lunes, 31 de diciembre de 2012

Nochevieja robot

La última noche del año es una celebración muy emotiva en casa de las familias robot. Aunque cada vez menos frecuente, siempre existe la posibilidad de que la actualización anual de firmware borre los archivos de memoria de alguno de sus miembros.

martes, 18 de diciembre de 2012

Los frailes "zombies"

No puedo resistirme a traeros este párrafo que he encontrado hacia el final de La conquista de México de Hugh Thomas. Trata sobre impresión que causaron los primeros frailes mendicantes que llegaron al país tras la conquista, a partir de 1523. 

"Los frailes impresionaron especialmente a los tarascos. Los asombraba que vistieran de modo tan diferente de los otros castellanos, y por un tiempo supusieron que eran muertos y que sus hábitos eran mortajas. Imaginaban que, al acostarse, de noche, se convertían en esqueletos, que descendían al otro mundo, donde encontraban a mujeres. También suponían que el agual bendita servía para adivinar el futuro."

sábado, 8 de diciembre de 2012

La ciudad de la desorganización y el mal gobierno

Escondidas entre las páginas más solemnes de la Historia a veces se encuentran anécdotas que nos muestran que tanto no hemos cambiado y que, al fin y al cabo, en todas partes cuecen habas. ¿O sería mejor decir en todo tiempo? Hoy os traigo de una de mis favoritas, que acaeció en Sevilla allá por el siglo XV. Aunque en los hechos principales me mantenga fiel a la historia, tal y como la conocí en Tradiciones y leyendas sevillanas de José María de Mena, me he permitido añadir diálogos y personajes para reforzar la parte bufa de un hecho ya de por sí poco serio.

Y si queréis leerla más tranquilamente en vuestro libro electrónico, aquí podréis encontrar una versión en epub y mobi.




Todo comienza con una fuga y un rumor: el prisionero había conseguido salir de la ciudad. Sus partidarios habían fingido un entierro, esquivado a los alguaciles de la Santa Hermandad que guardaban las puertas dentro del ataúd. Pero de ser así todavía era posible rastrearlo: la única salida para los cortejos fúnebres era la Puerta Osario, llamada así por ser de donde partía el camino hacia el cementerio.  Y desde que se recordaba en Puerta Osario había un escribano encargado de tomar nota de todo entierro que saliese de la ciudad, llevándose unas monedas en el proceso (¿o es que pensáis que las tasas son un invento tan reciente?). Bastaba comprobar los registros y ver que todos se correspondían con personas realmente fallecidas. Y si no era así ya se encargarían los de la Santa Hermandad de arreglar ese pequeño detalle. Después de hacerle confesar donde estaba su compinche, claro está.

En seguida partió un capitán de la Hermandad hacia el ayuntamiento a requerir el registro de los entierros.

—¿El qué?

—El registro de los entierros.

—¿De los entierros ha dicho?

—Sí, el registro de los entierros.

—Perdona, pero no entiendo...

—¡El del escribano que toma nota en la Puerta Osario, me cago en...!

—Vale, vale. ¿Están seguros de que eso es aquí?... Un momento, no hace falta ponerse así, voy a preguntar... ¡Illo! ¿Tú sabes algo de un registro de los entierros? ¡Sí, de los entierros! ¡El del escribano de Puerta Osario!... Mire, aquí no tenemos nada de eso, pero siendo cosa de cobros para mí que eso lo debe llevar el regidor de Arbitrios.

Así que fueron en busca del regidor, suponemos que entre quejas de "y para esto me he pasado yo la mañana haciendo cola" o sus equivalentes de la época.

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