sábado, 6 de mayo de 2017

Las cuentas de Agesilao

Agesilao II fue rey de Esparta entre el 398 y el 358 a. C. Dicen que era valiente, honrado y un gran jefe militar; el estereotipo de espartano que nos suele venir a la cabeza, aunque probablemente con los abdominales menos marcados y tendencia a llevar a la guerra algo más de armadura que una triste capa. Podríamos decir que era muy espartano y mucho espartano. 
Supongo que ser el jefe militar de la polis hegemónica haría que fuera bastante seguro de sí mismo. O, dicho de otro modo, que iba un poco sobrado. Al menos eso debía pensar Plutarco cuando incluyó la siguiente anécdota en sus Vidas paralelas
Cuenta Plutarco que los aliados de Esparta estaban algo molestos con Agesilao por llevarlos a la guerra todos los años sólo para satisfacer su encono contra Tebas, y se quejaban de que les obligara a seguirlo de aquí para allá cuando ellos aportaban bastantes más soldados que los espartanos. Aquí no puedo menos que imaginarme a Agesilao alzando una ceja y diciendo algo así como "Conque esas tenemos, piltrafillas", que seguro que en griego antiguo y dicho por un rey espartano tiene que sonar impresionante.
Mandó entonces Agesilao que los aliados se sentaran en un lado y los espartanos a otro. Así agrupados las fuerzas parecían descompensadas en favor de los aliados. Entonces Agesilao ordenó que se levantaran todos los alfareros. Cuando estos estuvieron en pie mandó alzarse a los latoneros. A estos los siguieron carpinteros, albañiles, y demás oficios, hasta que casi todos los aliados estaban de pie mientras los espartanos permanecían sentados. Entonces se volvió hacia los jefes aliados, que a esas alturas debían de tener las orejas bastante rojas, y entre risas les dijo: “¿Veis con cuántos más soldados contribuimos nosotros?” 

Agesilao espera a otro gobernante (bastante menos campechano que él) echado en la hierba (fuente).

lunes, 17 de abril de 2017

El origen español del símbolo del dólar y otras curiosidades

Pocos símbolos hay tan populares como la $ que representa al dólar o al dinero en general. Menos conocido es que la S rayada tuvo su origen en una moneda española; el real de a ocho, peso o, como fue llamado en norteamérica, el Spanish dollar.


El real de a ocho o peso duro fue una moneda acuñada en plata, con valor de ocho reales (con ese nombre quién lo diría, ¿verdad?). Empezó su andadura en 1497 y poco a poco se convirtió en la primera moneda de uso mundial, empleándose para comerciar desde EEUU hasta China (posición que, curiosamente, ocupa en nuestros tiempos el dólar, cuyo nacimiento tuvo bastante que ver con el real de a ocho). Debido a su importancia era común que pagarés o letras de cambio se referenciaran a dicha moneda. Y de abreviar pesos fue de donde surgió la $. Empezó como una p, con una s de menor tamaño a modo de superíndice. Con el tiempo la s fue superponiéndose a la p, hasta llegar al símbolo que conocemos hoy en día.

Evolución del signo del dólar (autor: WikedKentaur).

Aunque solemos asociar el símbolo $ al dólar, su primera aparición fue en México, donde sigue en uso para abreviar al peso.

Real de a ocho de 1759 junto con su descendiente, un peso mexicano de 2005
(Fuentes: real de a ocho de Sgh y peso).
Hay otras hipótesis sobre la procedencia del símbolo del dólar. Mi favorita es la que afirma que surge al imitar la figura de las columnas de Hércules y la banda con la leyenda plus ultra que aparecía en el reverso de los reales de a 8 (ver la imagen de arriba a la izquierda).
También hay quien ve en él resultado de unir las siglas US, al escribir la U sobre la S. En su contra está que el símbolo $ ya se usaba antes de que existieran los Estados Unidos (a mí personalmente me suena a "vamos a buscar una explicación que no dependa de nadie de fuera"). También hay quien cree que la S rayada proviene del 8 de los reales de a ocho


Aunque originalmente sólo quería hablar del símbolo $, mientras me documentaba he descubierto algunos hechos curiosos sobre el real de a ocho y su relación con el dólar.
Como comentaba al inicio, el real de a ocho era una moneda de uso mundial. Fue muy empleada, por ejemplo, en el comercio con China, ya que este país sólo admitía el pago en plata. Siendo así, no es extraño que fuera común en norteamérica cuando aún era colonia británica. Al comenzar la revolución, las trece colonias que luego formarían EEUU emitieron papel moneda respaldado por reales de ocho o Spanish dollars.
La palabra dólar viene de otra de las monedas de plata que se usaban en la época, el thaler de Bohemia (tálero en español). En norteamérica se conocía por su nombre holandés, daler, que acabó convertido en dollar. Cuando los EEUU consiguieron su independencia tomaron el real de a ocho como referencia para crear su moneda. Dólar y Spanish dollar coexistieron hasta 1857, en el que se eliminó el uso de monedas extranjeras en EEUU. Aún así la herencia del real de ocho siguió viva en la bolsa, donde las acciones se negociaron por octavos de dólar hasta 1997.
Y una última curiosidad: de peso duro, como también era conocido el real de a ocho, viene el popular duro (cinco pesetas), que tanto se usaba en España antes de la llegada del euro.

Moneda de 100 pesetas de 1999. O, popularmente, de veinte duros. Notad como todavía se conservan las columnas de Hércules con la banda que ya aparecían en los reales de a ocho (autor Serg!o).

 

Fuentes:

Páginas de Wikipedia del Real de a ocho, dollar y Spanish dollar.

domingo, 26 de marzo de 2017

El día en que Oso Erguido se convirtió en persona

La historia de las tribus indias de Norteamérica es una triste lista de derrotas y claudicaciones. Entre sus escasas victorias destaca una que no tuvo lugar en las praderas, sino ante una corte de justicia. Es la historia de como a Oso Erguido, jefe de los poncas, se le reconoció ser una persona.

Jefe Oso Erguido, de la tribu Ponca (fuente).

Los poncas


La tribu Ponca tenía su territorio en la actual Nebraska, donde el río Niobrara desemboca en el Missouri. Eran tierras fértiles, donde los poncas cultivaban maíz, hortalizas y árboles frutales.
A mediados del siglo XIX la tribu Ponca contaba unos ochocientos miembros, y ya había firmado tres tratados con los recién creados EEUU. En el último, firmado en 1858, los poncas cedían parte de sus tierras a cambio de que se les reconociera una reserva permanente junto al río Niobrara. El gobierno también se comprometía a proteger a los poncas de las incursiones de sus vecinos, además de a facilitarles una serie de recursos para ayudar a su desarrollo.

Recreación de una aldea Ponca para una producción televisiva de 1988 (fuente).
La ayuda prometida nunca llegó, y aunque la reubicación de parte de la tribu resultó bastante más dura de lo que habían supuesto, a finales de los años sesenta los poncas podían mirar al futuro con cierto optimismo.
Pero en 1868 los EEUU firman un tratado de paz con los sioux. Por error, entre los terrenos que se les adjudicaron se encontraban las tierras de los poncas. Esto se convirtió en una pesadilla para la tribu, que empezó a ser acosada por jóvenes sioux, que robaban sus caballos como pago por dejarles vivir en sus tierras.
Las continuas quejas de los poncas fueron ignoradas por el gobierno que se había comprometido a protegerlos. Sólo al cabo del tiempo accedió a concederles una pequeña indemnización a cambio de las pérdidas sufridas. Pero esto sólo fue un pequeño alivio antes del golpe definitivo.


viernes, 17 de febrero de 2017

Toneladas de vino y viajes por mar

Leyendo sobre historia naval descubro que en Inglaterra ya se usaba en la Edad Media el tonelaje para referirse al tamaño de un barco. Sin embargo no era una medida de masa, sino de capacidad. El nombre hacía referencia a la cantidad de toneles de un cierto volumen que el barco era capaz de transportar en sus bodegas. Su uso en Inglaterra fue importado de Francia gracias al cada vez mayor comercio marítimo entre ambas naciones, en especial el del vino, que se transportaba en dichos toneles.
La palabra, tanto en inglés como en castellano, procede de la francesa tonne, tonel grande. De hecho en inglés dio lugar a dos palabras distintas: tun, para la unidad de volumen, y ton (tonelada), para la masa.

Unidades inglesas para toneles de vino (Wikipedia).

Cuando, tras la revolución francesa, se estableció el sistema métrico decimal, sólo se establecieron prefijos hasta el miria, 10.000 veces. Pero como en el caso de la masa era insuficiente se adoptaron los nombres de unidades anteriores, y así fue como la tonelada tonel renació como tonelada métrica. Al menos la tonelada inglesa, que equivalía a unos 950 litros. También existió una tonelada castellana, pero ésta era más grande, de unos 1.500 litros. 
¿Será que en Castilla gustaba más el vino?


Fuentes:

viernes, 10 de febrero de 2017

Descarga "Fin de año, fin del mundo. Un relato de humor cósmico"

Pinchando en las imágenes del final de esta entrada podéis descargar las versiones para libro electrónico de Fin de año, fin del mundo. Un relato de humor cósmico. 



El pasado fin de año un pequeño grupo de adeptos se reunió en una solitaria playa para conjurar una terrible criatura más allá del tiempo que acabara con la especie humana. Evidentemente algo salió mal.

 EPUB Fin de año, fin del mundo.PDF. Fin de año, fin del mundo.

domingo, 29 de enero de 2017

Fin de año, fin del mundo (2): la invocación

(Aquí podéis encontrar la primera parte del relato, o descargar aquí la versión completa en pdf, epub o mobi).



III


—Ph'nglui mglw'nafh N'arjswel C'diz wgah'nagl fhtagn...

Rubén miró a su alrededor mientras el resto del grupo repetía las palabras del salmo. Cinco figuras reunidas alrededor de un pentagrama trazado a orilla del mar, rodeados por un círculo de antorchas. No eran el equipo que esperaba, pero no podía quejarse: después de tanta espera al fin había llegado la hora. La invocación había comenzado; pronto de las profundidades se alzaría un horror más allá de toda descripción para poner fin a una era de decadencia, de locura, de... teléfonos móviles.

En la tranquilidad de la playa la voz de Madonna repetía machaconamente que el tiempo pasa, pero muy despacito.

El Sumo Sacerdote miró como su Condestable de la Orden buscaba desesperado su teléfono bajo la túnica. Cuando las grandes mangas le dejaron al fin atrapar el aparato levantó los ojos en tono de disculpa mientras decía:

—Es Salvador. Le dije que le llamaría antes de que empezáramos y se me olvidó. —Sin esperar respuesta se llevó el teléfono al oído.— Dime, rápido... Sí, ya hemos empezado... Lo sé, lo sé... Sí, un primo mío...

Rubén abrió la boca para soltar un exabrupto, pero Carlos fue más rápido:

—¡Dile que ahora soy yo el Guardián de la Puerta!

El Condestable de la Orden, asintió.

—Dice Carlitos que ahora él es el nuevo Guardián de la Puerta. —Mirando de nuevo a Carlos, respondió.— Que te lo has creído, que cuando vuelva se lo devuelves.

—¡Ah, se siente! —replicó el nuevo Guardián de la Puerta haciendo burlas.

—¿Qué tal por allí? —continuó sin hacerle caso—... ¡Qué mamón! Aquí estamos muertos de frío... Oye, tengo que dejarte, que Rubén se está impacientando. Dale recuerdos a Marta.

En realidad Rubén estaba pensando diferentes maneras, dolorosas todas, de hacer pagar a su Condestable por la interrupción, pero impacientarse podía describirlo también.

sábado, 31 de diciembre de 2016

Fin de año, fin del mundo (1)

(Aquí puedes descargar el relato completo para leer en tu libro electrónico). 

Foto de Unsplash.

I


A orillas del mar una figura envuelta en una túnica marchaba con pasos firmes, salpicando arena con cada zancada.

—Hace más de una hora que deberían estar aquí.

Una segunda figura, con una túnica exactamente igual a la suya, se volvió en su dirección.

—Tranquilízate Rubén, vendrán. Deberías estar contento de que haya encontrado a alguien con tan poco tiempo —se giró de nuevo hacia el mar—. Disfruta del paisaje, quién sabe cuándo podrá la humanidad volver a disfrutar de una noche como ésta.

 —Si todo sale bien, nunca. Esta noche limpiaremos la tierra de advenedizos, pusilánimes y... —se quedó mirando a su interlocutor—. Esteban, se te ha olvidado quitarle la etiqueta a la túnica.

Esteban empezó a palpar su atuendo, mirando en mangas, cuello, hasta que finalmente Rubén se acercó y le arrancó el trozo de cartón que colgaba de su capucha. Valiente falta de cuidado. Ya no hay compromiso con lo que se hace. Se ha perdido la seriedad, el respeto...

Perdido en sus pensamientos volvió a sus paseos orilla arriba y abajo. Podía apreciar la belleza del mar, el reflejo de la luna y todo lo demás, pero no dejaba de considerarlo distracciones. Lo importante ahora era su objetivo. Y como el imbécil de Álvaro no apareciera pronto perderían la ventana y tendrían que esperar otro año. Y ya había aprovechado para cantarles las cuarenta a demasiadas personas como para volverse atrás.

—¿Estás seguro de que estaremos tranquilos aquí? —preguntó, intentando apartar la idea de su cabeza.

—Seguro —respondió Esteban señalando hacia las luces que se atisbaban en el horizonte, tierra adentro—. En invierno por aquí sólo pasan hippies, guiris y las lanchas de los narcos, pero hoy están todos en el pueblo celebrando el fin de año.

—Que celebren —dijo con una sonrisa—, que aprovechen su última noche —apostilló antes de volverse hacia la tercera figura que poblaba la, por lo demás, desierta cala.

—Carlos, ¿qué hora...? —se interrumpió. Carlos parecía estar intentando hacer desaparecer su cabeza entre las mangas de su túnica— ¿Se puede saber qué cojones estás haciendo?

Decir que Carlos llevaba una túnica podía transmitir una imagen equivocada; más bien la túnica lo llevaba a él. Rubén había comprado todas las túnicas (imprescindibles si queremos hacerlo con propiedad, no pienso discutir en esto) de la misma talla: la suya. Y todo lo que Rubén tenía de alto lo tenía Carlos de... bueno, digamos que su figura no era lo que se dice imponente. Sentado sobre la arena recordaba más a un montón de ropa esperando la colada que a un cultista a punto de desatar horrores inimaginables

lunes, 21 de noviembre de 2016

Contar mal los años, el nombre de los meses y una pequeña decepción

Cuando se enseña matemáticas en secundaria, en especial en primero, es normal que aparezcan ejercicios en los que se pide calcular cuántos años han pasado entre dos fechas, o cuántas veces se repite algo a lo largo de un cierto número de meses. Para entretener a mis alumnos (como si las matemáticas no fueran ya lo bastante apasionantes de por sí, ¿verdad?) y que, de paso, adquieran algo culturilla general, me gusta contarles algunas anécdotas históricas alrededor del calendario.

Fragmento de un calendario romano que se veía fugazmente en la introducción de la (gran) serie Roma, de la HBO.

Me falta un año


Así, les digo que cuando calculamos, por ejemplo, cuántos años han pasado desde el año dos antes de Cristo hasta el cinco después de Cristo, aunque hagamos bien la operación (que es lo que a mí me importa en ese momento) el resultado no es del todo correcto. Pero antes, ¿cuántos años creéis vosotros que van desde el año 2 a.C hasta el 5 d.C?

Posiblemente muchos hayáis contestado siete, que es la cuenta que también hacemos nosotros en el aula: dos antes de Cristo más cinco después hacen siete, ¿no? (en realidad en clase contamos el 2 a.C como -2 para así practicar con los números negativos, pero el resultado es el mismo).

Pues no, en realidad desde el año 2 a.C hasta el 5 d.C pasaron sólo seis años. Y no hace falta que reviséis vuestra cuenta, lo que está mal (aunque sólo desde el punto de las matemáticas) es que inconscientemente hemos contado un año 0 que, en realidad, no existió. Cuando se fijó el calendario, allá por la Edad Media, se colocó el año 1 d.C justo después del 1 a.C., sin paso intermedio.

A la izquierda vemos los años que irían desde el 2 a.C. o -2 hasta el 5 d.C: siete, que coinciden con la operación matemática de calcular la distancia desde -2 a 5. Pero si quitamos el año 0, como ocurre en realidad, sólo pasan seis años.
Puede que matemáticamente no sea del todo correcto, pero ¿os imagináis lo raro que sería hoy en día hablar, no ya del año 0, sino del siglo 0 o el milenio 0, como habría que hacer si nos tomamos las cosas con propiedad?


Meses, ¿los nombras o los cuentas?


Otra cosa que me gusta contar en clase es de dónde vienen los nombres de los meses. Para los romanos el año empezaba en marzo y, mientras que los cuatro primeros meses (marzo, abril, mayo y junio) tenían nombres "propios" (junio por a diosa Juno, por ejemplo), a partir de ahí se limitaban a llamarlos el mes quinto (nuestro julio), sexto (agosto), séptimo (por septiembre)... y aquí algunos empiezan poner esa cara que tanto nos gusta a los profesores de cuando se dan cuenta de repente de algo... octavo/octubre, noveno/noviembre y décimo/diciembre. Incluso alguno pregunta, ¿pero de verdad es así? como si no pudieran creerse que los meses tienen nombres tan vulgares como un simple número (¿simple un número? ¿Quién ha dicho eso?).

¿Y enero y febrero? Ah, es que esos vinieron después. ¿Después? Sí, al principio los romanos sólo tenían 10 meses. El tiempo que iba desde diciembre a marzo, el invierno, no servía para mucho a una sociedad rural que durante esos meses no tenía que hacer nada en los campos ni podía marcharse a guerrear. Evidentemente esto fue muy al comienzo, en seguida se dieron cuenta de que ese espacio de tiempo también había que medirlo de alguna forma y surgieron enero y febrero.

Por si os habéis quedado con la curiosidad (a mí me pasó también), he mirado en Wikipedia el significado de los nombres que no son números y, aunque de algunos no está muy claro, viene a ser así:
  • Enero: en honor del dios Jano. A primera vista parece que el nuestro nombre no tiene mucho que ver, pero el paso fue ianuarius -> januairo -> janero -> enero.
  • Febrero: por el dios Februus (Plutón), "dios de las ceremonias de purificación que se llevaban a cabo en este mes para expiar las culpas y faltas cometidas a lo largo del año que acababa, y para comenzar el nuevo con buenos augurios" (Wikipedia). Algo que me recuerda los propósitos de año nuevo de hoy día.
  • Marzo: dedicado a Marte.
  • Abril: no está muy claro, quizás por Venus (Aprus en etrusco) o por las flores que se abren (aperire) en este mes.
  • Mayo: por Maya (madre de Mercurio) o, quizás, para honrar a los antepasados o Maiores.
  • Junio: consagrado a Juno o, tal vez, a los descendientes o Iuniores.


Mi pequeña decepción


Cuando les cuento a mis alumnos el por qué de los nombres de los meses también les comento la razón por la que julio y agosto dejaron de llamarse quinto y sexto. Tras la muerte de Julio César, Marco Antonio quiso honrar a su amigo, protector y aliado dándole su nombre al mes de su nacimiento. Esto indirectamente provocó que, cuando años después Octavio Augusto se coronó como primer emperador de Roma, fuera necesario hacer algo, pues no iba a tener Julio su propio mes y el gran Augusto ninguno. Y de ahí tenemos nuestro agosto.

Es más, según cuenta la leyenda, en aquel entonces el mes sexto tenía sólo 30 días frente a los 31 de recién nombrado julio. Inconcebible, ¡cómo iba a ser el gran Augusto menos que su reverenciado tío! Así que le quitaron un día al pobre febrero, que por entonces todavía contaba con 29 días, para dárselo al mes del emperador.

Esto les encanta a mis alumnos; es una explicación curiosa y sorprendente a esa anomalía en la que todos hemos pensado alguna vez al mirar el calendario. Desgraciadamente me acabo de enterar de que es falsa. Picado por la curiosidad, me puse a buscar de dónde venían los nombres del resto de meses y he descubierto que, según parece, esta apropiación de un día por parte de agosto es una invención posterior, y que se conservan testimonios de calendarios anteriores a Augusto donde febrero tiene los mismos 28 días con los que le conocemos hoy día. Para alguien tan aficionado a las leyendas y las explicaciones curiosas de nuestro mundo cotidiano ha sido una pequeña tragedia. Aunque, por el lado positivo, a cuenta de eso fue cuando me planteé escribir esta entrada.



Commodo, 180-192 dc, collez. albani.JPG
Busto del emperador Cómodo
(Sailko - Own work, CC BY 3.0, Link)

Bola extra


Aunque no todo iban a ser decepciones, buscando por ahí (santa Wikipedia) encontré que Augusto no había sido el único emperador que había dado su nombre a un mes, aunque sí el único cuyo nombre perduró. Otros, como Nerón, Calígula o Domiciano también dieron a algunos meses su nombre o el de sus familiares. Aunque ninguno llegó hasta los extremos de Cómodo (sí, el malo de Gladiator), que renombró a todos los meses según sus propios nombres adoptivos, quedando (de enero a diciembre) como Amazonius, Invictus, Felix, Pius, Lucius, Aelius, Aurelius, Commodus, Augustus, Herculeus, Romanus y Exsuperatorius. Modesto que era el caballero.

sábado, 15 de octubre de 2016

¿Problemas para formar gobierno? ¿Y si probamos con este método del papado medieval?

Cuando en España vamos camino de un año con un gobierno provisional, hay quien mira hacia otros países buscando inspiración: qué hacen ellos para evitar periodos de parálisis como el que sufrimos, en la que ningún candidato es capaz de reunir los apoyos suficientes para gobernar. Yo os propongo otro tipo de búsqueda, no sólo hacia afuera, sino también hacia atrás. En el tiempo, se entiende. Unos siete siglos y medio (semana arriba, semana abajo).



El largo cónclave


Como si fuera una novela negra, nuestra historia empieza con una muerte: la del papa Clemente IV a finales de 1268. Pero no se trata de un asesinato (o no lo parece, que en esta época tampoco es como para estar muy seguro cuando se trata de muertes de personajes poderosos), y el problema no es encontrar al asesino, sino al sucesor.

Como la muerte tiene lugar en Viterbo, ciudad de Italia central, la tradición marca que se dirijan hacia allí los diecinueve cardenales electores (en realidad eran veinte, pero uno de ellos se quedó en la corte del rey de Francia y murió antes de que ser resolviera la sucesión). Y allí empezaron los problemas.

Porque los cardenales estaban, digamos, algo divididos. Simplificando diríamos que se trataba de un partido Francia - Resto del mundo. Los franceses eran mayoría, pero insuficiente como para imponer un candidato. Aunque lo que sí podían era impedir que se nombrara a cualquier otro. Os va sonando, ¿no?

Yo casi puedo imaginarme las discusiones en la catedral de Vitervo, unos diciendo "Hay que elegir ya al Papa por responsabilidad", otros con "No estamos dispuestos a dar nuestro apoyo a un representante de la vieja Iglesia" y seguro que alguno saldría con un "¿Y si buscamos a un candidato independiente?". El caso es que los días pasaban y el asunto no se resolvía. Los cardenales habían cogido ya la rutina de votar, comprobar que seguía el bloqueo y luego volverse a sus residencias a seguir con sus cosas.

En aquella época no había medios de comunicación que hicieran llamamientos ni editoriales pidiendo responsabilidad a unos u otros, pero eso no quita para que la gente empezara a mosquearse con la situación. Así hasta que, después de un año sin resultados, el podestá (gobernante) de Vitervo decidiera tomar cartas en el asunto y encerrara a los cardenales en el palacio papal de la ciudad impidiéndoles salir hasta que terminaran su trabajo.

Palacio papal de Viterbo. No da la impresión de que los cardenales fueran a estar muy a disgusto aquí. (Imagen de K.Weise)

Pero se ve que el palacio debía ser cómodo, porque pasó un año y parte del otro y los cardenales seguían erre que erre. Se decidió entonces por atacar la situación por otro ángulo. Concretamente, por el estómago, reduciendo las raciones de los cardenales.

Ni por esas.

No fue hasta que no se amenazó a los electores con quitar el techo del palacio que al fin se desbloqueó la situación, nombrando a una comisión de seis cardenales que acabarían eligiendo, tres años después de la muerte de su antecesor, al Papa Gregorio X.



Ubi periculum, o más vale que elijáis pronto por la cuenta que os trae


Gregorio X, creador de
las Ubi periculum.(Wikipedia)
Fue precisamente en el papado de Gregorio X cuando se aprobaron las normas Ubi periculum, pensadas para evitar que se repitiera el bloqueo. Y debieron ser efectivas, porque los dos siguientes cónclaves duraron sólo uno y nueve días, respectivamente. De ahí a preguntarse si servirían para romper el bloqueo en España sólo va un paso.

La cosa sería más o menos así: se empezaría encerrando a los diputados en el Congreso (con uno o dos asistentes para ayudarles en su labor) y tirando la llave. Allí tendrían que vivir hasta que se llevase a cabo la elección, sin poder salir salvo en caso de enfermedad. Para evitar presiones externas (o, más bien, para meterles más presión) les quitaríamos los móviles, tabletas junto con cualquier otra cosa que les permitiera tener contacto con el exterior (con esto alguno seguro que ya está dispuesto a votar a quién hiciera falta). Y que nadie piense que se reformaría el edificio para crear dormitorios. Allí estarían todos arrebujados, con todo lo más unos lienzos de tela colgados para darles algo de intimidad.

Además durante las discusiones estarían prohibidas las promesas o sobornos, ni se le podría forzar a ningún candidato a comprometerse a hacer algo una vez elegido presidente.

Ciertamente estas últimas condiciones no parece que facilitaran llegar a un acuerdo, pero para eso tenemos los incentivos: si al tercer día no se ha llegado a ningún acuerdo las comidas se reducirían a sólo una al día. Y si al noveno siguen si decidirse se les dejaría a pan y agua hasta llegar a un acuerdo.

No sé vosotros, pero para mí que después de un par de semanas a pan y agua, sin móvil, sin poder salir y teniendo que aguantar los ronquidos del diputado de al lado todas las noches, me da a mí que a alguna decisión llegarían.

Otra cosa será que luego no nos arrepintiéramos del resultado, claro.



Fuentes


La verdad es que estuve bicheando bastante por la web y hay alguna página que no recuerdo. Concretamente hay una que explicaba la Ubi periculum con más detalle, pero no he sido capaz de volver a encontrarla (nota mental: la próxima vez que vea algo interesante añadirla a favoritos). Quitando esto la información ha salido básicamente de las páginas de Wikipedia Elección Papal de 1268-71 y Ubi periculum (esta última en inglés).

miércoles, 31 de agosto de 2016

Lucio Domicio Enobarbo o cuando es mejor pensarlo dos veces antes de actuar

Leyendo una biografía de Julio César me he encontrado con una curiosa anécdota. Su protagonista es Lucio Domicio Enobarbo, un aristócrata romano que hubiera deseado haberse parado a pensar un poco antes de actuar. En particular en cosas como, por ejemplo, su propio suicidio.

Estamos en el año 49 a.C. Julio César acaba de cruzar el Rubicón, iniciando una guerra civil y, de paso, creando una expresión que sigue usándose 2.000 años después. Para detenerle el Senado confía en su antiguo aliado Cneo Pompeyo Magno. Pompeyo es consciente de que César tiene ventaja en Italia, mientras que las fuerzas del Senado son mayoría fuera de la península. Así que ordena una retirada hacia Grecia, donde espera reclutar un ejército con el que aplastar la insurrección. Le acompañan numerosos senadores, que abandonan la península a regañadientes.

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Julio César frente al río Rubicón. El derecho romano fijaba que ningún general podía cruzarlo al frente de sus tropas. Al franquearlo César se declaraba en rebeldía e iniciaba la Segunda Guerra Civil de la República Romana.
No está entre ellos Lucio Domicio Enobarbo. Miembro de una importante familia aristocrática, Domicio tiene una inquina personal hacia César. Sus últimos años han sido una continua lucha política contra él y sus aliados. Una lucha bastante poco afortunada, además. Por si fuera poco acababa de ser nombrado gobernador de la Galia, sustituyendo al propio César, y por culpa de la rebelión no iba a poder disponer de su cargo. Ser gobernador significaba todo un honor, una posición de poder y confianza por parte del Senado. Eso sin tener en cuenta la posibilidad de llenarte los bolsillos hasta arriba estrujando todo lo posible a tus gobernados. Pero por culpa de ese traidor va a quedarse compuesto y sin provincia.

La cólera le domina. No va a retirarse con el rabo entre las piernas; se enfrentará a César y le parará los pies, demostrando de lo que está hecho un auténtico romano. 

jueves, 14 de julio de 2016

Corsarios, comerciantes y contrabandistas, una separación bastante porosa

Recientemente he terminado de leer Piratas: filibusterismo y piratería en el Caribe y en los Mares del Sur (1522-1725), de Jean-Pierre Moureau. Y aunque no me ha terminado de convencer sí he descubierto algunos datos que me han resultado bastante curiosos, de esos que según leía iba pensando esto tengo que contarlo en el blog. Por cierto, que aunque de Moureau se vende como un análisis de la piratería en general, en realidad se centra en los corsarios franceses, así todo lo que voy a contar se refiere a este país y al periodo que abarca los siglos XVI y XVII.

Para empezar hay que distinguir entre corsarios y piratas. Por si alguien no lo tiene claro, un pirata sólo busca su propio provecho, asaltando, robando y matando para conseguirlo, mientras que el corsario... bueno, el corsario sólo busca su propio provecho, asaltando, robando y matando para conseguirlo. La diferencia es que el corsario tiene permiso: una patente de corso por la que el rey, a través de un almirante o gobernador, le autoriza a atacar barcos, ciudades o haciendas de sus enemigos. Mientras que el pirata es la escoria de los mares, perseguido por todos, el corsario es (o se supone) un honrado emprendedor que ha visto una oportunidad de negocio al tiempo que cumple con un servicio hacia su país. País que, de camino, cobra impuestos sobre el botín conseguido.

Marooned (close up)
Pirata abandonado en una costa perdida, un castigo reservado a aquellos que se rebelaban o cometían alguna falta grave. Debía ser bastante habitual, pues lo ingleses llegaron a acuñar un término para designar la acción: marooning (dibujo de Howard Pyle).

Corsarios y comerciantes


Una cosa que he descubierto con la lectura es que, aparte de los corsarios de guerra, había otro grupo bastante más minoritario que acababan en el corso casi sin haberlo buscado. Lo formaban comerciantes cuyo barco había sido asaltado por fuerzas extranjeras. El agraviado podía presentar su caso ante las autoridades y, tras un proceso que podía alargarse meses, si estas juzgaban que, en efecto, el ataque había sido injusto le entregaban una carta de represalia que le autorizada a recuperar lo perdido tomándolo por la fuerza del país agresor. Pero no así a lo loco, que aquí somos gente honrada (que autorizamos a asaltar a cualquier barco o ciudad sin provocación previa, pero honrada): sólo podría ejercer el corso hasta saquear, perdón, hasta resarcirse de una cantidad igual a la que se había juzgado como perdida. Además a la vuelta debía presentar sus capturas para que la autoridad le diera el visto bueno (y cobrar su parte, que aquí no se daba nunca puntada sin hilo).

Estos patentes de corso a modo de represalia podían darse incluso durante periodos de paz. Aquí uno puede preguntarse (al menos yo lo hice): si habían acabado las hostilidades, ¿cómo se había producido el agravio original? Y no menos importante, ¿no echarían a perder este tipo de acciones la paz tan duramente conseguida?

jueves, 23 de junio de 2016

Ragnarök, el ocaso de los dioses

(Puedes bajarte esta entrada en PDF, EPUB o MOBI)

Llega la hora de cerrar esta larga serie dedicada a los dioses vikingos. Y como no hay mejor forma de acabar que por el final, vamos precisamente a esto, al final. Pero no a un final cualquiera, sino a EL FINAL. El final de todo; el Ragnarök o destino de los dioses. Los acontecimientos que llevarán no sólo a la desaparición de los habitantes de Asgard, sino de nuestro propio mundo.
Una de las curiosidades de la mitología nórdica es que los dioses son perfectamente conscientes de que este momento llegará. Las profecías indican incluso cómo morirá cada uno de ellos. Esto le da un toque fatalista que resulta un contrapunto muy llamativo con los toques de humor que también aparecen en sus leyendas.
Me he dedicado a contar la historia adornando un poco la narración, pero sin cambiar los hechos. Podéis encontrar la versión original en los Eddas, aunque en la Wikipedia en inglés hacen un resumen bastante bueno. Ah, y todas las imágenes son de Wikimedia Commons.
Pero bueno, ya me estoy enrollando demasiado. Empecemos.



En todas las épocas hay siempre voces que alertan del fin del mundo: lleva lloviendo cuarenta días ¡es el fin del mundo!; la peste negra ¡es el fin del mundo!; hay armas nucleares ¡es el fin del mundo!; el programa que controla el arsenal de EEUU se ha vuelto inteligente y está creando robots con la cara de Schwarzenegger... Espera, esa última creo que se ha colado.
Nuestra historia está plagada de épocas oscuras que no han impedido que la humanidad continuara su camino. Quizás por eso nosotros, ingenuos habitantes de Midgard, no seremos conscientes de nuestro destino hasta que sea demasiado tarde. Porque está escrito que llegará una época de odios y enfrentamientos que superará a todas las anteriores. Serán días de espadas y hachas, de tormentas y lobos. Las guerras se generalizarán, degeneraran las costumbres y los hermanos yacerán unos con otros.
Y justo cuando el último optimista se asome a la ventana y diga (poco antes de que su vecino le invite a ver de cerca cómo de afilada está su hacha): "Bueno, al menos ya no puede ir a peor", justo en ese preciso momento se desatará el Fimbulvetr, el terrible invierno. Tres años de hielo, frío y nieve que acabarán las últimas esperanzas de la humanidad.
En su travesía diaria Sol contemplará el sufrimiento de los hombres y llorará por ellos. Su caminar se volverá menos firme y, como está profetizado, tanto ella como su hermano Mani (Luna) serán alcanzados por los lobos que los persiguen desde el inicio de los tiempos. Serán devorados y su sangre caerá sobre la tierra helada. 

Los lobos a punto de alcanzar a Sol y Mani (fuente).

Desaparecerán las estrellas, temblará la tierra, se derrumbarán las moradas de los hombres, se romperán todos los sellos y lo que ha estado atado volverá a ser libre. Libres quedarán el gran lobo Fenrir y el terrible perro Gram, que guarda la entrada del inframundo. Libre será la gran serpiente Jörmundgander, que se agitará en su prisión del fondo del océano levantando olas que anegarán la tierra. Y libre quedará Loki, padre de Fenrir y Jörmundgander, clamando por su venganza.

lunes, 8 de febrero de 2016

Frigg (y las mujeres de largas barbas)

Con Frigg acabo el repaso a los dioses que dieron lugar a los nombres ingleses de los días de la semana. A esta diosa está dedicado el día de Frigg, Frige's Day o  Frīġedæġ en inglés antiguo. Frigg es la diosa de la fertilidad, el amor conyugal, la maternidad y las artes domésticas y reina de los Aesir. Única con derecho a sentarse en el Hlidskjalf junto a su esposo Odín, desde donde contemplan los nueve mundos. Reside en su propio palacio, el Fensalir, la más espléndida de la moradas de Asgard, donde reúne a los esposos que han tenido vidas virtuosas en la Tierra para que disfruten de su compañía después de la muerte. En sus ratos libres teje con su rueca las nubes que adornan el cielo, rueca que los vikingos situaron en el cielo en lo que nosotros consideramos el cinturón de Orión.

FriggSpinning
Frigg hilando las nubes, por John Charles Dollman (Wikipedia).

Con todo este currículo uno esperaría que Frigg tuviera un papel más importante en las sagas, pero su rol en ellas se define a partir de su papel como madre (es Frigg quien desvela a Loki el secreto que lleva a la muerte a su hijo Baldr) o esposa. Su relación con Odín es buena, pero dista de ser perfecta. En el Lokasenna Loki le echa en cara que compartiera cama con los dos hermanos de su esposo. Aunque cuando sucedió Odín llevaba tanto tiempo ausente de Asgard que le habían dado por muerto; sus hermanos Vili y Ve se dividieron sus pertenencias, compartiendo los favores de la diosa hasta el retorno de Odín.

En otra ocasión Frigg profanó una estatua de Odín arrancándole parte de su oro para construirse un collar. Cuando Odín descubrió el robo colocó a la estatua a la puerta del templo donde estaba, hechizándola de forma que fuera capaz de hablar para acusar al culpable en el momento en que éste pasara ante ella. Temiendo verse descubierta Frigg buscó a quién estuviera dispuesto a destrozar la estatua a cambio de concederle sus favores. Cuando Odín descubrió la doble traición montó en cólera y abandonó Asgard durante un tiempo.

Aun cuando su convivencia era buena Frigg y Odín eran demasiado orgullosos como para no aprovechar cualquier oportunidad de intentar quedar por encima del otro. Un ejemplo es el Grímnismál que ya os traje por aquí, en el que los esposos se encaprichan cada uno de un hijo del rey Hrauthung, desatándose una competición que en seguida se vuelve sucia.

Otra de estas ocasiones, con la que aprovecho para despedir a la diosa y al ciclo de los días de la semana, es la que acabó dando el nombre a una de las tribus bárbaras de las que se repartieron el antiguo Imperio Romano.

lunes, 4 de enero de 2016

El Thrymskvida: de cómo Thor perdió su martillo y las andanzas que afrontó para recuperarlo

El Thrymskvida es un estupendo ejemplo de que adorar a un dios no significa que no puedas reírte a su costa. Este mito nórdico cuenta la difícil situación en que quedó Thor tras perder su martillo Mjolnir, y los sacrificios que tuvo que hacer para recuperarlo. También es una de las leyendas en las que Thor y Loki comparten aventuras, una muestra de que las películas de policías opuestos trabajando juntos es una idea que no es algo de nuestros días.

Lo que os voy a contar es mi versión personal del Thrymskvida. En lo fundamental sigue los hechos que aparecen en la Edda prosaica, pero me he permitido adornar un poco las situaciones incluyendo algo más de humor. No considero que esto altere el mito original; más bien continúa una tradición en la que las historias se transmitían oralmente, y donde cada narrador incorporaba su toque personal.



Thor en medio de un duro día de trabajo.
Via Wikimedia Commons.
Nuestra historia comienza con Thor volviendo a casa tras un duro día de labor arrasando aldeas y aplastando cráneos en Jotun, el mundo de los gigantes de hielo. Hoy en día podría parecernos algo salvaje, pero en aquella época eso de ir por ahí aplastando cráneos era una ocupación de la que un dios podía sentirse orgulloso. Ese había sido un día especialmente bueno (o malo, si eras un gigante de hielo), uno de esos días en que a Thor llegaba a dudar de que incluso su impresionante fuerza alcanzara para aplastar un cráneo más. Agotado, el dios decidió echarse a descansar. No había nada que temer; habría que recorrer muchos kilómetros para encontrar un gigante que conservara su cráneo intacto.
Asó una de las cabras que tiraban de su carro, con la tranquilidad de saber que a la mañana siguiente habría vuelto a la vida a partir de sus huesos. Esto resulta muy útil cuando sales de correrías, pero tiene el riesgo de que al cabo de un tiempo la carne de cabra se te empiece a repetir. Extendió su capa en el suelo y soñó con aldeas llenas de gigantes desprevenidos.

Al despuntar la mañana un descansado Thor enjaezaba de nuevo a sus cabras, una de las cuales le miraba con una expresión de mudo resentimiento (la otra también). No fue hasta que terminó de recoger sus cosas cuando se dio cuenta de que su martillo no estaba donde creía haberlo dejado al acostarse. El cansancio debía haber confundido su recuerdo, pensó mientras buscaba alrededor. Una hora, varios gritos y un par de docenas de árboles arrancados después a Thor no le quedó más remedio que aceptar la realidad: había perdido a Mjolnir.

Cuando logró apartar las imágenes de un ejército de gigantes avanzando hacia un indefenso Asgard, Thor se esforzó en decidir cuál debía ser su siguiente paso. La vergüenza le impedía avisar al resto de los dioses, pero había que hacer algo. Y rápido. Pero, ¿el qué? Lo cierto es en cuanto le sacaban de aplastar cráneos se bloqueaba, y esta era una situación en las que una mente ágil era más útil que un fuerte brazo.

Una mente ágil.

Claro.


jueves, 5 de junio de 2014

Thor, el protector de la humanidad: de cómo obtuvo su martillo

Siguiendo nuestro recorrido por los días de la semana llegamos al jueves, día que los romanos dedicaron al dios Júpiter (Jovis díes) y que los antiguos ingleses convirtieron en el Thunor's Day o día de Thor, que derivó al actual Thursday. Como este dios da bastante juego he decidido dividir la entrada en dos. Hoy os hablaré un poco sobre la figura de Thor y cómo consiguió su famoso martillo Mjolnir. Para una segunda parte quedará cómo lo perdió y lo que tuvo que hacer para recuperarlo. En ambas leyendas tendrá especial protagonismo el dios Loki, con el que comparte varias sagas. Como es costumbre cerraremos con el destino que espera a Thor en el Ragnarok.


El protector de los hombres


Cuando, resguardados en sus hogares, los antiguos vikingos oían el rugir del trueno sabían que podían estar tranquilos, Thor había llegado para salvarlos. Él era el encargado de defender el reino de los hombres, Midgard, de los ataques de los gigantes del hielo, que para los pueblos del norte tomaban la forma de tormentas, ventiscas y otros fenómenos meteorológicos violentos. Este rol de protector de la humanidad hizo de Thor una de las principales deidades del panteón nórdico, superado solamente por Odín, el padre de todos.

Hijo de Odín y de Fjörgyn, la personificación de la tierra, representa la unión entre esta y el cielo, simbolizado en el rayo que va de uno a otro. Era esposo de Sif, la del pelo dorado, aunque también estuvo unido, entre otras, a la giganta Jarnsaxa. De esta unión fue fruto Magni que, junto con su hermanastro Módi (también hijo de Thor aunque se desconoce el nombre de la madre), tendrá gran importancia cuando llegue el ocaso de los dioses.

Aunque las leyendas no suelen pararse a describir a los dioses, parece que Thor era pelirrojo, con barba, de semblante serio, bastante fornido y con frecuentes arrebatos de mal genio. Salvo alguna excepción en que optó por usar la cabeza, su forma de actuar era bastante directa: si alguien molestaba, martillazo; si me han mirado mal, martillazo; si tengo la más ligera impresión de que se han burlado de mí, martillazo. Digamos que era más de pegar primero y preguntar después.

Una muestra del mal genio de Thor: en el funeral de Baldr mandó de una patada a la pila funeraria al enano Litr sólo por cruzarse en su camino cuando estaba enfadado (fuente).

miércoles, 7 de mayo de 2014

Odín, el padre de todos, y la leyenda de Grímnismál

Seguimos con el repaso a las versiones nórdicas de los dioses que dieron nombre a los días de la semana inglesa. Hoy es turno del Wednesday, palabra que tiene origen en el Woden's Day o día de Woden, equivalente anglosajón del Odín nórdico. Como se está convirtiendo en costumbre primero hablaré un poco sobre el dios en general, para luego centrarme en contaros una de sus leyendas, tal y como yo la imagino. Terminaremos con el destino aguarda al dios cuando llegue el Ragnarok.



El padre de todos


Con este apodo, el padre de todos, es como suele aparecer citado Odín en las sagas nórdicas. La razón no es que fuera el padre de bastantes dioses, incluyendo algunos de los más conocidos como Thor, Tyr o Baldr (cada uno de una madre distinta), sino porque también es uno de los tres dioses que crearon la raza humana al inicio de los tiempos.

Odín es un dios de la guerra, al que se encomendaban los vikingos antes de entrar en combate, pero también es el dios de la sabiduría, el sacrificio o la poesía. Entre sus aficiones está liderar la cacería salvaje y, sobre todo, acudir a los campos de batalla donde decide, a partir de los gestos de valor de los héroes, a qué bando conceder la victoria. Aunque cierta vez el dios Loki le echó en cara anteponer sus inclinaciones personales al mérito de los combatientes.

Odhin by Johannes Gehrts
Odín retratado por Johannes Gehrts
con sus cuervos, lobos y lanza (fuente).
Finalizado el combate se retira seguido por las almas de los guerreros, recogidos por su séquito de valkirias, camino del Valhalla. En este gigantesco salón los guerreros se divertirán luchando entre ellos y disfrutando de grandes banquetes hasta que sean convocados para unirse a los dioses en la batalla final contra gigantes y criaturas del mal, el Ragnarok.

Odín ocupa el lugar de honor en Asgard, el mundo de los dioses, en un trono situado junto al de su esposa Frigg. Desde allí vigila los hechos de hombres, dioses y gigantes con la ayuda de sus dos cuervos, Hugin (pensamiento) y Munin (memoria). Además también cuenta con Sleipnir, un veloz caballo de ocho patas, y con los lobos Geri y Freki (voraz o codicioso). Entre sus posesiones más preciadas están el anillo Draupnir, que cada nueve días se divide en ocho más y Gungnir, una lanza que cuando se arroja nunca falla su blanco, y tan sagrada que los juramentos que se hacen sobre ella no pueden violarse.

Uno de los rasgos más destacados del dios es que es tuerto; sacrificó uno de sus ojos para beber de la fuente que custodiaba el gigante Mimir. A cambio recibió el don de la sabiduría y la capacidad de preveer el futuro (aunque según la leyenda el conocimiento del futuro de Odín puede deberse también a consultas a oráculos). Este don se convierte también en una maldición, ya que Odín es consciente de que llegará el fin de su raza en el Ragnarok.

Odin disguised as a Traveller
Odín caracterizando como Gandalf caminante
en una representación de 1914 (fuente).
Al margen de su vertiente guerrera no es raro que Odín prefiera utilizar el ingenio, el disfraz y la mentira para salirse con la suya. Le gusta caracterizarse como un viajero que recorre las tierras de hombres y gigantes apoyado en su callado, luciendo una gran barba blanca, envuelto en una capa azul y tocado con un sombrero, una imagen en la que Tolkien reconoció haberse inspirado para crear a Gandalf el Gris.

Así es como aparece, por ejemplo, en la leyenda que os traigo hoy, el Grímnismál. Originalmente un poema que pone en boca de Odín un repaso a la cosmogonía nórdica y la organización de Asgard para terminar con un repaso de los nombres que ha tomado el dios. Un tema un poco árido pero que gana interés por añadidos posteriores en los que se cuenta en qué situación se hallaba Odín al recitar el texto. Lo que os cuento a continuación es una versión bastante libre que, aunque respeta los hechos fundamentales, incluye mi propia interpretación de las motivaciones de los dioses, siendo un ejemplo de lo peligroso que es que los dioses se aburran y de como una riña conyugal en el cielo puede acabar influenciando a los reyes de la tierra.




Grímnismál, o como los caprichos de los dioses marcan el destino de los reyes


Odín era un dios bastante activo. Cuando no estaba recorriendo los campos de batalla con sus Valkirias, se disfrazaba para visitar el mundo de los hombres o burlar a algún gigante. Hasta que llegaba el invierno. Entonces los caminos se volvían difíciles, la mar peligrosa y los hombres dejan a un lado sus diferencias en espera de mejor tiempo. Incluso los gigantes se limitaban a enviar tormentas de hielo, y su hijo Thor ya le había dejado muy claro que él solo se bastaba para ocuparse de eso, gracias.

Y Odín se aburría. Siempre tenía la opción de pasar por el Valhalla a ver a los muchachos. Compartir fanfarronadas con los héroes era divertido. Durante un rato. Incluso él tenía un límite al número de veces que podía escuchar cómo tal o cual guerrero derrotó práctimente solo a tal o cual ejército. Eso a pesar de que muchas de esas historias solían acabar antes de tiempo cuando alguien se levantaba gritando que él había estado allí y lo recordaba de otra forma, y que si quería se lo demostraba ahora mismo, lo que solía dar paso al tradicional lanzamiento de jarras y a la no menos tradicional pelea multitudinaria que acababa con el suelo sembrado de moribundos en espera de ser mágicamente curados para continuar la fiesta un día más.

martes, 25 de marzo de 2014

Tyr, el dios manco de la guerra

Continuamos el repaso a los dioses de la semana inglesa. Hoy nos detendremos en Tyr, la versión nórdica del dios de la guerra germánico Tiw, cuyo Tiw's Day se convirtió en el Tuesday anglosajón. Tras una pequeña introducción os contaré la leyenda sobre cómo Tyr perdió su mano derecha, para terminar comentando brevemente el trágico destino del dios (al final del texto tenéis unos botones para salvar la entrada como pdf o epub por si os resulta más cómodo leerlo en vuestra tablet o libro electrónico).


Un dios antiguo

 

Al adaptar los nombres de los días romanos los pueblos germánicos identificaron a Tiw con Marte, pero Tiw/Tyr era algo más que eso. También fue el dios de la justicia, el honor o el sacrificio. Parece que se trataría de uno de los dioses más antiguos e importantes (Tyr significa dios en noruego arcaico), que fue siendo desplazado por la cada vez mayor popularidad de Woden/Odín, que en las sagas nórdicas se convertiría en el padre de Tyr. Esta pérdida de favor se tradujo en que Tyr aparece escasamente nombrado en dichas sagas, a pesar de ser considerado como uno de los dioses principales y merecedor de uno de los doce lugares de honor en Asgard

Cosa curiosa para un dios de la guerra, Tyr es manco de su mano derecha, la de la espada. La historia de cómo el dios perdió su mano es una de las más populares de la mitología nórdica, y una de las pocas donde Tyr tiene algo de protagonismo. Aun así su papel es menor al lado de su verdadero protagonista, una de las bestias más famosas y terribles para los vikingos, el gigantesco lobo Fenrir.


De cómo Tyr perdió su mano

 

Nuestra historia comenzó como un rumor que circulaba por Asgard, el mundo donde residían los dioses. Se decía que últimamente a Loki se le veía mucho por Jötunheim, el mundo de los gigantes, y que incluso se había encaprichado de una giganta. Al principio Odín no prestó atención a las habladurías, ni siquiera cuando escuchó que el dios había tenido tres hijos con la giganta Angrboda. Loki era así, y él mismo había tenido algún escarceo con gigantas en el pasado. Pero cuando se enteró del aspecto de las criaturas empezó a preocuparse seriamente.

Aunque pronto dedicaremos una entrada a hablar del padre de los dioses hay una cosa que deberíais saber de él: es tuerto. Bueno, en realidad lo importante no es que le falte un ojo, sino cómo lo perdió. Lo sacrificó a cambio de poder beber de la fuente de la sabiduría, obteniendo la capacidad de vislumbrar el futuro. Uno podría pensar que este es un poder estupendo, que ya nos gustaría tenerlo nosotros. Pero eso sería siempre que lo que vieras no fueran imágenes de cómo el mundo se encamina hacia su destrucción en una gigantesca batalla final donde perecerán tus seres queridos, claro.

En estas trágicas visiones tenían un papel destacado unas criaturas que coincidían con la descripción que le habían dado de los hijos de Loki y Angrboda. Odín se había jurado hacer cuanto pudiese por cambiar lo profetizado, o al menos atenuar sus consecuencias, y esta podía ser una buena oportunidad. Reunió a un grupo de AEsir (los dioses de Asgard) y les mandó que trajeran ante él a las criaturas.

En efecto eran tal y como se rumoreaba: una serpiente y un lobo, llamados Jörmundgander y Fenrir, que aun siendo muy jóvenes superaban en tamaño y ferocidad a cualquier otro miembro de su raza. Pero si estas gigantescas bestias resultaban impresionantes, mucho más terrible era su hermana Hel, que podría haber sido una hermosa muchacha si la mitad de su cuerpo no tuviera el aspecto de un cadáver a punto de corromperse.

Los hijos de Loki, por Emil Doepler (fuente).

domingo, 9 de marzo de 2014

El sol, la luna y los lobos del cielo

Como os comenté en mi última entrada he querido aprovechar la explicación sobre qué dioses hay detrás de los nombres de los días en inglés para iniciar una serie contando algunas de sus leyendas. Esta primera entrega está dedicada a dos hermanos que, aunque no son propiamente dioses, están identificados con el sol y la luna, los astros que acabaron dando nombre al Sunday y al Mo(o)nday.


Los primeros días


Cuando los dioses crearon Midgard, el que habría de ser hogar de los hombres, este se hallaba sumido en la oscuridad. Para remediarlo sembraron la bóveda celeste de chispas tomadas del mundo de fuego de Muspellsheim.

No se trata del Muspellsheim sino del volcán del Nyiragongo, pero da bastante el pego.

Pero para las dos chispas más brillantes tenían planeado otro destino: habrían de recorrer el cielo sobre grandes carros llevando la luz a su paso. A la mayor la llamaron Sol. Su brillo y el calor que desprendía era tan fuerte que hubieron de crear un gran escudo para evitar que consumiese a los caballos encargados de tirar del carro (aunque la leyenda no dice nada al respecto, uno sólo puede desear que la idea se les ocurriera antes del primer intento). Esto no fue necesario para la segunda chispa, bautizada Mani, cuyo brillo era más suave.

Una vez terminados los carros y aparejados los caballos, sólo faltaba encontrar quien se encargara de conducirlos a través del firmamento. No parece que ninguno de los dioses estuviera dispuesto a ocuparse de una tarea que, reconozcámoslo, no dejaba de ser un poco monótona, y que además no dejaba ninguna opción de tomarse días libres. Así que empezaron a buscar quien pudiera hacerse cargo del trabajo.

jueves, 27 de febrero de 2014

Los dioses de la semana inglesa

Nadie sabe a ciencia cierta por qué la semana tiene siete días, pero independientemente de cuántos fueran había que ponerles nombre. Todavía recuerdo cuando me enteré de que en castellano provenían de los dioses romanos y me pasé varios días discurriendo qué dios había prestado su nombre al Domingo (ese tipo de pequeños problemas que dejaron de tener sentido con el advenimiento de Internet).

Sin embargo hasta hace bastante poco no me ocurrió que algo similar debía haber ocurrido con los días de la semana en inglés. A pesar de la obviedad de que todos acabasen en day nunca me pregunté ¿día de qué, o de quién? Hasta que hace un par de años descubrí que estos nombres están relacionados con los antiguos dioses germánicos.

Y como la mitología es uno de mis hobbies, ¿por qué no hacer un pequeño repaso a los dioses que homenajea la semana inglesa y, de camino, contar alguna pequeña historia sobre cada uno? O, más bien, de sus equivalentes en la mitología nórdica, mejor conocida. Así surgió la idea de hacer una serie de entradas. La primera, ésta que estáis leyendo, contando a qué dios germánico homenajea cada día de la semana y en qué dios nórdico se convirtió. Posteriormente vendrán entradas dedicadas a cada uno de ellos, incluyendo alguna de sus leyendas asociadas.

miércoles, 1 de enero de 2014

Mr. Scrooge

Scrooge miraba fijamente la ventana por dónde acababa de desaparecer el espíritu de las navidades pasadas. Trató de cerrarla, pero las manos le temblaban tan violentamente que era incapaz de deslizar el pestillo. Se las quedó mirando: arrugadas, llenas de manchas y venas azules, las manos de un hombre que se acercaba al final de su vida. Una vida que... 

"¡Tonterías!", exclamó mientras se lanzaba sobre su escritorio. Sus manos, de nuevo firmes, rebuscaban entre los cajones, arrojando al suelo pagarés, facturas, contratos. "¡Tonterías!". Tenía que estar por ahí, recordaba perfectamente haberla guardado sin pensar en tener que utilizarla nunca.

Al fin la encontró en medio de un fajo de letras de cambio. Él era Ebenezer Scrooge, y nunca había tenido que rendir cuentas a nadie. Su vida era suya, suyas sus decisiones, y ningún espíritu demoníaco tenía derecho a decirle cómo tenía que haberla vivido.

Acarició los bordes de la pequeña tarjeta mientras leía "¿A quién vas a llamar? Cazafantasmas."
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