Cuando en el siglo XIX los primeros exploradores europeos se internaron en el África Subsahariana desde la costa del Índico se llevaron una agradable sorpresa. Dentro de los preparativos de su expedición se habían asegurado de llevar, los que no lo conocieran, un intérprete de KiSwahili, el lenguaje hablado en la costa. Sin embargo eran conscientes de que una vez tierra adentro tendrían que apañarse como pudiesen para hacerse entender en regiones donde los mercaderes de la costa nunca se habían internado.
Pero cuando llegó el momento descubrieron que la lengua que hablaban los pueblos del interior era parecido al KiSwahili de la costa. Y por mucho que se internaran en el continente esta similitud se mantenía, entre pueblos distantes a miles de kilómetros y pertenecientes a grupos étnicos distintos, cubriendo un área que se extendía desde una línea horizontal uniendo el Golfo de Guinea con el Índico hasta el extremo sur del continente, abarcando la mayor parte del África Subsahariana.
A los hablantes de estas lenguas se les denominó Bantúes (bantú significa gente). Hay entre 300 y 600 lenguajes Bantú en el África subsahariana, con una distancia entre sus extremos de 6000 km con montañas, savana, ríos, desierto y bosque ecuatorial, hablados hoy por cerca de 400 millones de personas.
En seguida surgió la pregunta: ¿cómo era posible que pueblos de grupos étnicos distintos y separados miles de kilómetros entre sí mantuviesen lenguajes tan similares? La hipótesis, respaldada por pruebas arqueológicas, nos habla de una expansión sin precedentes en su extensión, velocidad y, sobre todo, en la huella que ha dejó en esa parte de África.
Los Bantú comenzaron a expandirse hace 5000 años desde sus tierras originales en los bosques ecuatoriales entre Camerún y Kenia. Al principio lo hicieron lentamente buscando tierras adecuadas para sus cultivos y evitando zonas pobladas, empujados por la expansión del Sáhara. Al salir del bosque la expansión se acelera, y no cesaría hasta el siglo IV. En poco más de 3000 años colonizan casi toda el África subsahariana.
Además las características de la expansión Bantú no son las de un Imperio Romano que avanza conquistando los pueblos que encuentra a su paso. Los bantúes se van extendiendo de manera natural según van necesitando nuevas tierras. Los pueblos que encuentran a su paso son esencialmente cazadores-recolectores que retroceden al ver invadidas sus tierras por los agricultores bantúes, o que son asimilados, sedentarizándose y pasando a formar parte de los pueblos bantúes. Esto provoca un cambio en el paisaje humano del África Subsahariana de manera no igualada en la historia: de escasamente poblada por cazadores recolectores a dominada por granjeros que viven en pueblos.
¿A qué se debe este triunfo del modo de vida bantú frente a sus vecinos? Se apuntan tres factores: un lenguaje común que permite una rápida expansión de las novedades, el desarrollo de nuevas técnicas agrícolas que permiten un mejor suministro de alimentos y el uso del hierro.
Los bantúes son el primer pueblo al sur del Sáhara que aprende a forjar el hierro. Aunque el mineral es abundante en África, su producción es un proceso difícil. Llegar a ella ha supuesto históricamente partir de un dominio en el trabajo de otros metales, especialmente el cobre, del que se carecía en el África Subsahariana. ¿Cómo llega entonces este conocimiento al primer núcleo bantú?
Se cree que llegó hasta ellos desde Cartago, a lo largo de alguna de las rutas comerciales que atravesaban el Sáhara. Se sabe que había rutas comerciales controladas por bereberes que unían Níger con Cartago, transportando sal, marfil, pieles, esclavos y utensilios de hierro. En algún momento, viendo la abundancia de mineral en la zona, algún mercader pensó que no valía la pena los peligros del traslado, y que podía hacer buen negocio produciendo directamente en la zona las herramientas que vendía a los nativos.
El hierro supuso una importante ventaja competitiva para los bantúes. Y no estamos hablando de la superioridad de las hachas de hierro frente a las armas de madera y piedra de sus rivales. En los restos arqueológicos de la expansión bantú no hay apenas signos de expansión violenta o conquista. Sin embargo una azada de hierro permite hacer productivas tierras que hasta entonces no habían dado fruto suficiente, esto permite alimentar a una mayor población que reclama nuevas tierras, y así sucesivamente. Esta ventaja hace que otros pueblos se acerquen a ellos para comerciar esperando obtener herramientas de hierro. Con el tiempo se van haciendo dependientes de los batúes hasta que acaban siendo asimilados, aumentando su esfera de influencia.
Pero el hierro no sólo contribuyó a la expansión Bantú, su uso también supuso un cambio en el paisaje de África y en la organización de los pueblos bantúes. La producción de herramientas de hierro con las técnicas de la época suponían el uso de abundante carbón vegetal; se calcula que era necesario hasta una tonelada para producir tres hazadas. Esto se tradujo en deforestaciones importantes en amplias zonas del continente, que en contrapartida permitían disponer de mayor superficie cultivable.
Además, el continuo hambre de madera de los hornos acabó derivando en la necesidad de apartar una parte de la mano de obra de la producción de alimentos para dedicarla a la tala de árboles. Esta especialización del trabajo es el primer paso hacia la jerarquización de la sociedad que acaba dando lugar a la formación de los primeros estados bantúes. Aunque, por otro lado, en determinadas zonas del continente son precisamente los cambios en la ecología ocasionados por la deforestación masiva los que impiden que prosperen estos protoestados.
Para saber más:
- Africa: a Biography of the Continent, de John Reader.
- Mapa de las lenguas bantúes.
- Página de la expansión bantú en Wikipedia.
- El poder de los Batúes en Diario de Cuyo.
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