíritus malignos la abandonaban. Pero estaba demasiado débil como para moverse, hablar o rezar. Y esa noche, antes de que el reloj diera las doce, falleció.

FIN

Leyenda de las islas occidentales de irlanda recopilada por Lady Jane Wilde Speranza (1821-1896). Traducción propia. Podéis ver descargar el original en inglés aquí.

Si habéis llegado hasta aquí quizá os estéis preguntando por la segunda interpretación a la que hace referencia el título. Pensad en lo que acabáis de leer: una leyenda de hadas y encantamientos, ¿verdad?

Eso pensé yo la primera vez. Pero tras pensar un poco en ella se me ocurrió otra interpretación de la historia: una joven en plena depresión por la pérdida de su novio se dedica a inhalar el humo de unas hierbas que le hacen tener alucinaciones. Llega un momento en que lo más importante para ella es su viaje de todas las noches y empieza a abandonar sus hábitos normales (no ira a misa en aquella época era algo serio, la gota que colmaba el vaso). Su madre se preocupa el día que la sorprende en un mal viaje y quema su reserva. Por supuesto, y para que la historia sea lo bastante ejemplarizante, la pobre muchacha acaba muriendo.

Esto no deja de ser una interpretación sin ninguna base, pero no me extrañaría que lo que pasó a la historia como una leyenda de espíritus no tuviera también su lado ejemplificador en un primer momento. Un cuentecito para disuadir a las jóvenes de jugar con ciertas hierbas.

Así que ya sabéis, niños y niñas, no aceptéis guirnaldas de desconocidos.

domingo, 14 de octubre de 2012

Descarga el ebook de "El último truco de Loki"

Cuando el dios de la luz Baldr empieza a tener pesadillas con su muerte la preocupación cae sobre Asgard. Hasta que Frigg, esposa de Odín, encuentra la solución perfecta: hacer jurar a toda la creación que no dañará a su hijo. Problema resuelto. O eso pensaban. No contaban con las tretas del dios del engaño Loki, que ponen en marcha una serie de acontecimientos que acabarían decidiendo su propio destino.

Acompañad a los dioses a través de fiestas, crímenes, viajes al infierno, venganzas y situaciones absurdas que acaban llenando de momentos de humor una de las mayores tragedias de la mitología nórdica.

Haz click sobre el icono correspondiente para descargar El último truco de Loki en formato epub o pdf (tamaño adaptado para lectores electrónicos).

El último truco de Loki es una reescritura con notas de humor de una de las leyendas claves de la mitología nórdica. También es un proyecto que desde el primer momento decidió no comportarse como se esperaba de él. Yo tenía desde hace tiempo una imagen en la cabeza procedente una antigua lectura: una fiesta en la que un grupo de dioses borrachos se divertían lanzando todo tipo de objetos y armas a uno de ellos, que no dejaba de reírse e incitarles a continuar.

Mi idea original era contar la historia de esa fiesta y el papel que había jugado en ella el taimado dios Loki. Pero conforme me fui documentando sobre el mito me di cuenta de que la historia de la fiesta quedaba incompleta sin contar el posterior viaje de Herrod al inframundo. Eso significaba hacer una entrada muy larga o partirla en dos, que fue lo que decidí. Y ahí entró en juego el humor (negro) que impregna muchas leyendas nórdicas. Porque cómo iba a contar el viaje de Herrod sin narrar la ceremonia en la que se encontraba mientras el resto de los dioses y como esta derivaba hacia el absurdo. Eso ya hacía tres entradas.

Bueno, una trilogía, eso siempre está de moda, pensé. Iluso. Porque eso significaría dejar fuera de la mayor parte de la narración precisamente el personaje que le había dado título. Mientras escribía (y leía) iba cayendo sin remedio rendido al encanto del dios embaucador. Y así dejó de ser una historia sobre el mito de Baldr para convertirse realmente en la narración de cómo Loki sellaba su destino en un último desafío a los dioses. Lo que iba ser una entrada, que en realidad eran dos pero se convirtieron en tres, acabaron siendo cuatro.

Y cada una más larga que la anterior: conforme escribía iba cogiéndole más cariño a los dioses nórdicos y sus andanzas, lo que se iba traduciendo en más detalles y más oportunidades donde deslizar alguna situación cómica y, como consecuencia, un mayor tiempo de espera entre entrada y entrada. Así surgió la idea de juntarlas todas en un archivo para facilitar su lectura, que podéis descargar en los iconos que están al principio de esta entrada.

Leedlo, disfrutadlo y, si os ha gustado, compartidlo (y dejadme algún comentario).

jueves, 11 de octubre de 2012

El último truco de Loki IV: El destino de Loki

Fimafeng se permitió un breve momento de descanso, el primero que se tomaba aquella noche, probablemente el primero en toda la semana. El esfuerzo había valido la pena; a su alrededor se desarrollaba la mejor celebración que habían visto nunca los salones de Aegir, dios del mar. Una lástima que no fuera a vivir para verla acabar.

Por supuesto Fimafeng no era en absoluto consciente de la cercanía de su muerte. De haberlo sospechado es posible que hubiera elegido estos últimos momentos para reunirse con sus seres más queridos, quizás recorrer los lugares de su juventud, o más probablemente esconderse debajo de su cama con la luz apagada intentando no hacer ningún ruido. O, tal vez, sabedor de la inmutabilidad de nuestro destino, habría querido esperar a la muerte haciendo justamente lo que le ocupaba en ese momento: rellenar las jarras de los dioses que se divertían a su alrededor mientras se preocupaba de que aquella fuera una fiesta realmente memorable

Eso es algo que nunca sabremos, porque ni él ni ninguno de los invitados eran conscientes de los acontecimientos que, irónicamente, iban precisamente a convertir esa noche en algo imposible de olvidar. Esa ignorancia era la que permitía que Fimafeng fuese de un lado a otro con una sonrisa de suficiencia que, más ironía, tanto estaba contribuyendo a que se acercase su final.

Realmente no le faltaban motivos para estar satisfecho. Era la primera vez que los dioses se reunían tras el funeral de Baldr. Su señor Aegir había pensado que una gran cena podía ser una ayuda para dejar atrás la tristeza por la pérdida del dios de la luz. Parecía estar funcionando, y gran parte del mérito era suyo.

Aegir y sus hijas preparando cerveza,
por C. Hansen (Wikipedia).
Había sido él quien había elegido cuidadosamente tanto la comida como su presentación, por no hablar de los días dedicados a seleccionar las mejores cervezas de la bodega de su señor (lo cual le había proporcionado tangencialmente momentos de gran alegría y grandes dolores de cabeza a la mañana siguiente). Pero de lo que estaba más orgulloso era de su idea de disponer estratégicamente planchas de oro por todo el salón de manera que ocultasen las antorchas al tiempo que reflejaban su luz, bañando la sala en un resplandor dorado. El efecto era ciertamente espectacular, como así le habían hecho saber en un momento u otro de la noche los todos los invitados. Aunque posiblemente sería más exacto decir todos menos uno.

Loki no estaba en absoluto de humor para felicitar a nadie. Mucho menos a esa cucaracha pretenciosa que se paseaba entre los dioses como si fuera uno de ellos. De haber estado ahí Thor haría tiempo que se habría percatado de las señales que advertían de la tormenta y, en nombre de las aventuras que habían corrido juntos, muy probablemente habría sido capaz de desactivarla antes de que fuese demasiado tarde.

Pero Thor se encontraba en esos momentos viajando por Oriente, y el resto de los dioses no eran conscientes del aumento del mal humor de Loki. Simplemente habían dejado de prestarle atención.

viernes, 24 de agosto de 2012

El último truco de Loki III: Viaje al inframundo

— ¿En qué momento se me ocurrió meterme en esto?

El espectro que le servía de guía se giró:

— ¿Decía algo el señor?

— Nada, no importa —respondió Hermod antes de volver a sumirse en sus pensamientos.

Claro que recordaba el momento en que se le ocurrió meterse en esto. Había sido justo después de que su madre Frigg se dirigiese a ellos sobre el cadáver de Baldr y pidiese un voluntario para traerlo de vuelta del inframundo. De entre todos los dioses él había sido el único que había reunido el valor, o la estupidez, suficiente como para presentarse voluntario. Por supuesto que el generoso número de cervezas que había estado tomando antes del asesinato tenía algo que ver con su ofrecimiento, pero también los otros dioses habían bebido abundantemente durante la fiesta y no por eso habían dado un paso al frente. También podría echarle la culpa al cariño que sentía por su madre o su hermano asesinado, pero tampoco era la verdadera razón. Lo que le había decidido a dar un paso adelante no era el alcohol o la familia, sino el deseo de ser tomado en cuenta.

Todos los demás dioses habían corrido grandes aventuras que contar en la mesa, heroicas búsquedas que los hombres narraban frente a sus hogares. Mientras que él, Hermod el ligero, solo era mencionado de pasada, llevando algún mensaje de los dioses. Él también quería tener su saga y si era necesario cabalgaría hasta el infierno helado de Helheim y arrancaría el alma de Baldr de las manos de la mismísima Hel en una gesta que los skalds cantarían en todos los salones de Midgard. O al menos esa era la teoría.

Su ardor guerrero empezó a enfriarse un par de noches después de salir de Asgard. Realmente es difícil no enfriarse cuando se recorren estepas heladas en las que el sol no es más que un tímido rayo que se asoma unos minutos para marcar la diferencia entre una noche y la siguiente. A su alrededor sólo había nieve y hielo. Y muertos, claro.

lunes, 9 de julio de 2012

El último truco de Loki II: Un funeral accidentado

En la anterior entrada habíamos dejado a los dioses rodeando incrédulos el cadáver de Baldr, dios de la luz, de lo bueno, lo puro y lo justo. Los dioses culpaban de su muerte a su hermano Hodur, el oscuro, pero lo que ni siquiera Hodur sabía era que detrás del asesinato estaba la mano de Loki, dios del fuego, de los trucos y el engaño, que había logrado escapar sin despertar ninguna sospecha.


Los dioses aún estaban asimilando lo que acababa de ocurrir cuando apareció en la sala una destrozada Frigg. La diosa se desplomó sobre el cuerpo sin vida de su hijo y durante unos instantes en la concurrida sala solo se escucharon sus sollozos.

Entonces Frigg se apoyó en el brazo de su esposo Odín y se volvió hacia el resto de los dioses:

—¿Quién de vosotros, que os llamabais amigos de mi hijo, quién se atreverá a bajar al Helheim a pedir a la diosa de los muertos su precio por dejarle volver entre nosotros?

Los dioses se miraron entre ellos incómodos. Una cosa es estar dispuesto a cederle a un amigo tu mejor escudo para su vida posterior, y otra muy distinta visitar el frío infierno donde penan las almas de aquellos que, por no haber muerto en combate, no tenían derecho a sentarse en el Valhalla.

—¿Nadie? —insistió Frigg—. ¿No hay nadie con el valor para devolverme a mi hijo y ganarse nuestro eterno agradecimiento?

Finalmente fue Hermod, otro de los hijos de Odín y Frigg, quien dio un paso al frente, para alivio del resto de los dioses. Un momento después se encontraba montado en Sleipnir, el caballo de ocho patas de Odín, dispuesto a iniciar su viaje. Mientras, el resto de dioses empezaba a preparar el funeral del Baldr.

Las últimas palabras de Odin a Baldr,
por W.G. Collingwood (Wikipedia).
Llevaron a tierra a Hringhorni, el barco de Baldr, el más grande en surcar nunca el mar, y dispusieron sobre él la pira funeraria, colocando alrededor sus armas, su caballo y otros enseres que le serían de utilidad en su nueva vida. Luego los dioses y muchas otras criaturas que habían amado al dios de la luz pasaron junto a la pira depositando regalos. El último fue su padre Odín, que dejó el famoso anillo mágico Draupnir, que si bien no servía para dominarlos a todos, sí que se dividía en ocho copias idénticas cada nueve noches. Antes de retirarse Odín susurró al oído de su hijo algo que nadie fue capaz de escuchar.

Una vez que todos hubieron presentado sus respetos a Baldr, llegó el turno de despedirse a su esposa Nanna. Pero el pesar de ver por última vez a su amado fue demasiado para el corazón de la diosa, que se desplomó sin vida y fue colocada junto a Baldr para acompañarlo en su último viaje.

La muerte de la bella Nanna terminó de enfriar el ánimo de los numerosos asistentes al funeral. En medio de un ominoso silencio los presentes se dispusieron a empujar el barco sobre el camino de troncos que le llevaría al mar. Una vez allí Thor sería el encargado de bendecir la pira con su martillo Mjöllnir antes de prenderle fuego.

Y aquí empezaron los problemas.

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