Mostrando entradas con la etiqueta Cuentos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cuentos. Mostrar todas las entradas

lunes, 26 de octubre de 2009

Los pájaros

Los presos políticos uruguayos no podían hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido, ni saludar a otro preso. Tampoco podían dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.

Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso, recibió un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años.

La hija le traía un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompieron a la entrada de la cárcel. Al domingo siguiente, Milay le trajo un dibujo de árboles. Los árboles no estaban prohibidos.

Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles. Muchos pequeños círculos entre las ramas:

-¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?

La niña le hace callar: Ssshhhhh. Y en secreto le explica:

-Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.

Eduardo Galeano

domingo, 18 de octubre de 2009

Azúcar

Hoy, en la ciudad, todos, absolutamente todos, se levantaron con granos de azúcar en los labios. Pero sólo se dieron cuenta los que, al despertarse, se besaron.

Anónimo

lunes, 12 de octubre de 2009

El espejo chino

Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz y su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine.

Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. Después, un poco confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había pedido algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo.

Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas.

La mujer le dio el espejo y le dijo:

-Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa.

La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:

-No tienes de qué preocuparte, es una vieja.

FIN

Anónimo chino

Encontrado en Ciudad Seva.

Entradas relacionadas:
El espejo de Matsuyama

lunes, 5 de octubre de 2009

El espejo de Matsuyama

En Matsuyama, lugar remoto de la provincia japonesa de Echigo, vivía un matrimonio de jóvenes campesinos que tenían como centro y alegría de sus vidas a su pequeña hija. Un día, el marido tuvo que viajar a la capital para resolver unos asuntos y, ante el temor de su mujer por viaje tan largo y a un mundo tan desconocido, la consoló con la promesa de regresar lo antes posible y de traerle, a ella y a su hijita, hermosos regalos.

Después de una larga temporada, que a la esposa se le hizo eterna, vio por fin a su esposo de vuelta a casa y pudo oír de sus labios lo que le había sucedido y las cosas extraordinarias que había visto, mientras que la niña jugaba feliz con los juguetes que su padre le había comprado.

-Para ti -le dijo el marido a su mujer- te he traído un regalo muy extraño que sé que te va a sorprender. Míralo y dime qué ves dentro.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Tres relatos

Hoy quiero compartir con vosotros tres relatos cortos que me fascinaron en el momento de leerlos. Son tres clásicos para cuando tengáis un momento de tranquilidad:
  1. La casa de Asterión, de Jorge Luis Borges.
  2. Casa tomada, de Julio Cortázar.
  3. César y su legionario, de Bertolt Brecht.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Caperucita y los 99 lobos

Es normal que un niño quiera cambiar un cuento a su capricho. Las opciones entonces son dejarse llevar por la imaginación del niño o, si uno no tiene la inspiración de su lado, intentar esquivar sus “mejoras” y ceñirse a la historia original. Claro que esto último lleva a veces a desarrollos algo absurdos. Por ejemplo, anoche empecé a contarle a mi hija de tres años Caperucita Roja y…

martes, 18 de agosto de 2009

El bigote del tigre (cuento tradicional coreano)

Un día, una mujer joven llamada Yun Ok fue a buscar a un gran y sabio ermitaño que vivía en una montaña para pedirle ayuda. El ermitaño era un mago muy sabio que sabía de conjuros y pociones mágicas.

Cuando Yun Ok entró en su casa, el ermitaño, sin levantar los ojos de la chimenea que estaba mirando, dijo:

-¿Por qué has venido?

Yun Ok respondió:

-Oh, Gran Sabio. Necesito tu ayuda, estoy desesperada. ¡Hazme una poción! Maestro -insistió Yun Ok-, si no me ayudas, estaré verdaderamente perdida.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...