lunes, 4 de enero de 2016

El Thrymskvida: de cómo Thor perdió su martillo y las andanzas que afrontó para recuperarlo

El Thrymskvida es un estupendo ejemplo de que adorar a un dios no significa que no puedas reírte a su costa. Este mito nórdico cuenta la difícil situación en que quedó Thor tras perder su martillo Mjolnir, y los sacrificios que tuvo que hacer para recuperarlo. También es una de las leyendas en las que Thor y Loki comparten aventuras, una muestra de que las películas de policías opuestos trabajando juntos es una idea que no es algo de nuestros días.

Lo que os voy a contar es mi versión personal del Thrymskvida. En lo fundamental sigue los hechos que aparecen en la Edda prosaica, pero me he permitido adornar un poco las situaciones incluyendo algo más de humor. No considero que esto altere el mito original; más bien continúa una tradición en la que las historias se transmitían oralmente, y donde cada narrador incorporaba su toque personal.



Thor en medio de un duro día de trabajo.
Via Wikimedia Commons.
Nuestra historia comienza con Thor volviendo a casa tras un duro día de labor arrasando aldeas y aplastando cráneos en Jotun, el mundo de los gigantes de hielo. Hoy en día podría parecernos algo salvaje, pero en aquella época eso de ir por ahí aplastando cráneos era una ocupación de la que un dios podía sentirse orgulloso. Ese había sido un día especialmente bueno (o malo, si eras un gigante de hielo), uno de esos días en que a Thor llegaba a dudar de que incluso su impresionante fuerza alcanzara para aplastar un cráneo más. Agotado, el dios decidió echarse a descansar. No había nada que temer; habría que recorrer muchos kilómetros para encontrar un gigante que conservara su cráneo intacto.
Asó una de las cabras que tiraban de su carro, con la tranquilidad de saber que a la mañana siguiente habría vuelto a la vida a partir de sus huesos. Esto resulta muy útil cuando sales de correrías, pero tiene el riesgo de que al cabo de un tiempo la carne de cabra se te empiece a repetir. Extendió su capa en el suelo y soñó con aldeas llenas de gigantes desprevenidos.

Al despuntar la mañana un descansado Thor enjaezaba de nuevo a sus cabras, una de las cuales le miraba con una expresión de mudo resentimiento (la otra también). No fue hasta que terminó de recoger sus cosas cuando se dio cuenta de que su martillo no estaba donde creía haberlo dejado al acostarse. El cansancio debía haber confundido su recuerdo, pensó mientras buscaba alrededor. Una hora, varios gritos y un par de docenas de árboles arrancados después a Thor no le quedó más remedio que aceptar la realidad: había perdido a Mjolnir.

Cuando logró apartar las imágenes de un ejército de gigantes avanzando hacia un indefenso Asgard, Thor se esforzó en decidir cuál debía ser su siguiente paso. La vergüenza le impedía avisar al resto de los dioses, pero había que hacer algo. Y rápido. Pero, ¿el qué? Lo cierto es en cuanto le sacaban de aplastar cráneos se bloqueaba, y esta era una situación en las que una mente ágil era más útil que un fuerte brazo.

Una mente ágil.

Claro.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...