Un día, una mujer joven llamada Yun Ok fue a buscar a un gran y sabio ermitaño que vivía en una montaña para pedirle ayuda. El ermitaño era un mago muy sabio que sabía de conjuros y pociones mágicas.
Cuando Yun Ok entró en su casa, el ermitaño, sin levantar los ojos de la chimenea que estaba mirando, dijo:
-¿Por qué has venido?
Yun Ok respondió:
-Oh, Gran Sabio. Necesito tu ayuda, estoy desesperada. ¡Hazme una poción! Maestro -insistió Yun Ok-, si no me ayudas, estaré verdaderamente perdida.
Cuando Yun Ok entró en su casa, el ermitaño, sin levantar los ojos de la chimenea que estaba mirando, dijo:
-¿Por qué has venido?
Yun Ok respondió:
-Oh, Gran Sabio. Necesito tu ayuda, estoy desesperada. ¡Hazme una poción! Maestro -insistió Yun Ok-, si no me ayudas, estaré verdaderamente perdida.