De la escena final de Amo tu cama rica (1992), de Emilio Martínez Lázaro (si no la habéis visto, mejor id a buscadla y no seguid leyendo):
SARA: Voy a contarte una historia, una historia de amor. En el siglo XVIII las tuercas y los tornillos se fabricaban a mano. Era una tarea muy lenta y laboriosa, de manera que se hacían por separado. El que la rosca de una tuerca se acomodara a la de un tornillo era cuestión de suerte más que otra cosa. Una vez fabricada una tuerca tenía que probarse con todos los tornillos, y como puedes suponer no era fácil. Las roscas no tenían ninguna precisión y se resistían a encajar la una con la otra. Había que intentarlo una y otra vez hasta dar con el tornillo que perteneciera a la tuerca y que formara su pareja para siempre. Más o menos esta es nuestra historia.
PEDRO: Siempre pensé que te faltaba un tornillo, pero no de esa clase.
SARA: No me gusta la gente que se empeña en algo que no está hecho a su medida.
PEDRO: Uy, uy, uy, no te pases de rosca. El único problema es que no sé si podré ser tu tornillo; ya sabes que tengo muchos defectos de fabricación.
SARA: Anda, bésame.
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PEDRO: Siempre pensé que te faltaba un tornillo, pero no de esa clase.
SARA: No me gusta la gente que se empeña en algo que no está hecho a su medida.
PEDRO: Uy, uy, uy, no te pases de rosca. El único problema es que no sé si podré ser tu tornillo; ya sabes que tengo muchos defectos de fabricación.
SARA: Anda, bésame.
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