lunes, 17 de mayo de 2010

La habitación oscura

Se pueden definir tres actitudes humanas a partir de una habitación oscura.
En una habitación oscura, un hombre busca algo. Es un científico.
En una habitación oscura, un hombre busca algo que no está allí. Es un filósofo.
En la misma habitación oscura, un religioso busca algo que no se encuentra allí y exclama: "¡Lo encontré!".

Aparece en el libro El segundo círculo de los mentirosos. Cuentos filosóficos del mundo entero, de Jean-Claude Carrière

sábado, 15 de mayo de 2010

Duro aprendizaje

Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa.

Albert Camus, relativo a la Guerra Civil Española.

He descubierto la frase en El País de hoy, en la columna de Manuel Rivas sobre la suspensión del juez Garzón.

martes, 11 de mayo de 2010

Estoy cansado

Estar cansado tiene plumas,
Tiene plumas graciosas como un loro,
Plumas que desde luego nunca vuelan,
Mas balbucean igual que loro.

Estoy cansado de las casas,
Prontamente en ruinas sin un gesto;
Estoy cansado de las cosas,
Con un latir de seda vueltas luego de espaldas.

Estoy cansado de estar vivo,
Aunque más cansado sería el estar muerto;
Estoy cansado del estar cansado
Entre plumas ligeras sagazmente,
Plumas del loro aquel tan familiar o triste,
El loro aquel del siempre estar cansado. 


Luis Cernuda

domingo, 9 de mayo de 2010

El viaje de los cuentos

Ayer publiqué el cuento El Castillo de Irás y No Volverás, que encontré hace un par de años en una recopilación de cuentos de hadas españoles atribuido a un autor anónimo (aunque cuando he vuelto a buscarlo para el blog he encontrado una referencia a su aparición en el libro Cuentos maravillosos de hadas españoles narrados a los niños de H. C. Granch). Pues, casualidades de la vida, justamente hoy he leído otra versión del mismo en Cuentos Populares del Mediterráneo, recopilado por Ana Cristina Herreros para la editorial Siruela. Sólo que aquí aparecía como prodecente de Occitania (sur de Francia).

En principio no debería resultar muy llamativo; los dos países son vecinos. Pero no es la primera coincidencia. En el mismo libro figura como corso un cuento casi igual a otro que leí en una recopilación de de cuentos populares rusos. Y un cuento murciano bastante parecido a uno que conocía como procedente de Irlanda (por cierto, ambos son bastante interesantes, los traeré próximamente). 

Todo esto me ha llevado a pensar en el viaje de los cuentos a lo largo del mundo. La misma historia contada a niños de Irlanda y Murcia, o junto a fuegos en Córcega y Rusia. Y no me refiero a un cuento de los Grimm o de Handersen, sino a otros que, en algún momento, han sido catalogado como propios de regiones situadas a miles de kilómetros de distancia. Cuentos que viajaron en la mente de personas que se sentaron a compartir pan e historias para que echaran raíces en un país que no era el suyo, y que tal vez volvieron a su tierra con nuevas fantasías que en un par de generaciones eran sentidas como propias. Es el viaje de los cuentos que nos acerca por encima de las fronteras o lenguas, al hacernos soñar las mismas historias de niños.

sábado, 8 de mayo de 2010

El Castillo de Irás y No Volverás (cuento popular español)

Érase que se era un pobrecito pescador que vivía en una choza miserable acompañado de su mujer y tres hijos, y sin más bienes de fortuna que una red remendada por cien sitios, una caña larga, su aparejo y su anzuelo.

Una mañana, muy temprano, salió el pescador camino de la playa con el estómago vacío, la cabeza baja, descorazonado, y cargado con los trebejos de pescar. 

A medida que andaba, el cielo se iba ennegreciendo y cuando llegó al lugar donde acostumbraba a pescar observó que se había desencadenado una horrorosa tempestad.

Pero el infeliz pescador no pensaba más que en sus hijos y en su esposa, que ya hacía dos días que no probaban bocado, por lo que, sin hacer caso de la lluvia que le empapaba, ni del viento que le azotaba, ni de los relámpagos que le cegaban, armó la red y la echó al mar.

Y cuando fue a sacarla, la red pesaba como si estuviese cargada de plomo; por lo que el pescador tiró de ella con todas sus fuerzas, sudando a pesar del viento y de la lluvia, latiéndole el corazón de alegría al pensar que aquel día su familia no se acostaría sin cenar, como en tantas otras ocasiones.

Finalmente, con la ayuda de Dios y de la Virgen del Carmen, a la que imploró, viendo que le faltaban las fuerzas, el pescador consiguió aupar la red, viendo que en su interior no había más que un pez muy chiquito pero gordito, cuyas escamas eran de oro y plata.

Asombrado al ver que le había costado tanto trabajo pescar aquel único pez, el pobre pescador se lo quedó mirando con la boca abierta.
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