(Entrada publicada originalmente en Un café con Clío.)
Hoy quiero contaros una historia en la que el responsable de hundir la economía deja su cargo, y no solo sale indemne sino que además se lleva una buena indemnización, en que unos países acaban dictando la política de otro en nombre del déficit y en la que ciudadanos hartos de sufrir las consecuencias de una crisis de la que no son responsables protestan pidiendo más democracia. ¿La Europa de nuestro tiempo? No. Egipto a finales del siglo XIX. Para que luego digan que la historia no se repite.
El sueño de Ismail
Ismail Pachá. Autor desconocido. |
Desde 1863 gobernaba Egipto Ismail Pachá, nieto de Mehmet Alí, un soldado albanés albanés que había sabido maniobrar para hacerse con el poder en los convulsos tiempos que siguieron a la retirada del ejército napoleónico. Mehmet había convertido a Egipto en una potencia local, que seguía bajo soberanía turca solo nominalmente.
Ismail había continuado y acelerado el programa de reformas de su abuelo, con el objetivo de poner a Egipto al nivel de las países europeos: "No somos un país de África, sino un país de Europa", decía. Al mismo tiempo extendía sus fronteras hacia el sur, con el sueño de construir un nuevo imperio egipcio que se extendiese a lo largo del Nilo, desde el nacimiento hasta su desembocadura.
Pero todo esto costaba dinero. Mucho. E Ismail, aunque culto y trabajador (pasaba todos los días entre ocho y doce horas diarias en su despacho dedicado a los asuntos de estado), tenía un importante defecto: no entendía nada de economía. Y otro aún mayor: elegía para representarle a personas aún más incapaces (o corruptas).