jueves, 19 de mayo de 2011

Más de Gobelins

Si eres de los que te gusta pararte de vez en cuando a ver un corto de animación en la red, es posible que conozcas, quizás sin ser consciente, alguno de los trabajos fin de carrera de alumnos de la Escuela de Imagen Gobelins de París. Al menos eso fue lo que me pasó a mí: un día, buscando información sobre los cortos que pensaba publicar me encontré con que los dos eran de alumnos de Gobelins. Y no sólo eso, sino que anteriormente ya había publicado otro más, el lleno de ritmo Oktapodi, haciendo el repaso de los nominados a los Oscars en 2010.

Así que hace unos días, cuando pensaba en qué cortos iba a elegir para este jueves, me acordé de Gobelins y me pasé por su página web. Allí podéis ver varios de los trabajos de sus alumnos entre 2008 y 2010. He escogido uno por año, los que más me gustaban (y que no hubiera publicado antes), pero en su web podéis ver los demás. O mejor no los veáis y así tengo material para otro día...

Empezamos por el más reciente, Trois petits points (2010), de Lucrèce Andreae, Alice Dieudonne, Tracy Nowocien, Florian Parrot, Ornélie Prioul y Rémy Schaepman. En él encontramos una lucha entre la oscuridad de la guerra y la luz de una muchacha armada con hilo y aguja.


Retrocedemos un año para ver Pandore (2009), de Marion Stinghe, Meryl Franck, Benoît Guillaumot, Nicolas Caffarel y Elen Le Tannou. La pequeña Pandora juega en el Olimpo cuando a su lado aparece una caja de siniestra apariencia.


Y finalizamos nuestro viaje hacia atrás en el tiempo en los archivos de Gobelins con Underground Psycho (2008), de Jean-Michel Boesch, Stéphane Chung, Sophia Chevrier, Jeremy Paoletti, Stéphane Vlavonou. Una estación de metro desierta. Un muerto, un testigo, una víctima, un culpable?

martes, 17 de mayo de 2011

Los Nadie

También es casualidad, publico ayer una historia sobre el comercio de esclavos en África y esta mañana me encuentro en ese estupendo blog que es Arte y Animación con esta hermosa pieza realizada por el estudio madrileño usert38 para la ONG África Directo.

lunes, 16 de mayo de 2011

Nada más que vender, las cartas sin respuesta de Alfonso I de Kongo

Cuando los portugueses llegaron por primera vez al lago Malebo, en la parte baja del río Congo, en 1483, encontraron una serie de prósperas comunidades bendecidas por una situación privilegiada, en la que se aunaban tierras fértiles con yacimientos minerales y la confluencia de varias rutas comerciales. Los habitantes de la zona se agrupaban en varios reinos, en el que ocupaba un papel preponderante el Reino de Kongo. Los portugueses, bien recibidos por los habitantes, supieron apreciar las grandes posibilidades de la zona, construyendo en posteriores visitas un fuerte de piedra entre las choza de barro de Mbanza Kongo, que serviría de base para comerciantes y misioneros.

Las élites de Kongo fueron receptivas a la evangelización y pronto empezaron las primeras conversiones, incluyendo al propio manikongo (rey), que fue bautizado con el nombre de João I en homenaje al entonces rey portugués João II. Aunque en la mayoría de las ocasiones esto no supusiera más que añadir nuevos elementos a las creencias tradicionales de los conversos, que sumaban los ritos cristianos a los propios, sí hubo al menos una conversión que pareció total y devota. Nzinga Mbemba, hijo del manikongo y bautizado como Alfonso en honor del heredero portugués, abrazó con fervor la fe cristiana y los modos europeos.

A la muerte de su padre en 1507, Alonso fue elegido como nuevo rey (el manikongo era un cargo electivo, no hereditario), tomando el nombre de Alfonso I de Kongo. Con ayuda portuguesa (aunque Alfonso afirmase que se debió a una aparición de Santiago el Mayor y el Espíritu Santo que dio fuerzas a sus hombres) venció a su medio hermano que reunía a los descontentos de la influencia extranjera, y se lanzó a la misión de europeizar Kongo. Rebautizó su capital como San Salvador y construyó en ella iglesias para atraer misioneros que irradiaran hacia el resto del país. También se lanzó a un programa de construcción de escuelas, buscando alfabetizar a las élites del país, y mandó jóvenes nobles a educarse a Portugal, siendo uno de sus hijos el primer africano negro en ser nombrado obispo.

Escudo de armas que Alfonso I adoptó para el Reino
de Kongo,  simbolizando la intervención del Espíritu Santo
en la batalla que le llevó al trono (Wikipedia).

Al tiempo que trabajaba en el interior del país se dedicó también a extender sus fronteras, apoyándose en el superior armamento de mercenarios portugueses. Parecía que su sueño de crear una monarquía europea en el corazón de África iba camino de convertirse en realidad.

Pero la ayuda portuguesa no era desinteresada. Al margen de los motivos que hubieran guiado su política inicialmente, ahora los portugueses tenían una gran necesidad de un producto concreto y Alfonso debía suministrárselo si quería seguir contando con su favor.

En aquellos años Europa entera suspiraba por el azúcar. El gusto por lo dulce se había ido extendiendo por el continente desde que las cruzadas lo habían puesto en contacto con los productores asiáticos. Portugal estaba decidido a cubrir esa necesidad haciendo uso de sus recién conquistados territorios.

Uno de los lugares elegidos para el cultivo a gran escala fue la Isla de Santo Tomé. Los portugueses desplazaron a la isla un gran número de colonos, incluyendo a 2000 niños judíos arrebatados a sus padres durante la explusión, llegando a convertir la isla en el primer suministrador europeo de azúcar a principios del siglo S. XVI.

Pero este proyecto necesitaba de grandes cantidades de mano de obra; y aquí es donde entra en escena el rey Alfonso. Sus proyectos podrían contar con el apoyo portugués mientras a cambio les suministrase esclavos para sus plantaciones.

sábado, 14 de mayo de 2011

¿Qué es? (4)


¿Sois capaces de adivinar qué es lo que aparece en la foto, ligeramente ampliado por un microscopio electrónico? 

La solución el próximo sábado en los comentarios.

sábado, 7 de mayo de 2011

Defying Gravity

Después de terminar de ver Outcasts decidí cambiar un poco de tercio, así que de un serie británica de ciencia ficción que no se renovó después de su primera temporada pasé a una serie estadounidense de ciencia ficción que no se renovó después de su primera temporada. Qué queréis que os diga, España y yo somo así, señora, y ya os conté en mi última entrada seriéfila mi particular relación con la ciencia ficción.

En Defying Gravity (2009) nos encontramos con la historia de la misión Antares, una nave con siete tripulantes en una misión que les llevará a visitar siete planetas en seis años. Un hito en la exploración espacial que, desde el primer capítulo, nos insinúan que no es sino una tapadera para algo más grande. Casi antes de comenzar la misión empiezan a ocurrir cosas extrañas...y hasta aquí puedo leer.


Los episodios alternan dos líneas temporales, el presente de la misión y cinco años antes, cuando los entonces candidatos a astronautas llevaban a cabo su entrenamiento. Estos flashbacks nos ayudan a entender el comportamiento de los protagonistas y sus relaciones personales. Porque son las relaciones personales entre los astronautas, entre sí y con el personal de tierra, las verdaderas protagonistas durante gran parte de la serie.

Defying Gravity me dejó buen sabor de boca. Empieza bien y va subiendo en intensidad a medida que cobra mayor importancia el misterio que envuelve la misión, hasta en el momento en el que algunas claves son finalmente desveladas. A partir de ahí baja la tensión. Los episodios que siguen desde ese momento hasta el final de la temporada están más basados en las relaciones entre los astronautas y, en particular, la pareja protagonista, lo que, al menos para mí, le quitan a la serie gran parte de su interés.

A pesar de esto último Defying Gravity es una serie correcta con una buena ambientación (si exceptuamos el truco para saltarse la falta de gravedad y, mucho más serio y sin molestarse en explicarlo, que las comunicaciones entre la nave y la Tierra fueran instantáneas) y una historia que engancha al principio y que parecía prometer. Sólo le faltó una cosa, precisamente la más importante, audiencia.

Bonus: Si habéis visto, o pensais ver, la serie, en la web podéis encontrar un par de páginas donde su creador, James Parriott, cuenta cómo iba a continuar y cuál hubiera sido su final.
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