jueves, 23 de junio de 2016

Ragnarök, el ocaso de los dioses

(Puedes bajarte esta entrada en PDF, EPUB o MOBI)

Llega la hora de cerrar esta larga serie dedicada a los dioses vikingos. Y como no hay mejor forma de acabar que por el final, vamos precisamente a esto, al final. Pero no a un final cualquiera, sino a EL FINAL. El final de todo; el Ragnarök o destino de los dioses. Los acontecimientos que llevarán no sólo a la desaparición de los habitantes de Asgard, sino de nuestro propio mundo.
Una de las curiosidades de la mitología nórdica es que los dioses son perfectamente conscientes de que este momento llegará. Las profecías indican incluso cómo morirá cada uno de ellos. Esto le da un toque fatalista que resulta un contrapunto muy llamativo con los toques de humor que también aparecen en sus leyendas.
Me he dedicado a contar la historia adornando un poco la narración, pero sin cambiar los hechos. Podéis encontrar la versión original en los Eddas, aunque en la Wikipedia en inglés hacen un resumen bastante bueno. Ah, y todas las imágenes son de Wikimedia Commons.
Pero bueno, ya me estoy enrollando demasiado. Empecemos.



En todas las épocas hay siempre voces que alertan del fin del mundo: lleva lloviendo cuarenta días ¡es el fin del mundo!; la peste negra ¡es el fin del mundo!; hay armas nucleares ¡es el fin del mundo!; el programa que controla el arsenal de EEUU se ha vuelto inteligente y está creando robots con la cara de Schwarzenegger... Espera, esa última creo que se ha colado.
Nuestra historia está plagada de épocas oscuras que no han impedido que la humanidad continuara su camino. Quizás por eso nosotros, ingenuos habitantes de Midgard, no seremos conscientes de nuestro destino hasta que sea demasiado tarde. Porque está escrito que llegará una época de odios y enfrentamientos que superará a todas las anteriores. Serán días de espadas y hachas, de tormentas y lobos. Las guerras se generalizarán, degeneraran las costumbres y los hermanos yacerán unos con otros.
Y justo cuando el último optimista se asome a la ventana y diga (poco antes de que su vecino le invite a ver de cerca cómo de afilada está su hacha): "Bueno, al menos ya no puede ir a peor", justo en ese preciso momento se desatará el Fimbulvetr, el terrible invierno. Tres años de hielo, frío y nieve que acabarán las últimas esperanzas de la humanidad.
En su travesía diaria Sol contemplará el sufrimiento de los hombres y llorará por ellos. Su caminar se volverá menos firme y, como está profetizado, tanto ella como su hermano Mani (Luna) serán alcanzados por los lobos que los persiguen desde el inicio de los tiempos. Serán devorados y su sangre caerá sobre la tierra helada. 

Los lobos a punto de alcanzar a Sol y Mani (fuente).

Desaparecerán las estrellas, temblará la tierra, se derrumbarán las moradas de los hombres, se romperán todos los sellos y lo que ha estado atado volverá a ser libre. Libres quedarán el gran lobo Fenrir y el terrible perro Gram, que guarda la entrada del inframundo. Libre será la gran serpiente Jörmundgander, que se agitará en su prisión del fondo del océano levantando olas que anegarán la tierra. Y libre quedará Loki, padre de Fenrir y Jörmundgander, clamando por su venganza.

lunes, 8 de febrero de 2016

Frigg (y las mujeres de largas barbas)

Con Frigg acabo el repaso a los dioses que dieron lugar a los nombres ingleses de los días de la semana. A esta diosa está dedicado el día de Frigg, Frige's Day o  Frīġedæġ en inglés antiguo. Frigg es la diosa de la fertilidad, el amor conyugal, la maternidad y las artes domésticas y reina de los Aesir. Única con derecho a sentarse en el Hlidskjalf junto a su esposo Odín, desde donde contemplan los nueve mundos. Reside en su propio palacio, el Fensalir, la más espléndida de la moradas de Asgard, donde reúne a los esposos que han tenido vidas virtuosas en la Tierra para que disfruten de su compañía después de la muerte. En sus ratos libres teje con su rueca las nubes que adornan el cielo, rueca que los vikingos situaron en el cielo en lo que nosotros consideramos el cinturón de Orión.

FriggSpinning
Frigg hilando las nubes, por John Charles Dollman (Wikipedia).

Con todo este currículo uno esperaría que Frigg tuviera un papel más importante en las sagas, pero su rol en ellas se define a partir de su papel como madre (es Frigg quien desvela a Loki el secreto que lleva a la muerte a su hijo Baldr) o esposa. Su relación con Odín es buena, pero dista de ser perfecta. En el Lokasenna Loki le echa en cara que compartiera cama con los dos hermanos de su esposo. Aunque cuando sucedió Odín llevaba tanto tiempo ausente de Asgard que le habían dado por muerto; sus hermanos Vili y Ve se dividieron sus pertenencias, compartiendo los favores de la diosa hasta el retorno de Odín.

En otra ocasión Frigg profanó una estatua de Odín arrancándole parte de su oro para construirse un collar. Cuando Odín descubrió el robo colocó a la estatua a la puerta del templo donde estaba, hechizándola de forma que fuera capaz de hablar para acusar al culpable en el momento en que éste pasara ante ella. Temiendo verse descubierta Frigg buscó a quién estuviera dispuesto a destrozar la estatua a cambio de concederle sus favores. Cuando Odín descubrió la doble traición montó en cólera y abandonó Asgard durante un tiempo.

Aun cuando su convivencia era buena Frigg y Odín eran demasiado orgullosos como para no aprovechar cualquier oportunidad de intentar quedar por encima del otro. Un ejemplo es el Grímnismál que ya os traje por aquí, en el que los esposos se encaprichan cada uno de un hijo del rey Hrauthung, desatándose una competición que en seguida se vuelve sucia.

Otra de estas ocasiones, con la que aprovecho para despedir a la diosa y al ciclo de los días de la semana, es la que acabó dando el nombre a una de las tribus bárbaras de las que se repartieron el antiguo Imperio Romano.

lunes, 4 de enero de 2016

El Thrymskvida: de cómo Thor perdió su martillo y las andanzas que afrontó para recuperarlo

El Thrymskvida es un estupendo ejemplo de que adorar a un dios no significa que no puedas reírte a su costa. Este mito nórdico cuenta la difícil situación en que quedó Thor tras perder su martillo Mjolnir, y los sacrificios que tuvo que hacer para recuperarlo. También es una de las leyendas en las que Thor y Loki comparten aventuras, una muestra de que las películas de policías opuestos trabajando juntos es una idea que no es algo de nuestros días.

Lo que os voy a contar es mi versión personal del Thrymskvida. En lo fundamental sigue los hechos que aparecen en la Edda prosaica, pero me he permitido adornar un poco las situaciones incluyendo algo más de humor. No considero que esto altere el mito original; más bien continúa una tradición en la que las historias se transmitían oralmente, y donde cada narrador incorporaba su toque personal.



Thor en medio de un duro día de trabajo.
Via Wikimedia Commons.
Nuestra historia comienza con Thor volviendo a casa tras un duro día de labor arrasando aldeas y aplastando cráneos en Jotun, el mundo de los gigantes de hielo. Hoy en día podría parecernos algo salvaje, pero en aquella época eso de ir por ahí aplastando cráneos era una ocupación de la que un dios podía sentirse orgulloso. Ese había sido un día especialmente bueno (o malo, si eras un gigante de hielo), uno de esos días en que a Thor llegaba a dudar de que incluso su impresionante fuerza alcanzara para aplastar un cráneo más. Agotado, el dios decidió echarse a descansar. No había nada que temer; habría que recorrer muchos kilómetros para encontrar un gigante que conservara su cráneo intacto.
Asó una de las cabras que tiraban de su carro, con la tranquilidad de saber que a la mañana siguiente habría vuelto a la vida a partir de sus huesos. Esto resulta muy útil cuando sales de correrías, pero tiene el riesgo de que al cabo de un tiempo la carne de cabra se te empiece a repetir. Extendió su capa en el suelo y soñó con aldeas llenas de gigantes desprevenidos.

Al despuntar la mañana un descansado Thor enjaezaba de nuevo a sus cabras, una de las cuales le miraba con una expresión de mudo resentimiento (la otra también). No fue hasta que terminó de recoger sus cosas cuando se dio cuenta de que su martillo no estaba donde creía haberlo dejado al acostarse. El cansancio debía haber confundido su recuerdo, pensó mientras buscaba alrededor. Una hora, varios gritos y un par de docenas de árboles arrancados después a Thor no le quedó más remedio que aceptar la realidad: había perdido a Mjolnir.

Cuando logró apartar las imágenes de un ejército de gigantes avanzando hacia un indefenso Asgard, Thor se esforzó en decidir cuál debía ser su siguiente paso. La vergüenza le impedía avisar al resto de los dioses, pero había que hacer algo. Y rápido. Pero, ¿el qué? Lo cierto es en cuanto le sacaban de aplastar cráneos se bloqueaba, y esta era una situación en las que una mente ágil era más útil que un fuerte brazo.

Una mente ágil.

Claro.


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