sábado, 23 de enero de 2010

Un primer concierto amargo

Eunice Kathleen Waymon nació un 21 de febrero de 1933 en una pequeña localidad de Carolina del Norte. Con el paso del tiempo Eunice crecería hasta convertirse en una gran cantante, compositora e intérprete de jazz conocida en todo el mundo como Nina Simone.

Pero hoy quiero comentaros una anécdota de cuando Eunice aún era una niña con grandes facultades para el piano. Con cuatro años ya había desarrollado una técnica propia, pero la situación económica de sus padres no permitía que la pequeña Eunice empezara los estudios de música. Afortunadamente, a los seis años un benefactor anónimo se ofreció a sufragar sus primeras clases. A los diez años estaba lista para su primer concierto en la biblioteca de su ciudad.

Este acto que debía ser una celebración se tornó triste para ella cuando sus padres, que se había sentado en primera fila, tuvieron que abandonarlos para dejarle sitio a unos espectadores blancos. Este fue el primero de una serie de tragos amargos que a llevaron a involucrarse en el Movimiento por los Derechos Civiles.

Como bonus os incluyo My baby just care for me, posiblemente su canción más conocida. Aunque no es mi favorita, a su favor está un buen vídeo producido por Aardman, también conocidos por ser los creadores de Wallace y Gromit.



Fuente: Fascículo sobre Nina Simone de la colección Estrellas del Jazz editada por El País.

jueves, 21 de enero de 2010

Alma (y Tachaaan!)

Alma (2009) ha sido el cortometraje de estas navidades en la red. Con un poco de retraso os lo traigo a nuestra sección de cortos de los jueves.


Es el primer trabajo que dirige Rodrigo Blaas, que forma parte del departamento de animación de nada menos que Pixar, habiendo participado en todos sus últimos éxitos (Up, Wall-E, Ratatouille...).

Actualización: Acabo de comprobar que Alma es candidato a los Premios Goya de este año, que se entregarán el próximo 14 de febrero. A ver si encuentro por ahí los otros nominados y, si me gustan, os los traigo antes de que se conozca el ganador, a ver por cuál apostáis vosotros.

Actualización 2: Los otros nominados al Goya al Mejor Cortometraje de Ficción son La Dama y la Muerte de Javier Recio Gracia y Margarita de Álex Fernández, que no he podido encontrar en la red. Sí está disponible, en cambio, el cuarto en discordia, Tachaaan! de Carlos del Olmo, Miguel Ángel Bellot y Rafael Cano. Os lo incluyo a continuación (aunque, de entre los dos, me quedo con Alma).

miércoles, 20 de enero de 2010

Una instrucción-ejemplo sobre la forma de tener miedo

Se sabe de un viajante de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida mostraba la huella de unos dientes muy finos.
Parte de las Instrucciones-ejemplos sobre la forma de tener miedo de Julio Cortázar, dentro de Historias de cronopios y famas. El resto de las instrucciones las podéis encontrar, por ejemplo, aquí.

lunes, 18 de enero de 2010

¿Cuántos dedos tenían los babilonios?

Siempre me ha parecido poco práctico que una hora se divida en sesenta minutos y un minuto en sesenta segundos. ¿Por qué sesenta, y no diez o cien que parece más intuitivo? La culpa es de los antiguos babilonios. Bueno, de ellos y de todas las civilizaciones intermedias que fueron pasándose de unas a otras su forma de dividir el tiempo (o la circunferencia en 360 = 60 x 60 grados) hasta llegar a nuestros días.

Los babilonios usaban la base sesenta en su numeración. Igual que en nuestro sistema en base diez cada diez unidades contamos una decena, y así sucesivamente, los babilonios necesitaban llegar hasta sesenta antes de pasar a una unidad de orden mayor. Para simplificar su representación, los estudiosos representan la numeración babilonia usando nuestros números en lugar de sus equivalentes en escritura cuneiforme. Así, se usa 21,26,6 para representar el número en base sesenta que correspondería con el valor 
(21 x 60 x 60) + 26 x 60 + 6 = 96720
en nuestro sistema decimal.

Es una teoría extendida que el uso de la base diez proviene de que el hombre primitivo contaba usando los dedos de sus manos. Esto se extiende a civilizaciones, como la Maya, que empleaban un sistema de base veinte, y en las que se supone que también se usaban para contar los dedos de los pies (lo cual supondría una verdadera habilidad a la hora de flexionarlos). Ahora bien, si suponemos estas teorías correctas, ¿cuántos dedos tenían los babilonios?

La respuesta es sencilla: los mismos que nosotros. Sólo que ellos los utilizaban de forma distinta. Así, cuando un babilonio contaba usaba el pulgar de la mano derecha para señalar las doce falanges de los demás dedos de esa mano. Cuando las recorría todas levantaba un dedo de la mano izquierda y volvía a empezar. Después de levantar el último dedo de la mano izquierda, la última falange de la derecha marcaba el número sesenta (y vuelta a empezar).

Los babilonios también empleaban una notación similar a la nuestra para expresar los números más pequeños que la unidad. Así, el número inmediatamente a la derecha de su coma decimal (que suele denotarse como ;), expresaba los múltiplos de 1/60, el siguiente los de 1/(60 x 60) = 1/3600, y así sucesivamente. De este modo, el número 21,26,6;28,11 se corresponde con
(21 x 60 x 60) + 26 x 60 + 6 + 28/60 + 11/3600 = 96720,4697222...
en notación decimal.

Resulta curioso que ninguna civilización posterior adoptara este sistema; todas emplearon fracciones, que resultaban mucho más incómodas de operar, para representar los números más pequeños que la unidad. Esto se mantuvo así hasta finales del siglo XVI, cuando el holandés Simon Stevin inventó los decimales tal y como (salvo pequeñas variaciones en la notación) los conocemos hoy en día. Tuvieron que pasar más de tres mil años antes de que, utilizando nuestra base diez, volviésemos utilizar un sistema que era conocido en la antigua Babilonia.

Fuentes: Historia de las Matemáticas en los últimos 10.000 años, de Ian Stewart, y Wikipedia.

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