martes, 17 de noviembre de 2009

La mosca que soñaba que era un águila

Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.

En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.

En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.

Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.

FIN

Del libro La oveja negra y demás fábulas de Augusto Monterroso.

María Lisboa - Rosario Solano

Mi recomendación musical para esta semana es el fado María Lisboa, interpretada por Rosario Solano, con J. Mª. Cortés (Chemón) a la guitarra y Yorgos Karalis al laúd árabe.


lunes, 16 de noviembre de 2009

domingo, 15 de noviembre de 2009

La cesta

Había una vez un hombre que estaba profundamente enamorado de una mujer. La veía pasar todos los días con una cesta de mimbre colgada del brazo. Él sabía que ella le amaba tiernamente porque nunca le miraba a los ojos. Un día, le pidió matrimonio y ella contestó que sí pero le puso una sola condición: que nunca mirara dentro de la cesta de mimbre hasta que ella le diera permiso.

Así se casaron y fueron muy felices. Pero el marido pronto olvidó su promesa y un día que ella había ido al mercado abrió la cesta. Asombrado, comenzó a reírse. Estaba vacía. Cuando ella llegó los ojos se le nublaron de lágrimas, de alguna manera supo que él había roto la promesa y le miró acusadora y llena de pena.

Él trató de defenderse: “Mujer loca, no había nada allí dentro”.

“¿Nada?”, murmuró ella.

“Nada”, contestó él.

Entonces ella dio la vuelta y empezó a andar hacia el sol poniente hasta que su imagen desapareció entre los rayos anaranjados. Nunca nadie la volvió a ver sobre la faz de la tierra.

No, la mujer no se marchó porque él hubiera roto la promesa, sino porque al mirar en el interior no vio nada. Ella había llenado aquel cesto de cosas hermosas que había recolectado del cielo, polvo de estrellas, rayos de luna, colas de cometas... cosas destinadas a llenarles de felicidad. Cuando él miró y no pudo verlas, ella comprendió que ya no había nada que pudiera hacer y desapareció.

Cuento bosquimano, autor desconocido.

sábado, 14 de noviembre de 2009

100 entradas 100

No son muchas, pero qué queréis que diga, un poco de ilusión sí me hace haber llegado hasta aquí. Así que aprovecho para mandar un beso a todos los que habéis leído alguna de estas cien primeras entradas, en especial a Natalia, que ha tenido que esperar pacientemente más de una noche a que las terminara antes de  sentarnos a ver alguna serie; a Clarita, por ser la comentarista número uno; a JoseRa, por los ánimos y ser  el primero en apuntarse de seguidor; a Irene, por incitarme a montar un blog; y, por supuesto, a todos los que alguna vez habéis dejado un comentario.

Nos vemos en la ciento una.
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