No tenía pensado publicar nada hoy, pero me he enterado de que estamos en el Día mundial de la poesía, y hay una que llevaba un tiempo queriendo traer por aquí. También es casualidad, cuatro poesías en casi dos años, y en una semana publico dos. Cuando hace unos días hablaba del centenario del nacimiento de Celaya, os decía que este era un género visito muy raramente. Pero la mayoría de esas raras visitas se las hago a un mismo autor: Blas de Otero. Hace no mucho compré el último libro que habían publicado de su obra, Hojas de Madrid con La Galerna.
Cojeando un poco es la primera que aparece en el libro. No sé qué tiene. Mirándola fríamente no parece decir mucho, pero hay que me resulta conmovedor, de forma que las pocas veces que he abierto el libro, antes de buscar el marcador y seguir por donde lo había dejado, me detengo a leerla de nuevo.
En una clínica.
Recién operado en una clínica,
fumo, me peino, pienso
en nada.
Entran dos enfermeras. Una morena
y una rubia,
hijas del pueblo de Valladolid.
Fumo, me peino, pienso
en La Habana, con un barco violeta
alejándose hacia la Unión Soviética.
Son las once.
A las doce y cuarto,
vendrá el médico, me dará el alta, miraré
Madrid desde la ventana,
me despeinaré un poco,
colocaré la camisa, los libros, la colonia y las babuchas
en la jaba,
y saldré de la clínica silbando
y cojeando un poco.
Blas de Otero
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