sábado, 15 de octubre de 2016

¿Problemas para formar gobierno? ¿Y si probamos con este método del papado medieval?

Cuando en España vamos camino de un año con un gobierno provisional, hay quien mira hacia otros países buscando inspiración: qué hacen ellos para evitar periodos de parálisis como el que sufrimos, en la que ningún candidato es capaz de reunir los apoyos suficientes para gobernar. Yo os propongo otro tipo de búsqueda, no sólo hacia afuera, sino también hacia atrás. En el tiempo, se entiende. Unos siete siglos y medio (semana arriba, semana abajo).



El largo cónclave


Como si fuera una novela negra, nuestra historia empieza con una muerte: la del papa Clemente IV a finales de 1268. Pero no se trata de un asesinato (o no lo parece, que en esta época tampoco es como para estar muy seguro cuando se trata de muertes de personajes poderosos), y el problema no es encontrar al asesino, sino al sucesor.

Como la muerte tiene lugar en Viterbo, ciudad de Italia central, la tradición marca que se dirijan hacia allí los diecinueve cardenales electores (en realidad eran veinte, pero uno de ellos se quedó en la corte del rey de Francia y murió antes de que ser resolviera la sucesión). Y allí empezaron los problemas.

Porque los cardenales estaban, digamos, algo divididos. Simplificando diríamos que se trataba de un partido Francia - Resto del mundo. Los franceses eran mayoría, pero insuficiente como para imponer un candidato. Aunque lo que sí podían era impedir que se nombrara a cualquier otro. Os va sonando, ¿no?

Yo casi puedo imaginarme las discusiones en la catedral de Vitervo, unos diciendo "Hay que elegir ya al Papa por responsabilidad", otros con "No estamos dispuestos a dar nuestro apoyo a un representante de la vieja Iglesia" y seguro que alguno saldría con un "¿Y si buscamos a un candidato independiente?". El caso es que los días pasaban y el asunto no se resolvía. Los cardenales habían cogido ya la rutina de votar, comprobar que seguía el bloqueo y luego volverse a sus residencias a seguir con sus cosas.

En aquella época no había medios de comunicación que hicieran llamamientos ni editoriales pidiendo responsabilidad a unos u otros, pero eso no quita para que la gente empezara a mosquearse con la situación. Así hasta que, después de un año sin resultados, el podestá (gobernante) de Vitervo decidiera tomar cartas en el asunto y encerrara a los cardenales en el palacio papal de la ciudad impidiéndoles salir hasta que terminaran su trabajo.

Palacio papal de Viterbo. No da la impresión de que los cardenales fueran a estar muy a disgusto aquí. (Imagen de K.Weise)

Pero se ve que el palacio debía ser cómodo, porque pasó un año y parte del otro y los cardenales seguían erre que erre. Se decidió entonces por atacar la situación por otro ángulo. Concretamente, por el estómago, reduciendo las raciones de los cardenales.

Ni por esas.

No fue hasta que no se amenazó a los electores con quitar el techo del palacio que al fin se desbloqueó la situación, nombrando a una comisión de seis cardenales que acabarían eligiendo, tres años después de la muerte de su antecesor, al Papa Gregorio X.



Ubi periculum, o más vale que elijáis pronto por la cuenta que os trae


Gregorio X, creador de
las Ubi periculum.(Wikipedia)
Fue precisamente en el papado de Gregorio X cuando se aprobaron las normas Ubi periculum, pensadas para evitar que se repitiera el bloqueo. Y debieron ser efectivas, porque los dos siguientes cónclaves duraron sólo uno y nueve días, respectivamente. De ahí a preguntarse si servirían para romper el bloqueo en España sólo va un paso.

La cosa sería más o menos así: se empezaría encerrando a los diputados en el Congreso (con uno o dos asistentes para ayudarles en su labor) y tirando la llave. Allí tendrían que vivir hasta que se llevase a cabo la elección, sin poder salir salvo en caso de enfermedad. Para evitar presiones externas (o, más bien, para meterles más presión) les quitaríamos los móviles, tabletas junto con cualquier otra cosa que les permitiera tener contacto con el exterior (con esto alguno seguro que ya está dispuesto a votar a quién hiciera falta). Y que nadie piense que se reformaría el edificio para crear dormitorios. Allí estarían todos arrebujados, con todo lo más unos lienzos de tela colgados para darles algo de intimidad.

Además durante las discusiones estarían prohibidas las promesas o sobornos, ni se le podría forzar a ningún candidato a comprometerse a hacer algo una vez elegido presidente.

Ciertamente estas últimas condiciones no parece que facilitaran llegar a un acuerdo, pero para eso tenemos los incentivos: si al tercer día no se ha llegado a ningún acuerdo las comidas se reducirían a sólo una al día. Y si al noveno siguen si decidirse se les dejaría a pan y agua hasta llegar a un acuerdo.

No sé vosotros, pero para mí que después de un par de semanas a pan y agua, sin móvil, sin poder salir y teniendo que aguantar los ronquidos del diputado de al lado todas las noches, me da a mí que a alguna decisión llegarían.

Otra cosa será que luego no nos arrepintiéramos del resultado, claro.



Fuentes


La verdad es que estuve bicheando bastante por la web y hay alguna página que no recuerdo. Concretamente hay una que explicaba la Ubi periculum con más detalle, pero no he sido capaz de volver a encontrarla (nota mental: la próxima vez que vea algo interesante añadirla a favoritos). Quitando esto la información ha salido básicamente de las páginas de Wikipedia Elección Papal de 1268-71 y Ubi periculum (esta última en inglés).

miércoles, 31 de agosto de 2016

Lucio Domicio Enobarbo o cuando es mejor pensarlo dos veces antes de actuar

Leyendo una biografía de Julio César me he encontrado con una curiosa anécdota. Su protagonista es Lucio Domicio Enobarbo, un aristócrata romano que hubiera deseado haberse parado a pensar un poco antes de actuar. En particular en cosas como, por ejemplo, su propio suicidio.

Estamos en el año 49 a.C. Julio César acaba de cruzar el Rubicón, iniciando una guerra civil y, de paso, creando una expresión que sigue usándose 2.000 años después. Para detenerle el Senado confía en su antiguo aliado Cneo Pompeyo Magno. Pompeyo es consciente de que César tiene ventaja en Italia, mientras que las fuerzas del Senado son mayoría fuera de la península. Así que ordena una retirada hacia Grecia, donde espera reclutar un ejército con el que aplastar la insurrección. Le acompañan numerosos senadores, que abandonan la península a regañadientes.

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Julio César frente al río Rubicón. El derecho romano fijaba que ningún general podía cruzarlo al frente de sus tropas. Al franquearlo César se declaraba en rebeldía e iniciaba la Segunda Guerra Civil de la República Romana.
No está entre ellos Lucio Domicio Enobarbo. Miembro de una importante familia aristocrática, Domicio tiene una inquina personal hacia César. Sus últimos años han sido una continua lucha política contra él y sus aliados. Una lucha bastante poco afortunada, además. Por si fuera poco acababa de ser nombrado gobernador de la Galia, sustituyendo al propio César, y por culpa de la rebelión no iba a poder disponer de su cargo. Ser gobernador significaba todo un honor, una posición de poder y confianza por parte del Senado. Eso sin tener en cuenta la posibilidad de llenarte los bolsillos hasta arriba estrujando todo lo posible a tus gobernados. Pero por culpa de ese traidor va a quedarse compuesto y sin provincia.

La cólera le domina. No va a retirarse con el rabo entre las piernas; se enfrentará a César y le parará los pies, demostrando de lo que está hecho un auténtico romano. 

jueves, 14 de julio de 2016

Corsarios, comerciantes y contrabandistas, una separación bastante porosa

Recientemente he terminado de leer Piratas: filibusterismo y piratería en el Caribe y en los Mares del Sur (1522-1725), de Jean-Pierre Moureau. Y aunque no me ha terminado de convencer sí he descubierto algunos datos que me han resultado bastante curiosos, de esos que según leía iba pensando esto tengo que contarlo en el blog. Por cierto, que aunque de Moureau se vende como un análisis de la piratería en general, en realidad se centra en los corsarios franceses, así todo lo que voy a contar se refiere a este país y al periodo que abarca los siglos XVI y XVII.

Para empezar hay que distinguir entre corsarios y piratas. Por si alguien no lo tiene claro, un pirata sólo busca su propio provecho, asaltando, robando y matando para conseguirlo, mientras que el corsario... bueno, el corsario sólo busca su propio provecho, asaltando, robando y matando para conseguirlo. La diferencia es que el corsario tiene permiso: una patente de corso por la que el rey, a través de un almirante o gobernador, le autoriza a atacar barcos, ciudades o haciendas de sus enemigos. Mientras que el pirata es la escoria de los mares, perseguido por todos, el corsario es (o se supone) un honrado emprendedor que ha visto una oportunidad de negocio al tiempo que cumple con un servicio hacia su país. País que, de camino, cobra impuestos sobre el botín conseguido.

Marooned (close up)
Pirata abandonado en una costa perdida, un castigo reservado a aquellos que se rebelaban o cometían alguna falta grave. Debía ser bastante habitual, pues lo ingleses llegaron a acuñar un término para designar la acción: marooning (dibujo de Howard Pyle).

Corsarios y comerciantes


Una cosa que he descubierto con la lectura es que, aparte de los corsarios de guerra, había otro grupo bastante más minoritario que acababan en el corso casi sin haberlo buscado. Lo formaban comerciantes cuyo barco había sido asaltado por fuerzas extranjeras. El agraviado podía presentar su caso ante las autoridades y, tras un proceso que podía alargarse meses, si estas juzgaban que, en efecto, el ataque había sido injusto le entregaban una carta de represalia que le autorizada a recuperar lo perdido tomándolo por la fuerza del país agresor. Pero no así a lo loco, que aquí somos gente honrada (que autorizamos a asaltar a cualquier barco o ciudad sin provocación previa, pero honrada): sólo podría ejercer el corso hasta saquear, perdón, hasta resarcirse de una cantidad igual a la que se había juzgado como perdida. Además a la vuelta debía presentar sus capturas para que la autoridad le diera el visto bueno (y cobrar su parte, que aquí no se daba nunca puntada sin hilo).

Estos patentes de corso a modo de represalia podían darse incluso durante periodos de paz. Aquí uno puede preguntarse (al menos yo lo hice): si habían acabado las hostilidades, ¿cómo se había producido el agravio original? Y no menos importante, ¿no echarían a perder este tipo de acciones la paz tan duramente conseguida?

jueves, 23 de junio de 2016

Ragnarök, el ocaso de los dioses

(Puedes bajarte esta entrada en PDF, EPUB o MOBI)

Llega la hora de cerrar esta larga serie dedicada a los dioses vikingos. Y como no hay mejor forma de acabar que por el final, vamos precisamente a esto, al final. Pero no a un final cualquiera, sino a EL FINAL. El final de todo; el Ragnarök o destino de los dioses. Los acontecimientos que llevarán no sólo a la desaparición de los habitantes de Asgard, sino de nuestro propio mundo.
Una de las curiosidades de la mitología nórdica es que los dioses son perfectamente conscientes de que este momento llegará. Las profecías indican incluso cómo morirá cada uno de ellos. Esto le da un toque fatalista que resulta un contrapunto muy llamativo con los toques de humor que también aparecen en sus leyendas.
Me he dedicado a contar la historia adornando un poco la narración, pero sin cambiar los hechos. Podéis encontrar la versión original en los Eddas, aunque en la Wikipedia en inglés hacen un resumen bastante bueno. Ah, y todas las imágenes son de Wikimedia Commons.
Pero bueno, ya me estoy enrollando demasiado. Empecemos.



En todas las épocas hay siempre voces que alertan del fin del mundo: lleva lloviendo cuarenta días ¡es el fin del mundo!; la peste negra ¡es el fin del mundo!; hay armas nucleares ¡es el fin del mundo!; el programa que controla el arsenal de EEUU se ha vuelto inteligente y está creando robots con la cara de Schwarzenegger... Espera, esa última creo que se ha colado.
Nuestra historia está plagada de épocas oscuras que no han impedido que la humanidad continuara su camino. Quizás por eso nosotros, ingenuos habitantes de Midgard, no seremos conscientes de nuestro destino hasta que sea demasiado tarde. Porque está escrito que llegará una época de odios y enfrentamientos que superará a todas las anteriores. Serán días de espadas y hachas, de tormentas y lobos. Las guerras se generalizarán, degeneraran las costumbres y los hermanos yacerán unos con otros.
Y justo cuando el último optimista se asome a la ventana y diga (poco antes de que su vecino le invite a ver de cerca cómo de afilada está su hacha): "Bueno, al menos ya no puede ir a peor", justo en ese preciso momento se desatará el Fimbulvetr, el terrible invierno. Tres años de hielo, frío y nieve que acabarán las últimas esperanzas de la humanidad.
En su travesía diaria Sol contemplará el sufrimiento de los hombres y llorará por ellos. Su caminar se volverá menos firme y, como está profetizado, tanto ella como su hermano Mani (Luna) serán alcanzados por los lobos que los persiguen desde el inicio de los tiempos. Serán devorados y su sangre caerá sobre la tierra helada. 

Los lobos a punto de alcanzar a Sol y Mani (fuente).

Desaparecerán las estrellas, temblará la tierra, se derrumbarán las moradas de los hombres, se romperán todos los sellos y lo que ha estado atado volverá a ser libre. Libres quedarán el gran lobo Fenrir y el terrible perro Gram, que guarda la entrada del inframundo. Libre será la gran serpiente Jörmundgander, que se agitará en su prisión del fondo del océano levantando olas que anegarán la tierra. Y libre quedará Loki, padre de Fenrir y Jörmundgander, clamando por su venganza.

lunes, 8 de febrero de 2016

Frigg (y las mujeres de largas barbas)

Con Frigg acabo el repaso a los dioses que dieron lugar a los nombres ingleses de los días de la semana. A esta diosa está dedicado el día de Frigg, Frige's Day o  Frīġedæġ en inglés antiguo. Frigg es la diosa de la fertilidad, el amor conyugal, la maternidad y las artes domésticas y reina de los Aesir. Única con derecho a sentarse en el Hlidskjalf junto a su esposo Odín, desde donde contemplan los nueve mundos. Reside en su propio palacio, el Fensalir, la más espléndida de la moradas de Asgard, donde reúne a los esposos que han tenido vidas virtuosas en la Tierra para que disfruten de su compañía después de la muerte. En sus ratos libres teje con su rueca las nubes que adornan el cielo, rueca que los vikingos situaron en el cielo en lo que nosotros consideramos el cinturón de Orión.

FriggSpinning
Frigg hilando las nubes, por John Charles Dollman (Wikipedia).

Con todo este currículo uno esperaría que Frigg tuviera un papel más importante en las sagas, pero su rol en ellas se define a partir de su papel como madre (es Frigg quien desvela a Loki el secreto que lleva a la muerte a su hijo Baldr) o esposa. Su relación con Odín es buena, pero dista de ser perfecta. En el Lokasenna Loki le echa en cara que compartiera cama con los dos hermanos de su esposo. Aunque cuando sucedió Odín llevaba tanto tiempo ausente de Asgard que le habían dado por muerto; sus hermanos Vili y Ve se dividieron sus pertenencias, compartiendo los favores de la diosa hasta el retorno de Odín.

En otra ocasión Frigg profanó una estatua de Odín arrancándole parte de su oro para construirse un collar. Cuando Odín descubrió el robo colocó a la estatua a la puerta del templo donde estaba, hechizándola de forma que fuera capaz de hablar para acusar al culpable en el momento en que éste pasara ante ella. Temiendo verse descubierta Frigg buscó a quién estuviera dispuesto a destrozar la estatua a cambio de concederle sus favores. Cuando Odín descubrió la doble traición montó en cólera y abandonó Asgard durante un tiempo.

Aun cuando su convivencia era buena Frigg y Odín eran demasiado orgullosos como para no aprovechar cualquier oportunidad de intentar quedar por encima del otro. Un ejemplo es el Grímnismál que ya os traje por aquí, en el que los esposos se encaprichan cada uno de un hijo del rey Hrauthung, desatándose una competición que en seguida se vuelve sucia.

Otra de estas ocasiones, con la que aprovecho para despedir a la diosa y al ciclo de los días de la semana, es la que acabó dando el nombre a una de las tribus bárbaras de las que se repartieron el antiguo Imperio Romano.

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