Recién terminada la primera media temporada de Glee escribía una entrada comentando lo que había disfrutado viéndola. A pesar de que fuera una historia muchas veces contada (un coro formado por los inadaptados del instituto que, bajo dirección de un profesor bueno, buenísimo, se enfrentaba contra todas las adversidades personificadas en la directora de las animadoras), sus toques de humor ácido (sin pasarse) y sus personajes caricaturizados hacían que se viera con una sonrisa.
Y no solo por mí. Glee se convirtió en el fenómeno del año en EEUU, con miles de discos vendidos y multitudinarias giras.
Así que este verano me fui bien preparado con los capítulos que me faltaban para disfrutarlos en los ratos muertos. Qué decepción. Se la habían cargado. ¿Dónde están las historias absurdas, dónde los personajes estrafalarios (Rachel no es tan histriónica, ni Puck tan gamberro, ni la Sta. Emma tan obsesiva...), dónde el sentido del humor?
Habían desaparecido todos los detalles que hacían de la serie algo distinto y se había convertido en más de lo mismo; en una serie para toda la familia con tramas facilonas (y no es que antes fueran muy retorcidas, pero algo más de pimienta tenían). Y con canciones. Con muchas canciones. Con tantas canciones que algunos episodios acababan convertidos en largos videoclips con apenas tiempo para desarrollar una historia.
Lástima. Menos mal que encontré otras series para pasar el verano entretenido, pero eso ya es otra historia...
Vaya, a mí que me estaba gustando tanto que iba a formar un coro en la Escuela para representar "Joselito: el musical" :(
ResponderEliminar