martes, 27 de abril de 2010

Cuando todo puede suceder

La verdad es que hay momentos en los que la omnipresente y lógica red de las secuencias causales se rinde, cogida por sorpresa por la vida, y baja al patio de butacas, mezclándose con el público, para dejar que en el escenario, bajo las luces de una libertad vertigionsa y repentina, una mano invisible pesque en el infinito regazo de lo posible y, entre millones de cosas, sólo permita que ocurra una.

Fragmento de Océano mar, de Alessandro Baricco.

lunes, 26 de abril de 2010

La Venganza Catalana

Corría el año 1303 cuando el emperador de Bizancio, Andrónico II Paleólogo, decide tomar a su servicio a una tropa de mercenarios aragoneses, los almogávares. Lo que en un primer momento parecía una decisión acertada derivó en un episodio que entró en la historia negra de Grecia con el nombre de la Venganza Catalana.

Los almogávares eran tropas mercenarias de infantería ligera. Sus miembros habían quedado arruinados debido a las razzias árabes y habían tomado el oficio de las armas, organizando incursiones de pocos hombres en territorio árabe. Poseían lo justo: una camisa, un par de lanzas, una espada corta, a veces un escudo y una gran piedra para encender fuego que golpeaban contra su espada haciendo saltar chispas antes de entrar en combate, mientras entonaban su grito de guerra "¡Desperta ferro!" o "¡Aragón!". Incluso para los estándares de la época tenía que ser un espectáculo impresionante que debía quitar las ganas de pelear a más de uno.

Durante el enfrentamiento entre la Corona de Aragón y el Reino de Sicilia que siguió a las Vísperas Sicilianas, los almogávares jugaron un importante papel desembarcando detrás de las líneas enemigas para dedicarse a la guerra de guerrillas, desviando tropas napolitanas del esfuerzo principal. Cuando acabó la guerra el nuevo rey aragonés de Sicilia se encontró con el problema de qué hacer con estos endurecidos mercenarios sin ocupación que ya empezaban a causar problemas con la población local.

Antes de que la situación se deteriorase más, los almogávares buscaron algún otro gobernante al que ofrecer sus servicios, decidiéndose por el emperador bizantino Andrónico II.  En la elección influyó que su líder, Roger de Flor, tenía un contencioso con sus antiguos compañeros templarios a cuenta de un tesoro que se había extraviado durante el desalojo de San Juan de Acre. Bizancio, por su lejanía, era la opción perfecta, más aún cuando los bizantinos siempre estaban dispuestos a pagar para compensar su endémica falta de soldados.

Los bizantinos, que hacía menos de cincuenta años que había recuperado su capital tras el desastre de la Cuarta Cruzada, estaban sufriendo la constante presión de las tribus turcas en Anatolia. El emperador ofreció a Roger de Flor la mano de su sobrina y el título de megaduque (a los bizantinos les encantaban los títulos rimbombantes). Fundaron entonces la Gran Compañía Catalana y pusieron rumbo a Constantinopla. El rey Federico III de Sicilia estuvo encantado de poner a su disposición barcos para librarse de ellos transportar a 1500 marineros y 4000 almogávares junto con sus familias.

domingo, 25 de abril de 2010

Confundiendo prioridades

Vivía tan obsesionada con la vida después de la muerte que  olvidó que lo importante era vivirla antes.
La frase es una reescritura tweet-size del siguiente fragmento del artículo ¿Cuál es hoy el gran cambio cultural? de Eduardo Punset en XL Semanal.
"Contamos con cuarenta años de vida redundante en términos biológicos y, por lo tanto, por primera vez en la historia de la evolución empezamos a explorar si hay vida antes de la muerte y, si la hay, a disfrutarla. Hasta hace bien poco, todo el mundo estaba obcecado únicamente en saber si había vida después de la muerte."

viernes, 23 de abril de 2010

Traumas de guerra

Acabo de leer un dato estremecedor que puede relacionarse con la entrada de esta mañana: tras la guerra de las Malvinas, el número de suicidios entre los veteranos británicos (266) fue mayor que el número de muertos de esta nacionalidad durante el conflicto (253).

El problema es el 2%

Un extracto del libro Los hombres que miraban fijamente a las cabras, de Jon Ronson.
...concordaba con los resultados de unos estudios realizados después de la segunda guerra mundial por un historiador militar, el general S. L. A. Marshall. Entrevistó a miles de soldados de infantería estadounidenses y concluyó que sólo entre el 15 y el 20 por ciento de ellos había disparado a matar. Los demás habían apuntado alto o ni siquiera habían apretado el gatillo, y en cambio se habían dedicado a hacer lo que buenamente podían en esos momentos.

Por otro lado, se descubrió que el 98 por ciento de los soldados que sí habían disparado a matar habían quedado profundamente traumatizados por sus actos. El dos por ciento restante fueron diagnosticados como "personalidades psicopáticas agresivas" a quienes en esencia no les importaba matar gente bajo cualquier circunstancia, ya fuera en su país o en el extranjero.

La conclusión -en palabras del teniente coronel Dave Grossman, del Killology Reasearch Group- era que "hay algo en el combate continuo e ineludible que hace enloquecer al 98 por ciento de los hombres; el otro dos por ciento ya estaba loco antes".

Esta misma mañana me he terminado el libro. En él Ronson empieza contando los intentos de una sección del ejército para desarrollar poderes psíquicos en soldados, siendo de donde se surte la película del mismo nombre estrenada hace poco. Es la parte divertida del libro, llena de personajes estrambóticos e hilarantes. Pero luego el autor va derivando a cómo algunas de esas ideas sobrevivieron y acabaron empleadas en la guerra contra el terror. Aquí acaba lo divertido y empieza lo que te pone mal cuerpo (y que en la película tocan sólo de refilón).

Como crítica, diría que las dos partes del libro (la divertida y la que deja de serlo) están enlazadas de forma un poco forzadas. Además, conforme va efectuándose el cambio de tercio empiezas a percatarte de que el autor te da y quita información a su antojo para hacerte seguir el camino que él quiere.

Aún así recomiendo el libro. Entretenido y fácil de leer aúna humor y denuncia.
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