"Houston, Tranquility Base here. The Eagle has landed."
Hoy hace cuarenta años que el hombre ponía por primera vez un pie fuera de nuestro planeta.
Aquí podéis escuchar una grabación de ese momento. El audio tiene poca calidad, y con mi inglés nivel medio no se entiende casi nada, pero me emociona escucharlo. Es un momento mágico, la culminación del sueño de muchos.
Yo aún no había nacido cuando ocurrió, y siempre que veo imágenes o vídeos del alunizaje me asalta una suerte de melancolía por no haber estado allí para vivirlo.
De niño soñaba con ser astronauta. Luego mis aspiraciones fueron cambiando; ya no era necesario llegar al espacio, pero quería estar allí, ser parte del esfuerzo que lo hiciera posible. Me imaginaba en una de las salas de control como se ven en las películas, sentado frente a una pantalla con mi camisa blanca y mis gafas de pasta (qué le vamos a hacer, era la imagen que tenía en aquel entonces), comprobando datos, confirmando una trayectoria, no sé, cualquiera de las cosas que se hicieran allí y que nunca quedaban muy claras para el espectador, pero que se intuían de una imporatancia básica.
Más adelante, mientras estudiaba matemáticas, el sueño seguía ahí, pero ahora la aspiración era a trabajar en algún instituto, fundación, lo que fuese, que contribuyese de alguna forma al programa espacial. Estar en el equipo que diseñase una pieza, o diese las ecuaciones que permitieran simular algún proceso, cualquier cosa que de un modo lejano contribuyese a la exploración del espacio.
Ahora ya sé que todo eso se hará sin mí, que no podré poner mi granito de arena. Pero no me entristece, mi sueño aún sigue vivo aunque con otra forma: me veo a mí mismo, de madrugada, con un té o coca-cola en la mano para mantenerme despierto, sentado frente al televisor contemplando hipnotizado el primer aterrizaje en Marte.
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