martes, 21 de noviembre de 2017

El rey, el heredero, el guapo y la infanta III: Las consecuencias


Supongo que debería empezar esta tercer y última entrada con algo tipo "En anteriores episodios de El rey, el heredero, el guapo y la infanta...", pero lo mejor es que si acabas de llegar primero eches un vistazo a la presentación de los personajes y a la historia de la aventura en España del heredero y el guapo.

El recibimiento


En el último episodio de El rey, el heredero, el guapo y la infanta habíamos dejado al príncipe Carlos inclinado sobre la borda del barco que le llevaba de vuelta a Inglaterra, quizás pensando en el recibimiento que le esperaba en casa. No en vano había puesto en peligro al heredero y único hijo del rey lanzándose voluntariamente a las manos de una potencia extranjera.
Uno podría esperar que el recibiendo de Carlos en Inglaterra sería el equivalente real de un cachete y un "Y a ver si la próxima vez nos lo pensamos un poquito antes de hacer nada". Todo lo contrario. El pueblo lo recibió como un héroe: cinco meses después de su huida el príncipe volvía de manos de los pérfidos papistas sin haber cedido un ápice en sus convicciones. A su paso se encendieron fuegos y reunieron multitudes para celebrar el regreso, componiéndose coplillas y rimas para la ocasión, como la que decía

On the fifth day of October
it would be treason to be sober.
El buen recibimiento no enfrió el enfado de Carlos. Si Felipe IV y Olivares pensaban sacar provecho de la visita del príncipe no pudieron medir peor las consecuencias.
Pero aquí vamos a aprovechar para cerrar el círculo y, al igual a cómo hicimos en su presentación, nos detendremos en cada uno de los protagonistas por separado.


Las consecuencias


El rey


Probablemente el más contento con el final de la aventura española del príncipe fue su padre: finalmente había logrado recuperar a su hijo y a su..., a su... bueno, a su favorito, el Duque de Buckingham. Pero los dos jóvenes ya no eran los mismos; volvían de España llenos de resentimiento y deseos de venganza.
Jacobo encontró cada vez más difícil mantener la política conciliadora que había caracterizado su reinado. Carlos maniobró en la corte y el Parlamento, usando a Buckingham para mantener a su padre apartado de Londres, en pos de una declaración de guerra contra España.
De esta época data una carta del rey a Buckingham en la que muestra el aprecio que sentía hacia su favorito:
"No puedo evitar enviarte esta carta, rezando a Dios porque pueda tener un alegre y agradable encuentro contigo, y que podamos celebrar esta Navidad un nuevo matrimonio que se mantenga en el futuro. Porque, así quiera Dios, lo único que deseo es vivir en este mundo para tu bien, ya que prefiero antes vivir desterrado en cualquier lugar de la tierra contigo antes que vivir una triste vida de viudo sin ti. Que Dios te bendiga, mi dulce niño y esposa, y permita que prestes siempre confort a tu padre y esposo."

Mientras la guerra se acercaba la salud del rey se deterioraba, hasta su fallecimiento el 24 de marzo de 1625. Sus contemporáneos no tuvieron en gran aprecio su reinado. Su carácter dubitativo, sus enfrentamientos con el Parlamento y sus desmesurados gastos ocultaron un importante hecho: sus veintidós años de reinado fueron, en general, pacíficos, un fenómeno raro en la historia de Inglaterra y casi de cualquier país europeo de la época. Una paz que sus súbditos no iban a tardar en echar en falta.
Aunque hoy en día su nombre aparece asociado a la traducción de la biblia que encargó y que lleva su nombre, siendo aún hoy en día la oficial de la Iglesia Anglicana.


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