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lunes, 5 de julio de 2010

La tortuga y Aquiles

Por fin, según el cable, la semana pasada la tortuga llegó a la meta.

En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió perder, pues su contrincante le pisó todo el tiempo los talones.

En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y maldiciendo a Zenón de Elea, llegó Aquiles.

FIN

Del libro La oveja negra y demás fábulas de Augusto Monterroso.

lunes, 14 de junio de 2010

La mirada de Mashnun

Por todo Oriente se contaba de boca en boca la apasionada historia de amor de Leila y Mashnun. Los recitadores de cuentos la transmitían de ciudad en ciudad y todos insistían, utilizando numerosas metáforas, en la belleza ya legendaria de la joven, cuya pérdida había conducido a Mashnun a la locura y a la vida errante.

Al escuchar tantas alabanzas, el califa quiso conocer a Leila, que era una persona viva, de verdad. La llamó a Bagdad y la joven acudió. El califa la hizo sentarse ante él.

Durante una hora, sin moverse, la estuvo mirando.

A continuación, tomó una taza de té, cambió de postura y la miró durante una hora más.

Transcurrido ese tiempo, se levantó, dio algunos pasos y volvió a sentarse enfrente de Leila, que no decía ni palabra.

Al cabo de esa tercera hora, el califa le dijo:

-Pero ¿cómo es posible que se cuenten sobre ti todas esas maravillas? Te miro, te veo y no entiendo lo que dicen de ti.

-Me miras -le dijo Leila-, pero no tienes los ojos de Mashnun.

Recopilada dentro de El segundo círculo de los mentirosos. Cuentos filosóficos del mundo entero, de Jean-Claude Carrière.

martes, 1 de junio de 2010

El príncipe y la semilla

Se cuenta que allá por el año 250 a.C. un príncipe de la región norte de China estaba punto de ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley debía casarse antes. Sabiendo esto, decidió organizar una competición entre las muchachas de la corte para elegir a la esposa adecuada. Mandó anunciar que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento de profundo amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración y sin poder creerlo le preguntó:

-¿Hija mía, qué pretendes? Las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura.

Y la hija respondió:

-No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de pasar algunos momentos cerca del príncipe. Eso me hará feliz.

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, las más bellas joyas y las más determinadas intenciones. Entonces el príncipe anunció el desafío:

domingo, 9 de mayo de 2010

El viaje de los cuentos

Ayer publiqué el cuento El Castillo de Irás y No Volverás, que encontré hace un par de años en una recopilación de cuentos de hadas españoles atribuido a un autor anónimo (aunque cuando he vuelto a buscarlo para el blog he encontrado una referencia a su aparición en el libro Cuentos maravillosos de hadas españoles narrados a los niños de H. C. Granch). Pues, casualidades de la vida, justamente hoy he leído otra versión del mismo en Cuentos Populares del Mediterráneo, recopilado por Ana Cristina Herreros para la editorial Siruela. Sólo que aquí aparecía como prodecente de Occitania (sur de Francia).

En principio no debería resultar muy llamativo; los dos países son vecinos. Pero no es la primera coincidencia. En el mismo libro figura como corso un cuento casi igual a otro que leí en una recopilación de de cuentos populares rusos. Y un cuento murciano bastante parecido a uno que conocía como procedente de Irlanda (por cierto, ambos son bastante interesantes, los traeré próximamente). 

Todo esto me ha llevado a pensar en el viaje de los cuentos a lo largo del mundo. La misma historia contada a niños de Irlanda y Murcia, o junto a fuegos en Córcega y Rusia. Y no me refiero a un cuento de los Grimm o de Handersen, sino a otros que, en algún momento, han sido catalogado como propios de regiones situadas a miles de kilómetros de distancia. Cuentos que viajaron en la mente de personas que se sentaron a compartir pan e historias para que echaran raíces en un país que no era el suyo, y que tal vez volvieron a su tierra con nuevas fantasías que en un par de generaciones eran sentidas como propias. Es el viaje de los cuentos que nos acerca por encima de las fronteras o lenguas, al hacernos soñar las mismas historias de niños.

sábado, 8 de mayo de 2010

El Castillo de Irás y No Volverás (cuento popular español)

Érase que se era un pobrecito pescador que vivía en una choza miserable acompañado de su mujer y tres hijos, y sin más bienes de fortuna que una red remendada por cien sitios, una caña larga, su aparejo y su anzuelo.

Una mañana, muy temprano, salió el pescador camino de la playa con el estómago vacío, la cabeza baja, descorazonado, y cargado con los trebejos de pescar. 

A medida que andaba, el cielo se iba ennegreciendo y cuando llegó al lugar donde acostumbraba a pescar observó que se había desencadenado una horrorosa tempestad.

Pero el infeliz pescador no pensaba más que en sus hijos y en su esposa, que ya hacía dos días que no probaban bocado, por lo que, sin hacer caso de la lluvia que le empapaba, ni del viento que le azotaba, ni de los relámpagos que le cegaban, armó la red y la echó al mar.

Y cuando fue a sacarla, la red pesaba como si estuviese cargada de plomo; por lo que el pescador tiró de ella con todas sus fuerzas, sudando a pesar del viento y de la lluvia, latiéndole el corazón de alegría al pensar que aquel día su familia no se acostaría sin cenar, como en tantas otras ocasiones.

Finalmente, con la ayuda de Dios y de la Virgen del Carmen, a la que imploró, viendo que le faltaban las fuerzas, el pescador consiguió aupar la red, viendo que en su interior no había más que un pez muy chiquito pero gordito, cuyas escamas eran de oro y plata.

Asombrado al ver que le había costado tanto trabajo pescar aquel único pez, el pobre pescador se lo quedó mirando con la boca abierta.

domingo, 21 de marzo de 2010

Mesías

Una vez vivía un pueblo en el lecho de un gran río cristalino. La corriente del río se deslizaba silenciosamente sobre todos sus habitantes: jóvenes y ancianos, ricos y pobres, buenos y malos, y la corriente seguía su camino, ajeno a todo lo que no fuera su propia esencia de cristal.

Cada criatura se aferraba como podía a las ramitas y rocas del lecho del río, porque su modo de vida consistía en aferrarse y porque desde la cuna todos habían aprendido a resistir a la corriente.

Pero al fin una criatura dijo: "Estoy harta de asirme. Aunque no lo veo con mis ojos, confío en que la corriente sepa hacia dónde va. Me soltaré y dejaré que me lleve adonde quiera. Si continúo inmovilizada, me moriré de hastío".

Las otras criaturas rieron y exclamaron: "¡Necia! ¡Suéltate y la corriente que veneras te arrojará, revolcada y hecha pedazos, contra las rocas y morirás más rápidamente que de hastío!"

Pero la que había hablado en primer término no les hizo caso, y después de inhalar profundamente se soltó; inmediatamente la corriente la revolcó y la lanzó contra las rocas.

Mas la criatura se empecinó en no volver a aferrarse y entonces la corriente la alzó del fondo y ella no volvió a magullarse ni a lastimarse.

Y las criaturas que se hallaban aguas abajo, que no la conocían, clamaron: "¡Ved el milagro! ¡Una criatura como nosotras y sin embargo, vuela! ¡Ved al Mesías, que ha venido a salvarnos a todas!"

Y la que había sido arrastrada por la corriente respondió: "¡No soy más mesías que vosotras. El río se complace en alzarnos, con la condición de que nos atrevamos a soltarnos. Nuestra verdadera tarea es este viaje, esta aventura".

Pero seguían gritando, aún más alto:"¡Salvador!", sin dejar de aferrarse a las rocas. Y cuando volvieron a levantar la vista, había desaparecido y se quedaron solas, tejiendo leyendas acerca de un Salvador.

Richard Bach

miércoles, 17 de marzo de 2010

El último hombre

El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta.

Fredric Brown

martes, 23 de febrero de 2010

Ban Pin Shan (leyenda de Taiwan)

Hoy os traigo una leyenda de Taiwan que he traducido de esta página sobre la isla. Ban Pin Shan significa "Montaña partida". Según leo en Wikipedia, los dumplings a los que hace referencia la historia son «trozos de masa, a veces rellenos, que se cuecen en un líquido, como agua o sopa» o «masa dulce envuelta sobre fruta, como por ejemplo una manzana, que se hornean y se sirven como postre».

Cuando tomas el tren y entras en Kaohsiung, en el sur de Taiwan, puedes ver una montaña llamada Ban Pin Shan. Esta montaña parece exactamente como su nombre indica, una "media montaña". Su forma es como la de una montañña ordinaria salvo por un lado ausente, como si alguien hubiera cogido una espada y arrancado una mitad. Si sientes curiosidad por la mitad que falta, no te preocupes, hay una leyenda que explica toda la historia.

Érase una vez, cuando Ban Pin Shan estaba aún completa, una aldea al pie de la montaña. Un día, un anciano vendedor de dumplings llegó al pueblo. Tenía pelo y barba blancos, y su ropa era muy antigua y gastada. Llevaba un carrito cargado con dumplings calientes que olían y parecían deliciosos para comer. Sin embargo, todo el mundo en el pueblo pensó que el anciano era un estúpido cuando empezó a gritar "¡Deliciosos dumplings calientes! ¡Uno por diez céntimos, dos por veinte céntimos y tres gratis!"

"¿Qué es eso?" preguntaron sorprendidos los aldeanos.

"¡Deliciosos dumplings calientes! Judías rojas y sésamo. ¡Uno por diez céntimos, dos por veinte céntimos y tres gratis!" gritó de nuevo el anciano loco.

Más y más personas empezaron a agruparse alrededor, susurrando "¿Será verdad? ¿Tres dumplings gratis? ¿Está este viejo intentando engañarnos?"

domingo, 7 de febrero de 2010

La fe y las montañas

Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.

Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.

La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.

Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.

FIN

Del libro La oveja negra y demás fábulas de Augusto Monterroso.

martes, 2 de febrero de 2010

Vendo

Vendo zapatos de bebé. Sin usar.

Atribuido a Ernest Hemingway.
En su versión original, el microrrelato consta de seis palabras: "For sale: baby shoes, never worn". Es decir, dos más que El emigrante de Luis Felipe Lomelí que apareció por aquí hace unos días, y que en la entrada de Wikipedia relativa a Augusto Monterroso calificaban como "el cuento más breve de la literatura universal". Pero si incluímos su título, que es fundamental para dar al relato su fuerza, alcanzamos las seis palabras del microrrelato de Hemingway.

En fin, cuestiones de cuentas y no de cuentos. Si queréis saber un poco más de estas historias os recomiendo este artículo de Letras Libres.

miércoles, 27 de enero de 2010

El emigrante

- ¿Olvida usted algo?
- ¡Ojalá!

Luis Felipe Lomelí

Considerado como el cuento más breve de la literatura universal. Gracias a Clara por descubrírmelo.

sábado, 26 de diciembre de 2009

La tela de Penélope o quién engaña a quién

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.

Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.

De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.

FIN

El libro La oveja negra y demás fábulas de Augusto Monterroso.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El mito de Aracne

Aracne era una doncella lidia famosa por su habilidad tejiendo. Pero cuando la alababan diciendo que estaba inspirada por la misma Atenea, diosa de la artesanía (por no hablar de la sabiduría y la guerra, claro), Aracne, altanera, afirmaba que su arte superaba al de la misma diosa.

Y claro, si una cosa no aguantaban los dioses (aparte de a los otros dioses), era que un simple mortal osara ponerse por encima de ellos. Queriendo darle una oportunidad para enmendarse, Atenea se presentó en el taller de Aracne disfrazada de anciana, y le aconsejó que, si bien en su ejecución podía considerarse superior a cualquier otro humano, no era una buena idea enfadar a una diosa por un quítame de ahí esos hilos, y le recomendó retractarse de sus palabras y pedir disculpas a la diosa.

Pero Aracne era demasiado orgullosa para eso, y su osadía llegó al punto de decir que, si tan buena era la diosa con la aguja, estaba dispuesta a competir con ella de igual a igual. Atenea, incapaz de aguantar más, se descubrió causando pavor en todos los presentes salvo en la misma Aracne (cosa que, como podéis imaginar, ayudó a que se enfadara más).

Así pues ambos contenientes se sentaron frente a sendos telares y comenzaron con su obra. Atenea trazó un hermoso tapiz mostrando a los dioses del Olimpo en toda su majestad. Cuando acabó su tarea y se giró, satisfecha, para contemplar el trabajo de su rival, volvió a llenarse de ira. Esa miserable mortal no sólo se había atrevido a superar su ejecución, sino que además su tapiz era un compendio de los más bajos actos de los dioses en su trato con los humanos.

Llena de furia Atenea destrozó el tapiz de Aracne y la golpeó en el rostro. La muchacha, loca de temor, corrió a colgarse con uno de sus hilos. Esto despertó la compasión de Atena; al fin y al cabo había sido vencida justamente. Pero aún así había que castigar el orgullo de la joven, así que, mientras que sostenía los pies de Aracne para que no se ahogase, la condenó a ella y a su descendencia a vivir siempre colgada de sus hilos, transformándola en una araña.

Nota: Podéis encontrar la versión clásica del mito de Aracne en Las metamorfosis de Ovidio.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Rompenieves

Era invierno, el aire frío, el viento cortante, pero en el hogar se estaba caliente y a gusto, y la flor yacía en su casita, encerrada en su bulbo, bajo la tierra y la nieve.

Un día llovió, las gotas atravesaron la capa de nieve y penetraron en la tierra, tocaron el bulbo y le hablaron del luminoso mundo de allá arriba; poco después, un rayo de sol taladró a su vez la nieve y fue a llamar a la corteza del bulbo.

-¡Adelante! -dijo la flor.

-No puedo -respondió el rayo de sol-. No tengo bastante fuerza para abrir. Hasta el verano no seré fuerte.

martes, 24 de noviembre de 2009

La Llave de la Felicidad

El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado. Entonces decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía. Pero cierto día, estos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron en Él. Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano, pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo. Siguió reflexionando y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no diese con ella. Tenía, desde luego, que esconderla en un lugar recóndito donde el hombre no pudiese hallarla. Primero pensó en ocultarla en el fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas; después, en un remotísimo confín del espacio sideral. Pero no se sintió satisfecho con estos lugares. Pasó toda la noche en vela, preguntándose cual sería el lugar seguro para ocultar la llave de la felicidad. Pensó que el hombre terminaría descendiendo a lo más abismal de los océanos y que allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una gruta de los Himalayas, porque antes o después hallaría esas tierras. Ni siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales, porque un día el hombre exploraría todo el universo. "¿Dónde ocultarla?", continuaba preguntándose al amanecer. Y cuando el sol comenzaba a disipar la bruma matutina, al Divino se le ocurrió de súbito el único lugar en el que el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro del hombre mismo. Creó al ser humano y en su interior colocó la llave de la felicidad.

Cuento de la tradición oral hindú 

Esta entrada va con un beso para mi amiga M. Ángeles, que siempre ha sabido dónde hay que buscar (lo difícil luego es encontrarla, claro).

sábado, 21 de noviembre de 2009

El problema de los niños

Hoy os traigo un extracto de El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez. Esta novela tiene para mí una significación especial, ya que fue el primer libro que leí que no entraba en la categoría de literatura juvenil, y supuso un abrir los ojos a que había no sólo otras historias sino también otras formas de contarlas.

...andaba tan aturdido con aquella restauración febril, tan absorto en su empeño y tan desentendido de otros asuntos menores del estado que se dio de bruces contra la realidad cuando un edecán distraído le comentó por error el problema de los niños y él preguntó desde las nebulosas que cuáles niños, los niños mi general, pero cuáles carajo, porque hasta entonces le habían ocultado que el ejército mantenía bajo custodia secreta a los niños que sacaban los números de la lotería por temor de que contaran por qué ganaba siempre el billete presidencial, a los padres que reclamaban les contestaron que no era cierto mientras concebían una respuesta mejor, les decían que eran infundios de apátridas, calumnias de la oposición; y a los que se amotinaron frente a un cuartel los rechazaron con cargas de mortero y hubo una matanza pública que también le habíamos ocultado para no molestarlo mi general, pues la verdad es que los niños estaban encerrados en las bóvedas de la fortaleza del puerto, en las mejores condiciones, con un ánimo excelente y muy buena salud, pero la vaina es que ahora no sabemos qué hacer con ellos mi general, y eran como dos mil.

martes, 17 de noviembre de 2009

La mosca que soñaba que era un águila

Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.

En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.

En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.

Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.

FIN

Del libro La oveja negra y demás fábulas de Augusto Monterroso.

domingo, 15 de noviembre de 2009

La cesta

Había una vez un hombre que estaba profundamente enamorado de una mujer. La veía pasar todos los días con una cesta de mimbre colgada del brazo. Él sabía que ella le amaba tiernamente porque nunca le miraba a los ojos. Un día, le pidió matrimonio y ella contestó que sí pero le puso una sola condición: que nunca mirara dentro de la cesta de mimbre hasta que ella le diera permiso.

Así se casaron y fueron muy felices. Pero el marido pronto olvidó su promesa y un día que ella había ido al mercado abrió la cesta. Asombrado, comenzó a reírse. Estaba vacía. Cuando ella llegó los ojos se le nublaron de lágrimas, de alguna manera supo que él había roto la promesa y le miró acusadora y llena de pena.

Él trató de defenderse: “Mujer loca, no había nada allí dentro”.

“¿Nada?”, murmuró ella.

“Nada”, contestó él.

Entonces ella dio la vuelta y empezó a andar hacia el sol poniente hasta que su imagen desapareció entre los rayos anaranjados. Nunca nadie la volvió a ver sobre la faz de la tierra.

No, la mujer no se marchó porque él hubiera roto la promesa, sino porque al mirar en el interior no vio nada. Ella había llenado aquel cesto de cosas hermosas que había recolectado del cielo, polvo de estrellas, rayos de luna, colas de cometas... cosas destinadas a llenarles de felicidad. Cuando él miró y no pudo verlas, ella comprendió que ya no había nada que pudiera hacer y desapareció.

Cuento bosquimano, autor desconocido.

sábado, 7 de noviembre de 2009

La boda de los ratones

Os dejo un cuento tradicional japonés y así aprovecho para mandar un beso a los amigos que están por aquellas tierras.


Érase una vez, en Japón, dos ratoncitos que se querían mucho. Tanto él como ella estaba muy enamorados, pero tenían un grave problema: el padre de la ratoncita que estaba obsesionado con la fuerza, quería casarla con el Sol porque decía que el Sol era el más fuerte del mundo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Revolución

Me contaron que estabas enamorada de otro
Y entonces fui a mi cuarto
Y escribí este artículo contra el gobierno
Por el que estoy preso.

Ernesto Cardenal
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