lunes, 21 de marzo de 2011

Cojeando un poco

No tenía pensado publicar nada hoy, pero me he enterado de que estamos en el Día mundial de la poesía, y hay una que llevaba un tiempo queriendo traer por aquí. También es casualidad, cuatro poesías en casi dos años, y en una semana publico dos. Cuando hace unos días hablaba del centenario del nacimiento de Celaya, os decía que este era un género visito muy raramente. Pero la mayoría de esas raras visitas se las hago a un mismo autor: Blas de Otero. Hace no mucho compré el último libro que habían publicado de su obra, Hojas de Madrid con La Galerna.

Cojeando un poco es la primera que aparece en el libro. No sé qué tiene. Mirándola fríamente no parece decir mucho, pero hay que me resulta conmovedor, de forma que las pocas veces que he abierto el libro, antes de buscar el marcador y seguir por donde lo había dejado, me detengo a leerla de nuevo.

En una clínica.
Recién operado en una clínica,
fumo, me peino, pienso
en nada.
Entran dos enfermeras. Una morena
y una rubia,
hijas del pueblo de Valladolid.
Fumo, me peino, pienso
en La Habana, con un barco violeta
alejándose hacia la Unión Soviética.
Son las once.
A las doce y cuarto,
vendrá el médico, me dará el alta, miraré
Madrid desde la ventana,
me despeinaré un poco,
colocaré la camisa, los libros, la colonia y las babuchas
en la jaba,
y saldré de la clínica silbando
y cojeando un poco.

Blas de Otero

sábado, 19 de marzo de 2011

Paternidad en una galaxia muy muy lejana

Sabiendo que el Día del Padre se celebra desde hace mucho tiempo, y en sitios muy muy lejanos, me ha venido a la cabeza que uno de mis personajes favoritos también es papá. Y como hace mucho que no aparece por aquí, me he puesto a investigar cómo fue la relación con su hijo. Y buscando, buscando...

Los primeros años estuvieron llenos de promesas y alegrías, viendo como el pequeño Luke intentaba imitar a Papá.


Pero poco a poco las nuevas responsabilidades le fueron dejando cada vez menos tiempo para pasar con su hijo. Su jefe estaba empezando a desarrollar un proyecto muy ambicioso y él, que se había convertido en su mano derecha, tuvo que dedicarle mucho tiempo desde el primer momento para lograr que saliera adelante.


viernes, 18 de marzo de 2011

La poesía es un arma cargada de futuro - Gabriel Celaya

No soy aficionado a la poesía. El número de autores de los que me he sentado alguna vez a leer  un libro de poemas (posiblemente sin terminarlo) debe andar por la media docena. Pero entre estos pocos un puesto destacado lo ocupa Gabriel Celaya. Así que hoy, que se cumplen los cien años de su nacimiento, quiero compartir con vosotros una de sus poesías más conocidas, publicada hace 56 años pero que aún conserva su mensaje intacto.

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque a penas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.

Gabriel Celaya

Conocí a Celaya gracias al gran Paco Ibañez.

jueves, 17 de marzo de 2011

¿Te vas?

La semana pasada descubrí el blog Ideas y Palomitas, dedicado al cine y cortometraje. Un breve vistazo al índice de cortos publicados bastó para incluirlo en mi lista de favoritos. Pero por si eso no fuera suficiente, nada más entrar me encontré con el estupendo corto que os traigo hoy.

¿Te vas? (2010), de Cristina Molino es una triste historia de amor... pero no quiero contaros nada más, mejor lo descubrís vosotros, no os vais a arrepentir.


Blog del cortometraje.

miércoles, 16 de marzo de 2011

El cortador de bambú - Tradicional japonés

Un anciano cortador de bambú, de nombre Taketori no Okina (el anciano que cosecha bambú),  se dirigía como cada día a recolectar los tallos con los que se ganaba la vida. Pero esa mañana iba a ser distinta a las demás: al caminar por el bosque encontró frente sí un tallo de bambú que brillaba misteriosamente. Con mucha precaución procedió a cortarlo, para descubrir en su interior un hermoso bebé del tamaño de su pulgar.

Cuando se recuperó de su sorpresa, Taketori acunó a la pequeña con cuidado entre sus manos y la llevó a su casa. Su esposa y él tomaron la aparición de la niña como una bendición, y decidieron cuidarla como la hija que nunca habían tenido, llamádola Kaguya-hime (radiante princesa de la noche).

Taketori no Okina lleva a Kaguya-hime a su casa. Dibujo de Tosa Horomichi (1650).
Fuente Wikipedia Commons.

Tras ese día, cada vez que Taketori no Okina salía a cortar bambú, dentro de cada tallo encontraba pequeñas nueces de oro. Pronto se hizo rico, mientras Kaguya crecía hasta convertirse en una mujer extraordinariamente hermosa. Aunque el anciano intentó mantenerla aislada del mundo exterior, no pudo evitar que se extendiera la noticia de su belleza.

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