viernes, 14 de enero de 2011

Sherlock

¿Cómo actuaría el famoso detective creado por Arthur Conan Doyle si viviera hoy en día? A esta premisa intenta responder Sherlock, una miniserie de tres episodios de hora y media de la BBC.


El primer episodio nos presenta a John Watson, antiguo médico del ejército, luchando contra las secuelas de su paso por Afganistán. Intentando volver a la vida normal Watson cruza su camino con Sherlock Holmes, la más grande mente deductiva de la historia. Sin quererlo acaba siendo arrastrado por el torbellino que levanta el investigador a su paso y participando en la investigación de sus casos.

Desde mi punto de vista, es precisamente en la interacción entre estos dos personajes.donde recae el mayor interés de la serie. Watson, un hombre normal, aunque curtido por su paso por el ejército, frente a un Holmes que no sabe ver más allá de su genialidad, una mente entregada al más difícil todavía. Compone Martin Freeman un Dr. Watson simpático y natural, aunque su principal papel en la serie parezca el de hacer de sparring dialéctico del detective

Los guionistas han mantenido a muchos de los personajes que rodeaban al detective en los libros de Conan Doyle: la sr. Hudson, el inspector Lestrade, Mycroff Holmes y, por supuesto, el genio maligno Moriarty. También han adaptado (dulcificando algunas) las manías de Holmes y, por supuesto, han mantenido sus geniales deducciones.

Aquí es donde los creadores de la serie han tenido uno de sus grandes aciertos. Nunca he sido seguidor de Sherlock Holmes (ni, en general, de cualquier otro detective literario); esos grandes finales donde el investigador resuelve el caso a partir de detalles insignificantes siempre me han parecido forzados. Ante esto los guionistas parecen haber pensado: si no lo podemos hacer creíble, al menos hagámoslo espectacular. Las deducciones de Sherlock son tan retorcidas que superan todo lo posible para entrar en el puro espectáculo. Esto es especialmente acusado en el primer episodio, sin duda el mejor de los tres, donde un Holmes desbocado nos muestra cómo componer una historia a partir de... Bueno, no quiero reventároslo, mejor lo veis vosotros.

En resumen, una serie entretenida, con algún momento muy divertido. Lástima que no sea capaz de mantener el nivel del primer episodio y los dos siguientes (especialmente el segundo), se vuelvan confusos a ratos, con momentos en que el ritmo baja demasiado.

Y, para terminar, un comentario dirigido sólo a los que hayáis visto ya el primer episodio después del Sigue leyendo.

jueves, 13 de enero de 2011

Gracias

No podemos decir que Jorge Dorado sea un recién llegado al mundo del cortometraje. Desde 1999 ha dirigido siete cortos y participado como asistente de dirección en otros tantos (entre los que se encuentra La primera vez, que ya apareció por esta sección hace un tiempo). El último que ha estrenado hasta al momento es el sobresaliente Gracias (2009), reciente ganador del Festival Iberioamericano de Cortometrajes ABC, premio que debe en buena parte al excelente trabajo de Luis Callejo, que le valió el premio al mejor actor en el mismo certamen.

Gracias comienza con un encuentro casual entre dos extraños en la cinta de equipajes de un aeropuerto cualquiera: un cruce de miradas, un principio de conversación y...


Podéis verlo sin subtítulos en inglés aquí. Era mi primera opción, pero el código para incluirlo en el blog no va bien.

miércoles, 12 de enero de 2011

La historia secreta de la Obsolescencia Programada

Durante un tiempo, cada vez que alguien de mi alrededor se quejaba de que se le había estropeado cualquier aparato (coche, ordenador, mp3...) sin motivo aparente, yo solía repetir que eso era por una cápsula de ácido que los fabricantes (o talleres) ponen dentro. El ácido desgasta poco a poco la cápsula hasta que se rompe y hay que llevarlo a reparar o comprarse uno nuevo.

Ayer descubrí que siempre había tenido razón (cosa que nunca había dudado, la verdad), aunque mi cápsula de ácido toma la forma de una serie de estrategias más sutiles que reciben el nombre genérico de Obsolescencia Programada. El que me abrió los ojos fue el documental Comprar, tirar, comprar, emitido este domingo en La 2 y que durante dos semanas estará disponible en la página web de RTVE.

En el documental podréis oír hablar de Phobeus, el cártel que reunió a todos los fabricantes de bombillas e hizo que pasaran de durar 2500 a solo 1000 horas, saber como Dupont pidió a sus químicos que cambiaran la fórmula del material para fabricar sus medias, ya que las originales de nylon duraban demasiado, y en general ver como la obsolescencia programada se ha convertido en uno de los motores que mantiene en marcha nuestra sociedad de consumo. Una sociedad en que la que los fabricantes diseñan sus artículos para no durar, para que no pare nunca el ritmo de las ventas.

Y no nos engañemos, el planeta no puede soportar un sistema basado en crecimiento ininterrumpido. Los recursos se acaban, y el continuo reponer de bienes de consumo general ingentes cantidades de desechos que acaban en vertederos de países del Tercer Mundo. Allí nuestra basura se acumula mientras jóvenes sin protección rebuscan entre toneladas de bienes de consumo para encontrar metal que vender.

Os dejo con un avance del documental invitándoos a que os paséis a verlo en su totalidad antes de que lo eliminen de la web. Recordad que el primer paso antes de solucionar un problema es ser tomar consciencia de él.

lunes, 10 de enero de 2011

Ley de Godwin

A medida que una discusión online se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno.
La Ley de Godwin fue enunciada por Mike Godwin en 1989 o 1990, dependiendo del idioma en que consultes la Wikipedia. Yo la conocí ayer leyendo esta entrada de Alt1040.

sábado, 8 de enero de 2011

El ruiseñor - Hans Christian Andersen

En China, como sabes muy bien, el Emperador es chino, y chinos son todos los que lo rodean. Hace ya muchos años de lo que voy a contar, mas por eso precisamente vale la pena que lo oigan, antes de que la historia se haya olvidado.

El palacio del Emperador era el más espléndido del mundo entero, todo él de la más delicada porcelana. Todo en él era tan precioso y frágil, que había que ir con mucho cuidado antes de tocar nada. El jardín estaba lleno de flores maravillosas, y de las más bellas colgaban campanillas de plata que sonaban para que nadie pudiera pasar de largo sin fijarse en ellas. Sí, en el jardín imperial todo estaba muy bien pensado, y era tan extenso que el propio jardinero no tenía idea de dónde terminaba. Si seguías andando, te encontrabas en el bosque más espléndido que quepa imaginar, lleno de altos árboles y profundos lagos. Aquel bosque llegaba hasta el mar hondo y azul; grandes embarcaciones podían navegar por debajo de las ramas, y allí vivía un ruiseñor que cantaba tan primorosamente, que incluso el pobre pescador, a pesar de sus muchas ocupaciones, cuando por la noche salía a retirar las redes, se detenía a escuchar sus trinos.

-¡Dios santo, y qué hermoso! -exclamaba; pero luego tenía que atender a sus redes y olvidarse del pájaro hasta la noche siguiente, en que, al llegar de nuevo al lugar, repetía-: ¡Dios santo, y qué hermoso!

De todos los países llegaban viajeros a la ciudad imperial, y admiraban el palacio y el jardín; pero en cuanto oían al ruiseñor, exclamaban:

-¡Esto es lo mejor de todo!

De regreso a sus tierras los viajeros hablaban de él, y los sabios escribían libros y más libros acerca de la ciudad, del palacio y del jardín, pero sin olvidarse nunca del ruiseñor, al que ponían por las nubes; y los poetas componían inspiradísimos poemas sobre el pájaro que cantaba en el bosque, junto al profundo lago.

Aquellos libros se difundieron por el mundo, y algunos llegaron a manos del Emperador. Se hallaba sentado en su sillón de oro, leyendo y leyendo; de vez en cuando hacía con la cabeza un gesto de aprobación, pues le satisfacía leer aquellas magníficas descripciones de la ciudad, del palacio y del jardín. «Pero lo mejor de todo es el ruiseñor», decía el libro.

«¿Qué es esto? -pensó el Emperador-. ¿El ruiseñor? Jamás he oído hablar de él. ¿Es posible que haya un pájaro así en mi imperio, y precisamente en mi jardín? Nadie me ha informado. ¡Está bueno que uno tenga que enterarse de semejantes cosas por los libros!»

Y mandó llamar al mayordomo de palacio, un personaje tan importante, que cuando una persona de rango inferior se atrevía a dirigirle la palabra o hacerle una pregunta, se limitaba a contestarle: «¡P!». Y esto no significa nada.

-Según parece, hay aquí un pájaro de lo más notable, llamado ruiseñor -dijo el Emperador-. Se dice que es lo mejor que existe en mi imperio; ¿por qué no se me ha informado de este hecho?

-Es la primera vez que oigo hablar de él -se justificó el mayordomo-. Nunca ha sido presentado en la Corte.

-Pues ordeno que acuda esta noche a cantar en mi presencia -dijo el Emperador-. El mundo entero sabe lo que tengo, menos yo.

-Es la primera vez que oigo hablar de él -repitió el mayordomo-. Lo buscaré y lo encontraré.

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