Mostrando entradas con la etiqueta Historia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Historia. Mostrar todas las entradas

martes, 8 de junio de 2010

Las comunidades africanas y su adaptación al medio

Recientemente he vuelto a la lectura de Africa: a Biography of the Continent, de John Reader. Hace unos meses ya os traje aquí una reflexión que el autor hacía en la introducción, en la que subrayaba el hecho de la tremenda multiplicación de los humanos que escaparon de África, frente al mucho menor aumento de población entre los que se quedaron. Más adelante, en el libro, apunta una posible explicación, basada en que una población dispersa era la mejor apuesta en un hábitat con abundantes enfermedades parasitarias que se cebaban en las aglomeraciones. El capítulo en cuestión termina con los siguientes párrafos:

"A través de la mayor parte de su historia evolutiva, la población humana en África ha vivido en grupos relativamente pequeños, demostrando que las personas son perfectamente capaces de vivir pacíficamente en pequeñas comunidades por milenios sin establecer ciudades y estados. De hecho, su contribución más distintiva a la historia de la humanidad ha sido precisamente el civilizado arte de vivir de forma agradablemente pacífica juntos sin formar estados. Como África fue la cuna de la humanidad sería reconfortante creer que las pacíficas pequeñas comunidades fueron una forma ideal de existencia. Pero, sin embargo, como todo lo demás en la historia de la evolución del hombre, las pacíficas pequeñas comunidades en África fueron una respuesta ecológica; aseguraban la supervivencia en un entorno hostil de suelos pobres, clima errático, hordas de plagas, y una variedad de parásitos transmisores de enfermedades mayor que en cualquier otro lugar de la tierra.

En África, las personas estaban forzadas. Debido a que habían evolucionado allí como una expresión de la diversidad ecológica del continente, paralelamente con un número infinito de otros organismos, cualquier intento de explotar el sistema para su beneficio exclusivo llevaba el riesgo del desastre y la extinción. Su continua supervivencia fue resultado de su capacidad de adaptación, y de su habilidad para acomodarse a las realidades ecológicas a las que se enfrentaban, incluyendo depredadores, parásitos y enfermedades. Los emigrantes que dejaron el continente hace 100.000 años se liberaron de sus ataduras. Éste es el por qué se multiplicaron de unos cientos a más de 300 millones en el año 1.500 d.C. mientras que la población de África había aumentado de 1 millón a sólo 47 millones."

lunes, 7 de junio de 2010

Mambrú sí fue a la guerra

Mambrú se fue a la guerra,
¡qué dolor, qué dolor, qué pena!,
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuando vendrá.
do-re-mi, do-re-fa,
no sé cuando vendrá.

 A escuchar esta canción infantil nunca me hubiera imaginado que:
  1. Tiene trescientos años, que
  2. Mambrú fue un personaje histórico, y que
  3. originalmente fue una canción cantada por soldados en campaña.
Mambrú fue, en realidad, John Churchill, duque de Malborough, que estuvo al mando de las tropas inglesas durante la Guerra de Sucesión Española. La canción la compusieron las tropas francesas burlándose de su enemigo, al que dieron erróneamente por muerto tras la batalla de Malplaquet, en 1709 (Malbrough s'en va-t-en guerre, / mironton, mironton, mirontaine). Aunque, según leo en Wikipedia, la melodía parece ser aún más antigua, de origen árabe y llevada a Francia por los cruzados. 

La canción acabó popularizándose en Francia y de allí pasó a España de la mano de los borbones, donde el impronunciable Malborough se convirtió en el más castizo Mambrú.

lunes, 24 de mayo de 2010

Los señores del hierro de África. La expansión Bantú

Cuando en el siglo XIX los primeros exploradores europeos se internaron en el África Subsahariana desde la costa del Índico se llevaron una agradable sorpresa. Dentro de los preparativos de su expedición se habían asegurado de llevar, los que no lo conocieran, un intérprete de KiSwahili, el lenguaje hablado en la costa. Sin embargo eran conscientes de que una vez tierra adentro tendrían que apañarse como pudiesen para hacerse entender en regiones donde los mercaderes de la costa nunca se habían internado.

Pero cuando llegó el momento descubrieron que la lengua que hablaban los pueblos del interior era parecido al KiSwahili de la costa. Y por mucho que se internaran en el continente esta similitud se mantenía, entre pueblos distantes a miles de kilómetros y pertenecientes a grupos étnicos distintos, cubriendo un área que se extendía desde una línea horizontal uniendo el Golfo de Guinea con el Índico hasta el extremo sur del continente, abarcando la mayor parte del África Subsahariana. 

A los hablantes de estas lenguas se les denominó Bantúes (bantú significa gente). Hay entre 300 y 600 lenguajes Bantú en el África subsahariana, con una distancia entre sus extremos de 6000 km con montañas, savana, ríos, desierto y bosque ecuatorial, hablados hoy por cerca de 400 millones de personas.

En seguida surgió la pregunta: ¿cómo era posible que pueblos de grupos étnicos distintos y separados miles de kilómetros entre sí mantuviesen lenguajes tan similares? La hipótesis, respaldada por pruebas arqueológicas, nos habla de una expansión sin precedentes en su extensión, velocidad y, sobre todo, en la huella que ha dejó en esa parte de África.

lunes, 26 de abril de 2010

La Venganza Catalana

Corría el año 1303 cuando el emperador de Bizancio, Andrónico II Paleólogo, decide tomar a su servicio a una tropa de mercenarios aragoneses, los almogávares. Lo que en un primer momento parecía una decisión acertada derivó en un episodio que entró en la historia negra de Grecia con el nombre de la Venganza Catalana.

Los almogávares eran tropas mercenarias de infantería ligera. Sus miembros habían quedado arruinados debido a las razzias árabes y habían tomado el oficio de las armas, organizando incursiones de pocos hombres en territorio árabe. Poseían lo justo: una camisa, un par de lanzas, una espada corta, a veces un escudo y una gran piedra para encender fuego que golpeaban contra su espada haciendo saltar chispas antes de entrar en combate, mientras entonaban su grito de guerra "¡Desperta ferro!" o "¡Aragón!". Incluso para los estándares de la época tenía que ser un espectáculo impresionante que debía quitar las ganas de pelear a más de uno.

Durante el enfrentamiento entre la Corona de Aragón y el Reino de Sicilia que siguió a las Vísperas Sicilianas, los almogávares jugaron un importante papel desembarcando detrás de las líneas enemigas para dedicarse a la guerra de guerrillas, desviando tropas napolitanas del esfuerzo principal. Cuando acabó la guerra el nuevo rey aragonés de Sicilia se encontró con el problema de qué hacer con estos endurecidos mercenarios sin ocupación que ya empezaban a causar problemas con la población local.

Antes de que la situación se deteriorase más, los almogávares buscaron algún otro gobernante al que ofrecer sus servicios, decidiéndose por el emperador bizantino Andrónico II.  En la elección influyó que su líder, Roger de Flor, tenía un contencioso con sus antiguos compañeros templarios a cuenta de un tesoro que se había extraviado durante el desalojo de San Juan de Acre. Bizancio, por su lejanía, era la opción perfecta, más aún cuando los bizantinos siempre estaban dispuestos a pagar para compensar su endémica falta de soldados.

Los bizantinos, que hacía menos de cincuenta años que había recuperado su capital tras el desastre de la Cuarta Cruzada, estaban sufriendo la constante presión de las tribus turcas en Anatolia. El emperador ofreció a Roger de Flor la mano de su sobrina y el título de megaduque (a los bizantinos les encantaban los títulos rimbombantes). Fundaron entonces la Gran Compañía Catalana y pusieron rumbo a Constantinopla. El rey Federico III de Sicilia estuvo encantado de poner a su disposición barcos para librarse de ellos transportar a 1500 marineros y 4000 almogávares junto con sus familias.

viernes, 23 de abril de 2010

Traumas de guerra

Acabo de leer un dato estremecedor que puede relacionarse con la entrada de esta mañana: tras la guerra de las Malvinas, el número de suicidios entre los veteranos británicos (266) fue mayor que el número de muertos de esta nacionalidad durante el conflicto (253).

lunes, 12 de abril de 2010

Seis cucharas

España, 1840; tras verse obligada a invitar al general Espartero a formar gobierno, la reina regente María Cristina de Borbón-Dos Sicilias decició renunciar a su regencia. Dejó a su hija, la futura Isabel II, que tenía entonces sólo diez años, en Madrid y marchó a Francia llevándose consigo una gran cantidad de dinero y prácticamente todas las joyas, la plata y la ropa blanca de palacio. Según el primer ministro francés François Guizot, que la conocía bien, "no dejó ni seis cucharas".

Por motivos de su cargo François Guizot seguía con interés la situación en España, hasta tal extremo que seis años después recibiría un telegrama del embajador francés ante la corte española con un escueto "La reina es núbil desde hace dos horas".

Visto en El Mediterráneo, un mar de encuentros y conflictos entre civilizaciones, de John Julius Norwich.

lunes, 5 de abril de 2010

Duelo de reyes (o casi)

En 1525 el ejército francés cae derrotado en la batalla de Pavía frente a las fuerzas del emperador Carlos V. El propio rey francés, Francisco I, es hecho prisionero y llevado a España donde firma al año siguiente el Tratado de Madrid, por el que renuncia a sus derechos sobre varias ciudades y estados en Italia, Francia y Países Bajos. Nada más regresar a su país, Francisco I denuncia el tratado y busca la ayuda del papado para retomar el enfrentamiento contra el Imperio (el Sacro Romano Germánico, no el otro).

Según cuentan, Carlos V nunca perdonó esta traición a Francisco I. Enfadado por su falta de palabra mandó un embajador a la corte francesa para retar a un duelo a Francisco: los dos reyes frente a frente en un terreno neutral. El enviado vagó por la corte francesa durante meses, siendo ninguneado, ignorado, evitado y hay quien dice que hasta encarcelado antes de emprender el regreso a España con las manos vacías. Aunque los dos reyes siguieron combatiéndose durante todo su reinado nunca llegaron a cruzar sus armas en persona (para desgracia de todos los que murieron en su nombre).

Nota: Esta historia me la contó un amigo estudiante de historia hace ya unos cuantos años. Cuando recientemente me acordé de ella para el blog, pregunté a otro de mis amigos historiadores. Según me dijo, a pesar de ser muy conocida no hay ninguna fuente que la avale, y bien puede deberse a una invención posterior o a propaganda imperial de la época. Buscando por internet pueden encontrarse varias versiones que coinciden en lo esencial, salvo una de ellas que sitúa a Francisco I como retador y a Carlos V como el que hace oídos sordos.

Entradas relacionadas:

sábado, 27 de marzo de 2010

El precio de la victoria

Leo el siguiente párrafo en el capítulo de Las Grandes Batallas de la Historia, editado por Canal Historia, dedicado a la batalla de Lepanto (1571):
Don Juan de Austria había prometido a los galeotes de su flota que, en caso de conseguir la victoria, les liberaría del remo. Tuvo que cumplir su promesa, por lo que la flota española quedó temporalmente sin hombres. Para reponer los brazos que empujaban las naves, a partir de entonces los jueces y alcaldes recibieron la orden de que por cualquier delito, por pequeño que fuera, se condenase a la pena de galeras.

A eso le llamo yo legislar en el calor del momento. Como decía mi abuelita: "Nunca invadas Rusia en invierno, ni robes una gallina después de Lepanto".

viernes, 19 de marzo de 2010

Investidura accidentada

En 1159 el emperador Federico Barbarroja se haya en lucha por recuperar el control de las ciudades del norte de Italia, formalmente bajo su mando pero virtualmente independientes, que se agruparían posteriormente para oponerse a él bajo la Liga Lombarda. Ese año fallece el papa Adriano IV y se plantea la elección de su sucesor. Federico es consciente de la importancia de contar con un papa afín, pero...

"...tenía la seguridad de que el candidato con más probabilidades era con mucho el cardenal Rolando Bandinelli que, al igual que Adriano, se oponía firmemente a sus pretensiones. No se sabe con certeza hasta qué punto fue responsable de lo que vino a continuación; lo único que podemos decir es que la investidura que se celebró dos días después de la elección de Rolando en San Pedro el 7 de septiembre fue la más indignamente grotesca de la historia del papado. Se presentó el manto escarlata del papado y el nuevo papa, después de la tradicional muestra de renuencia, inclinó la cabeza para recibirlo. En ese momento el cardenal Octaviano de Santa Cecilia se lanzó rápidamente sobre Rolando, arrebató el manto y trató de vestírselo él mismo. Se produjo un tira y afloja, durante el cual lo volvió a perder, pero su capellán apareció al instante con otro -que se supone estaba previsto para la ocasión- que Octaviano consiguió ponerse este vez, pero desafortunadamente con la parte de atrás hacia adelante, antes de que nadie pudiera deternerlo.

La escena de confusión que siguió resulta creíble a duras penas. Librándose de los furiosos partidarios de Rolando, que trataban de arrancarle el manto a la fuerza, Octaviano -cuyos denodados esfuerzos para recolocarlo sólo habían conseguido envolver los flecos enmarañados alrededor del cuello- se dirigió a la carrera hacia el trono papal, se sentó en él y se proclamó a sí mismo con el nombre de Víctor IV. luego avanzó por la basílica hasta encontrarse con un grupo de clérigos menores, a los que ordenó que lo aclamasen. Éstos, viendo que las puertas se abrían violentamente y que una banda de asesinos armados entraba en la iglesia, obedecieron sin rechistar. Por el momento al menos, se había silenciado a la oposición; Rolando y sus partidarios se escabulleron mientras podían y buscaron refugio en la torre fortificada de San Pedro. Entretanto, bajo la vigilancia de los asesinos, Octaviano fue entronizado de una manera un poco más formal que en la ocasión anterior y escoltado en triunfo hasta Letrán, después de haber tenido algunos incovenientes, según se dice, para ajustarse la vestimenta antes de salir."

El texto entrecomillado es de El Mediterráneo, un mar de encuentros y conflictos entre civilizaciones, de John Julius Norwich.

domingo, 14 de marzo de 2010

La muerte de Esquilo o los extraños cumplimientos de las profecías

Ya anciano, el oráculo predijo a Esquilo (dramaturgo griego, S. V a.C) que moriría aplastado por una casa, por lo que decició residir fuera de la ciudad. Falleció poco después cuando un quebrantahuesos le arrojó sobre la cabeza una tortuga (según la tradición al confundir su calva con una piedra).

A pesar del gran reconocimiento que recibieron, el mayor orgullo de Esquilo no eran sus obras teatrales, sino haber participado en la batalla de Maratón, siendo esto lo único que quiso que apareciera en su epitafio.

sábado, 6 de marzo de 2010

Su graciosa y poco agradecida majestad: la última voluntad de Lord Nelson

Adorado por el pueblo al que sus victorias habían devuelto la ilusión de derrotar a Napoleón, Lord Horatio Nelson (1758-1805) era en cambio criticado por el rey Jorge III y la alta sociedad británica debido a su vida sentimental, llegando al extremo de negar su última voluntad al héroe al que tanto debían.

Estando destinado en Nápoles, Nelson había sido acogido por el embajador británico Sir William Hamilton. Sir William estaba casado con Emma Hamilton, una mujer famosa en su época y 34 años más joven que él. Horatio y Emma se enamoraron y comenzaron una relación al parecer consentida y alentada por Sir William, que sentía un gran respeto (que era mutuo) por el marino.

 
Emma Hamilton por George Romney. Imagen tomada de Wikipedia.

Nelson estaba casado con una mujer a la que no amaba y de la que acabó divorciándose. Aún así la alta sociedad británica no podía perdonarle el cada vez más evidente triángulo que formaba con los Hamilton. A tanto llegó el escándalo que en 1799 el almirantazgo decidió enviar a Nelson al mar para mantenerlo alejado de Emma.

En 1801 Emma tuvo una hija, Horatia, que Nelson reconoció como suya. Dos años más tarde fallecía Sir William. Nelson decició esperar entonces a conseguir una gran victoria que acallara las críticas antes de casarse con Emma. La oportunidad llegó en 1805, cuando recibió el mando de la flota del Mediterráneo para enfrentar la amenaza de la flota combinada franco-española. En la batalla de Trafalgar Nelson destruyó el poderío naval de estos dos países y apartó para siempre la amenaza de una invasión francesa de Inglaterra.

Esta victoria podría haber sido la consagración que hiciera acallar las voces contra él y Emma, pero Nelson no vivió para comprobarlo. Herido de muerte por una bala de mosquete, sus últimas palabras fueron: "Recordad que dejo a la señora Hamilton y a Horatia, mi hija, como un legado a mi país. Nunca olvidéis a Horatia. Doy gracias a Dios por permitirme acabar mi vida cumpliendo con mi deber".

Sin embargo la última voluntad del héroe no fue escuchada. El primer ministro británico ignoró el testamento de Nelson en el que repartía su herencia entre su ex mujer y Emma, negándole a esta última cualquier compensación. Se llegó al extremo de prohibirle su asistencia al funeral de su amado. Emma fue abandonada por todos y acabó en prisión por deudas, muriendo arruinada en Francia, donde se había exiliado para huir de los acreedores.

Fuentes:

martes, 16 de febrero de 2010

Maratón

Como (casi) todo el mundo, conocía leyenda que da origen a la maratón: tras vencer al ejército persa en la batalla de Maratón (490 a.C.), un soldado griego recorre los 42 kilómetros que separan este lugar de Atenas. Desfallecido, al llegar a la ciudad sólo le queda aliento para anunciar la victoria antes de morir. Sin embargo nunca me había parado a pensar la razón de este sacrificio. Al fin y al cabo habían ganado la batalla, ¿qué más daba que la noticia se conociera un poco después?

El motivo lo he conocido recientemente al leer Las grandes batallas de la Historia, editado por el Canal Historia, que me regalaron estas navidades (por cierto, me llama la atención que en ningún lugar del libro viene el nombre de un solo autor). Tras la batalla de Maratón los griegos no pudieron evitar que gran parte del ejército persa embarcara de nuevo en su flota y pusiera rumbo a Atenas, objetivo principal de la invasión. La ciudad había quedado desguarnecida, y si sus habitantes veían llegar a la flota persa sin duda pensarían que habían sido derrotados y se rendirían.

Se imponía pues que las buenas noticias llegaran lo antes posible, incitando a los ciudadanos a resistir en tanto regresaba el ejército victorioso. Y se cumplió el objetivo: todos los hombres, mujeres y niños de Atenas subieron a las murallas para dar la impresión de que se encontraban guarnecidas. Los persas cayeron en el engaño y, no atreviéndose a intentar un ataque con el ejército griego en camino, se retiraron sin llegar a desembarcar.

A pesar de su fama, no está claro que la carrera cuya leyenda dio lugar a la maratón sucediese realmente. No aparece en las fuentes hasta cinco siglos después de la batalla. Los historiadores de la época no la citan, aunque sí hacen referencia a otra gesta atlética: la que llevó a cabo Filípides al recorrer en dos días los 246 kilómetros que separaban Atenas de Esparta para solicitar la ayuda de estos últimos. Durante siglos se pensó que era una exageración del historiador Heródoto, hasta que en 1982 tres militares ingleses hicieron la carrera en treinta y seis horas.

Por último una curiosidad: la distancia de la prueba de maratón es de 42.195 km. Esos 195 metros extra aparecieron por primera vez en los IV Juegos Olímpicos celebrados en Londres en 1908, y se añadieron para que la carrera terminase frente a la tribuna real.

sábado, 30 de enero de 2010

La diferencia africana

Leo una interesante reflexión en la introducción de Africa: a Biography of the Continent, de John Reader:

Si la civilización moderna y la cultura tecnológica se consideran el epítome del desarrollo humano, entonces es dudoso que el modo de vida al que aspira la mayoría de la humanidad actualmente se hubiera desarrollado si aquellas pequeñas bandas de humanos modernos no hubieran dejado África hace 100.000 años. Todo los avances reconocidos de la civilización ocurrieron en primer lugar fuera de África (metalurgia, agricultura, escritura, fundación de ciudades).

Esto no debe llevarnos a un juicio cualitativo. Quién sabe si, sin la influencia de la población exterior a África, hubiera podido desarrollarse una alternativa superior a la civilización moderna y su cultura tecnológica. De hecho, el civilizado arte de vivir apaciblemente en pequeñas sociedades sin formar estados que era evidente en África antes de la llegada de influencias externas es una contribución netamente africana a la historia del hombre. Y en cualquier caso, civilización, cultura y tecnología son muy recientes (si no efímeras) expresiones de la condición humana. La biología es de lejos más relevante. Pero aquí también hay diferencias que deben explicarse, en particular en términos de potencial de crecimiento de la población.

El emperador de China ordenó un censo en el año 2 d.C. y encontró que al menos 57,6 millones de personas vivían en China en esa época. Registros escritos indican de igual forma que la población del Imperio Romano en el año 14 d.C. era de 54 millones. La población de India en el mismo periodo no pudo ser menos que la del Imperio Romano, y probablemente el mismo número de personas habitaban en América y Australasia.

Así, los humanos modernos que emigraron desde África hace alrededor de 100.000 años, aunque posiblemente no supusiera mas que una centésima parte de los que se quedaron, se multiplicaron hasta una población global del más de 200 millones de personas al principio de la edad moderna.

Este impresionante crecimiento está dentro de la capacidad reproductiva humana y nos lleva a la siguiente pregunta: si ésta es la medida de la expansión de la población humana fuera de África, ¿qué sucedió con la población que se quedó en el continente?

Se estima que alrededor de un millón de personas habitaban África cuando los emigrantes dejaron el continente hace 100.000 años. En el año 200 d.C. este número se suponía que se había elevado hasta los 20 millones (de los cuales más de la mitad vivían en el norte de África y el valle del Nilo y, por tanto, eran parte de la población del Imperio Romano en el 14 d.C, dejando una población subsahariana de menos de 10 millones). En el año 1.500 d.C. la población del continente se estima en 47 millones y en un estado de "equilibrio biológico estable", con el tamaño de la población adaptado a la capacidad del medio que ocupa. Entre tanto, la población fuera de África había crecido hasta unos 300 millones.

lunes, 11 de enero de 2010

Paul von Lettow-Vorbeck (IV): Epílogo. Los últimos askaris

Os dejo la última parte de la historia de Paul von Lettow-Vorbeck, comandante de las tropas alemanas en África Oriental en la I Guerra Mundial, durante la que llevó a cabo una constante guerra de guerrillas contra tropas muy superiores en número, entregando las armas al acabar la contienda sin haber perdido una sola batalla. La entrada de hoy narra una emotiva historia acaecida tras la muerte del general, relativa sus antiguos soldados nativos, los askari, según aparece reflejada en el libro El sueño de África de Javier Reverte.

Von Lettow murió en 1964, el mismo año en que el Parlamento alemán acordaba, al fin, pagar los sueldos y las pensiones que se debían a los askaris de la Schutztruppe. Y el epílogo de la historia se escribió de una forma curiosa: incapaz de organizar la forma de efectuar el pago, el Gobierno alemán tramitó el asunto a través del tanzano. El Gobierno de Dar, no sabiendo tampoco muy bien qué hacer, publicó en los periódicos un anuncio informando que, en la ciudad de Mwanza, al sur del lago Victoria, se efectuaría el pago de la deuda a los antiguos askaris que se presentaran allí, en una fecha señalada, y pudieran probar que sirvieron en el ejército germano entre 1914 y 1918. Un pagador alemán viajó con el dinero desde Bonn a Mwanza y la mañana de la cita encontró ante sí a un grupo de unos trescientos ancianos. Pero eran muy pocos los que conservaban el certificado que, en 1918, Von Lettow había extendido, uno por uno, a todos sus soldados.

Compañía askari de la Schutztruppe (1914). Foto tomada de Wikipedia.

El pagador tuvo entonces una feliz idea. Comenzó a ordenar, en alemán, movimientos de instrucción militar: firmes, presenten armas, descansen, marchen... Ni uno solo de aquellos ancianos dudó y todos ejecutaron a la perfección las órdenes del pagador. La deuda de Lettow quedó así saldada con los supervivientes de su particular guerra.

Y hasta hace una decena de años, según cuenta Charles Miller, todavía podía encontrarse, en alguna remota aldea de Tanzania, algún viejo que decía en swahili a los viajeros: Mimi ni askari Mdaichi, o lo que es lo mismo: "soy un soldado alemán".

Entradas relacionadas:

miércoles, 6 de enero de 2010

Paul von Lettow-Vorbeck (III): Alemania y vuelta a África

Como ya hemos contado en anteriore entradas, Paul von Lettow-Vorbeck era el general al mando de las tropas alemanas en África Oriental cuando estalló la I Guerra Mundial. Tras una primera victoria al rechazar un desembarco inglés en Dar es Salaam, von Lettow se embarca en una guerra de guerrillas ante tropas muy superiores en número que logra su principal objetivo: distraer un gran número de soldados aliados de los campos de batalla de Europa. Sin haber perdido una sola batalla Lettow se rinde finalmente tras la capitulación de Alemania.

Tras el armisticio, von Lettow regresa a Alemania, donde desfila bajo la puerta de Brandenburgo al frente de algo más de un centener de sus Schutztruppe aclamado como un héroe. No sólo no ha perdido una sola batalla, sino que además ha sido el único general alemán en toda la contienda en invadir territorio inglés.

Desfile de von Lettow en Berlín. Foto tomada de Wikipedia.

lunes, 4 de enero de 2010

Agendas humanas

En la República Romana los candidatos a un cargo público debían afrontar una reñida campaña en la que el contacto humano tenía gran importancia. El postulante debía dejarse ver, recorriendo el foro repartiendo sonrisas y promesas (en eso no hemos avanzado tanto). Una importante ayuda en esta tarea era el nomenclator, un esclavo encargado de susurrar al candidato el nombre de cada ciudadano que mereciera su saludo, junto con su afiliación, nombre de su esposa, hijos y, en general, cualquier otro dato que le hiciera parecer cercano.

martes, 29 de diciembre de 2009

Paul von Lettow-Vorbeck (II): Guerra de guerrillas

En una entrada anterior habíamos contado como Paul von Lettow-Vorbeck había recibido el mando de las fuerzas alemanas en África Oriental, la Schutztruppe, poco antes del comienzo de la I Guerra Mundial. A pesar de la desproporción de fuerzas, von Lettow rechaza el primer intento de invasión británica en la batalla de Tanga.

Von Lettow pronto se dio cuenta de que era inútil esperar refuerzos ni material desde la metrópoly. Estaba solo, rodeado de territorio hostil y con los británicos dominando las aguas, pero aún así se esforzó en hacer todo lo posible para ayudar a su país. Era consciente de que África era un teatro de operaciones secundario; la guerra iba a decidirse en los campos de batalla de Europa. Decidió entonces que su mejor contribución a la victoria de Alemania era convertirse en una constante molestia para los aliados: cada hombre destinado contra él sería un soldado menos luchando en Europa.

Los alemanes se dedicaron a hostigar las comunicaciones entre los territorios británicos. Al mismo tiempo von Lettow reclutaba nuevos soldados para su Schutztruppe llegando hasta los 14.000 hombres, el 90% de ellos africanos. Del crucero alemán SMS Königsberg rescata sus piezas de artillería, ordenando a los talleres  de Dar es Salaam que construyan carros para transportarlas. Serían las mayores piezas de artillería de todo el frente de África Oriental.

Cañones del Königsberg en tierra. Foto tomada de Wikipedia.

En los primeros combates von Lettow aprende una dolorosa lección: la victoria no compensa la pérdida de hombres bien entrenados que no puede reemplazar. Desde entonces optará por evitar el enfrentamiento directo.

martes, 22 de diciembre de 2009

Paul von Lettow-Vorbeck (I): Comienza la guerra en África

Empiezo aquí una serie de entradas dedicadas a contar la historia de Paul von Lettow-Vorbeck, comandante de las fuerzas alemanas en África del Este durante la I Guerra Mundial y considerado como uno de los mejores estrategas de la guerra de guerrilla de la historia. Tras mantener en jaque durante toda la contienda a fuerzas que multiplicaban varias veces su número, viviendo del terreno y combatiendo con las armas que arrebataba a sus enemigos, se rindió al finalizar la guerra sin haber perdido una sola batalla.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Juicio de Dios (o casi)

En la Edad Media, un juicio de Dios u ordalía consistía en someter al acusado a una prueba en la que, de ser inocente, sería ayudado por Dios. Solía basarse en algo relacionado con el fuego, como sujetar un hierro candente (de ahí la expresión poner la mano en el fuego); si el reo era inocente Dios le libraría de las quemaduras.
Una variante del juicio de Dios, que es la que nos interesa hoy, era el duelo de Dios, en la que dos ejércitos confiaban la suerte de la batalla a un enfrentamiento entre dos campeones. Evidentemente Dios no permitiría que resultarse vencedor quien no lo mereciera.
Hoy quiero contaros una de las últimas apelaciones a un juicio de Dios para resolver una guerra entre dos reyes: Carlos de Anjou, rey de Sicilia, y Pedro III de Aragón. Ahora bien, una cosa era acordar un juicio de Dios y otra muy distinta estar dispuesto a someterse a él. Dejad que os ponga un poco en situación:
En 1282 Sicilia es un campo de batalla entre Carlos I de Sicilia y Pedro III de Aragón. Los sicilianos se habían rebelado contra el primero y llamado al segundo en su ayuda. Pero ninguno de los dos reyes es lo bastante fuerte como para doblegar al otro, el conflicto se alarga y los fondos de ambos empiezan a agotarse. En estas circunstancias Carlos I hace llegar una oferta a su rival: que la guerra se decida mediante un enfrentamiento entre ambos reyes. Como Pedro es quince años más joven, acuerdan que cada bando elija a cien campeones para acompañar a su soberano.
Conforme se acerca la fecha señalada los dos reyes están cada vez menos convencidos de la idea. Sin embargo, echarse atrás acarrearía un gran desprestigio, así que hay que llevar la comedia hasta el final. Ambos reúnen a sus caballeros y se dirigen hacia Burdeos, lugar elegido como sede del duelo. A partir de aquí os remito a la narración que hace Sir Steven Runciman en su libro Las Vísperas Sicilianas:
"La fecha del combate se había fijado para el 1 de junio, pero, desgraciadamente, no se había determinado la hora. El rey Pedro y su gente llegaron por la mañana temprano a la liza y no encontraron a nadie. Sus heraldos anunciaron formalmente su presencia. Después, Pedro regresó a su alojamiento y publicó una declaración en la que decía que su contrincante no se había presentado en el lugar fijado. Por tanto, la victoria era suya. Unas horas más tarde, el rey Carlos llegó con todo su séquito y siguió exactamente el mismo procedimiento. Él también había conseguido la victoria. Los reyes rivales salieron de Burdeos unos días después, llamándose mutuamente cobardes que no se habían atrevido a enfrentarse al juicio de Dios."

Pedro III buscando al pérfido francés.
(En realidad se trata de Pedro III en el collado de las Panizas, por Mariano Barbasán.)
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...